Running on Empty

Drama a cargo de Sidney Lumet, quien en esta ocasión se aleja de sus clásicos conflictos policiales y legales y se embarca en una pequeña historia que tiene como protagonista a una familia (padre, madre y sus dos hijos), que tienen la peculiaridad de vivir en una permanente huida como consecuencia de un atentado terrorista cometido por los padres (Christine Lahti y Judd Hirsch), cuando uno de sus dos hijos (River Phoenix) apenas contaba con dos años de edad y el otro (Jonas Abry) ni siquiera había nacido. Tras establecerse en un pequeño pueblo de New Jersey, el mayor de ambos comienza a destacar por su habilidad tocando el piano, llamando la atención de su profesor (Ed Crowley) y de la hija de este (Martha Plimpton), con la que inicia una relación. Se trata de una película sólida y de pequeña escala, en la que quizá, curiosamente, Lumet, que destacaba por ser un soberbio director de actores y por ser muy hábil con su cámara, se limita (como si eso fuera poco) a mostrar su primera faceta, pero no la segunda, lo que aleja a “Running on Empty” de los mejores y más interesantes títulos del realizador y lo sitúa en una segunda escala en una irregular filmografía que, sin embargo, contiene una decena de titulos importantísimos como “12 Angry Men”, “The Hill”, “Dog Day Afternoon”, “Network” o “Prince of the City”, sin ánimo de ser exhaustivos.

El director de fotografía, a pesar del rodaje en los EEUU, fue el británico Gerry Fisher [BSC], uno de esos operadores que a menudo son pasados por alto pero que, sin embargo, dejaron un buen número de títulos interesantes a sus espaldas. Fue además su tercera y última película para Sidney Lumet, quien en aquélla época solía trabajar con el polaco Andrzej Bartkowiak, después de dos colaboraciones previas que se remontaban a veinte y quince años atrás, respectivamente. Antiguo operador de Jack Hildyard (“The Bridge on the River Kwai”), su oportunidad como director de fotografía le vino de la mano de Joseph Losey, quien le hizo debutar con “Accident” (1967) y con el que hizo un total de ocho películas, incluyendo “The Go-Between” (1971). Además, en la filmografía de Fisher destacan obras para directores como Richard Lester (“Juggernaut”, 1974), Billy Wilder (“Fedora”, 1978), John Huston (“Victory”, 1981, entre otras), Michael Wadleigh (“Wolfen”, 1981), “The Ninth Configuration” (1981) y “Exorcist III” (1990) con William Peter Blatty, o incluso Russell Mulcahy (“Highlander«, 1986). Falleció en 2014 después de haber trabajado hasta finales de los 90 en películas cada vez menos importantes.

Sorprendentemente, puesto que como decíamos, Sidney Lumet era un realizador muy hábil con la cámara y Gerry Fisher también fue un notable operador, “Running on Empty” posee una imagen muy poco elaborada o sofisticada y, de hecho, es muy plana y poco interesante. Ello no se asemeja ni mucho menos a la filmografía previa ni de Lumet ni de Fisher, un operador capaz de extraer grandes imágenes en sus películas anteriores y sin miedo a la oscuridad y al contraste (ahí está “Wolfen” para probarlo). Pero aquí no hay nada de eso, quizá porque la compañía productora fue Lorimar, con mucha más presencia en televisión que en cine, de modo que es probable que pusieran límites a los que Lumet y especialmente Fisher pudieran llevar sus imágenes (límites que, de haberse impuesto, apenas dejaban margen a los cineastas). Por ello, todo el film posee mucha luz en todos los aspectos. De un lado, en lo relativo a la luminosidad, ya que todas las escenas poseen altos niveles de claridad y siempre se puede ver todo a la perfección, incluso cuando se trata de escenas nocturnas que apenas poseen niveles de oscuridad.

En las escenas interiores diurnas ello se traduce, además de los altos niveles, en que el contraste es muy bajo y la imagen muy aplanada, como si se hubiera tratado de comprimir todo el rango dinámico de la imagen en apenas tres o cuatro “stops” de latitud. Los exteriores diurnos poseen de cuando en cuando una elevada luz de relleno, para reducir las sombras, lo cual evidentemente es coherente con los interiores. Seguramente, además, para evitar que el contraste fuera muy alto, Fisher recurrió a alguna técnica de exposición y laboratorio como el subrevelado, que hace que las imágenes de los exteriores posean cierta suavidad y los extremos entre la luz y las sombras se reduzcan de manera muy notable. Es raro que Lumet, famoso por sus combinaciones de teleobjetivos y angulares cerca de los actores, o por modificar el ángulo o altura de su cámara en determinados momentos de sus películas (como “The Hill” o “The Verdict”), apenas plantee nada de este tipo. Es evidente que los actores están bien dirigidos y de que ello se trataba la historia, pero sorprende que, a nivel de puesta en escena, no se aprecie apenas el famoso estilo del director.

Los resultados, por lo tanto, son decepcionantes desde el punto de vista estético, con una fotografía que, pretende ser sencilla y natural, pero que es demasiado plana, incluso planísima, en gran parte de la narración. Por lo tanto, teniendo en cuenta además quién se encontraba tras la misma, este hecho incluso resulta sorprendente. Lo bueno es que es, a su vez, un tipo de material que no se ve demasiado afectado por este hecho, de modo que aunque la imagen sea plana, las grandes interpretaciones del malogrado River Phoenix o Christine Lahti (especialmente) son las que soportan y llevan el peso absoluto de una historia y película de agradable visionado.

Título en España: Un Lugar en Ninguna Parte
Año de Producción: 1988
Director: Sidney Lumet
Director de Fotografía: Gerry Fisher, BSC
Ópticas: Panavision Super Speed-Z
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1

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