Wolfen

Adaptación de una novela de Whitley Strieber (“The Hunger”), ambientada en Nueva York, acerca de la investigación de unos crímenes, aparentemente inconexos, que un detective (Albert Finney) lleva a cabo en Wall Street y en el sur del barrio de Bronx. Por increíble que parezca, todo parece apuntar a que el asesinato de ricos financieros y mendigos se debe a una extraña especie animal, que guarda una gran cercanía con un grupo de indios americanos. Diane Venora, Edward James Olmos, Dick O’ Neill, Tom Noonan y Gregory Hines forman el reparto de secundarios de una película de terror muy atípica, la única obra de ficción del realizador de “Woodstock”, cuyas ambiciones temáticas (muy diferentes de “The Howling” o “An American Werewolf In London”) y mensaje fueron demasiado para los jefes del estudio, que le retiraron la película antes de concluir el rodaje. A pesar de ello, los resultados son muy atmosféricos, interesantes y originales, con un vivo retrato de la decadencia de Nueva York en la época de su rodaje, así como una de las primeras y más interesantes bandas sonoras de James Horner.

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El director de fotografía fue el británico Gerry Fisher [BSC], una elección extraña por parte de Wadleigh para su debut en la ficción, pues el que fuera habitual colaborador de Joseph Losey (“Mr. Klein”) o John Huston (“Victory”), no se prodigó en exceso en el cine americano, y mucho menos aún rodado en el propio continente. Fisher, como era habitual en su época, comenzó su carrera como ayudante, para posteriormente dar el salto al puesto de operador de cámara de directores de fotografía como Jack Hildyard, Ted Scaife, Douglas Slocombe o Robert Krasker, entre otros y, finalmente, llegar al puesto de primer operador a mediados de los 60, de la mano de Losey. Rápidamente se hace un nombre y comienza colaboraciones con cineastas tan diferentes como Tony Richardson, Sidney Lumet o Richard Fleischer, e incluso colabora con Billy Wilder (“Fedora”), William Peter Blatty (“The Ninth Configuration”, “The Exorcist III”) ó Richard Lester (“Juggernaut”), además de ser artífice en los 80 de la fotografía de “Highlander” (Russell Mulcahy, 1986), lo que prueba que, al margen de su formación clásica, Fisher fue un operador capaz de amoldarse a las nuevas tendencias.

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“Wolfen” destaca inmediatamente por su entonces novedoso uso de la Steadicam, operada para la ocasión, además, por el inventor de la misma, Garrett Brown. Con ella, Wadleigh sugiere a lo largo de la película el punto de vista de las criaturas que le dan título, gracias a unas vistosas tomas de Brown, por las calles de Manhattan, el puente de Brooklyn o las ruinas del Bronx, modificadas ópticamente por Robert Blalack (“Star Wars”) para obtener un aspecto solarizado, con colores intensos y artificiales, llamado termográfico, que después se utilizaría con modificaciones en películas como “Predator” (1987). Adicionalmente, otras tomas de la película hace uso de la grúa Louma (invento del francés Jean-Marie Lavalou, empleada por ejemplo por Polanski en “The Tenant”, o Spielberg en “1941”) para conseguir el mismo punto de vista de las bestias, con sorprendentes efectos.

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Wadleigh -que fue sustituido por John Hancock antes de terminar el rodaje por su diferente concepción de la película con respecto a los productores de la misma- demuestra muy buen ojo para la composición y el encuadre, así como para buscar un aspecto que aúna el realismo del thriller setentero, con un cierto toque fantástico que hace que la película sea muy interesante en el apartado visual, mediante el uso de contraluces, humo en los exteriores nocturnos, etc. que apartan un poco de la estética documental que estaba de moda en la época. Fisher, además, emplea constantemente niveles de luz muy reducidos, de modo que tuvo que recurrir a las ópticas anamórficas ultraluminosas de Panavision para conseguir captar sus paisajes nocturnos, a veces con la luz disponible, recurriendo también al revelado forzado. Por ello, toda la película presenta una profundidad de campo muy reducida, así como múltiples aberraciones, pérdidas de nitidez en los bordes del fotograma y artefactos en general que se asocian al formato anamórfico.

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Adicionalmente, hay que destacar el estupendo trabajo de Paul Sylbert en los diseños; cierto es que “Wolfen” es una película que destaca sobre todo por el magnífico uso que ejercita sobre las localizaciones neoyorquinas (atención a las tomas captadas por la primera unidad desde lo alto de los puentes, incluyendo una con Albert Finney a lo alto del Williamsburgh, en la que se siente puro vértigo), pero también hay que mencionar especialmente las escenas en el sur del Bronx, que han quedado como documento que retrata la decadencia urbana de la ciudad, pero en las que Sylbert añadió una iglesia quemada y derruida, expresamente para el film, cuyo tenebroso aspecto es una de esas imágenes que sin duda permanecen en la retina del espectador que se aproxime a esta extraña cinta, única en su género. Lamentablemente, Wadleigh, que había ganado el Oscar diez años antes por la citada «Woodstock», no volvió a dirigir otra película, después de su mala experiencia en el rodaje y post-producción de la presente, en la que no pudo participar al menos en su integridad.

Título en España: Lobos Humanos
Año de Producción: 1981
Director: Michael Wadleigh
Director de Fotografía: Gerry Fisher, BSC
Ópticas: Super High Speed de Panavision
Emulsión: Kodak 5247 (125T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2015.