Dune: Part One

Nueva adaptación cinematográfica de la novela de Frank Herbert, ya llevada al cine, con irregulares resultados, por David Lynch en 1984. La historia, ambientada en el planeta Arrakis, también conocido como Dune, en el año 10.191, tiene como protagonista a Paul Atreides, el joven heredero de una dinastía a la que le ha sido encomendada la explotación de la especia, una sustancia de gran valor y que solo se encuentra en Arrakis. Pero los Harkonnen, un clan rival que antes se encargaba de la recolección de la misma, tratan de ejecutar su venganza contra los Atreides. Al mismo tiempo, el joven Atreides es probable que sea el mesías que profetizan las gentes del desierto de Arrakis, los Fremen, para que los conduzca a la libertad. Esta nueva adaptación, al contrario que la de Lynch, no intenta abarcar todo el libro, sino que ya promete una secuela que termine de narrar la historia. En manos del cineasta canadiense Denis Villeneuve, “Dune” es una superproducción distante, fría y aséptica -más concisa y comprensible que la de David Lynch, con la que no guarda relación alguna- pero en la que desgraciadamente, por su propia concepción, los personajes y las intrigas solo se apuntan en pantalla, de manera que puede que la continuación complete el presente film, que de momento únicamente parece el episodio piloto de una serie de lujo inacabada. Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Jason Momoa, Stellan Skarsgaard, Josh Brolin, Javier Bardem y Zendaya, entre otros, completan el reparto.

El director de fotografía es el australiano Greig Fraser [ASC, ACS], quien colabora por vez primera con Denis Villeneuve, después que este haya desarrollado su carrera estadounidense principalmente junto a Roger Deakins (“Prisoners”, “Sicario”, “Blade Runner 2049”) pero también con la participación de Bradford Young en “Arrival”. Fraser, que es ya uno de los directores de fotografía más importantes del planeta y, si nada se tuerce, está llamado a serlo también durante las próximas décadas, comenzó a llamar la atención con su trabajo para Jane Campion en “Bright Star” (2009). Después, muy rápido, vendría su salto a los EEUU con “Let me In” (Matt Reeves, 2010), seguida de “Snow White and the Huntsman” (Rupert Sanders, 2012), “Zero Dark Thirty” (Kathryn Bigelow, 2012), “Killing Them Softly” (Andrew Dominik, 2012), “Foxcatcher” (Bennett Miller, 2014), “Lion” (Garth Davis, 2016) -por la que fue candidato al Oscar y ganó el premio de la sociedad americana de directores de fotografía, la ASC-, “Rogue One” (Gareth Edwards, 2016), “Vice” (Adam McKay, 2018) o la serie de “The Mandalorian”, que él mismo arrancó y de la que fijó su aspecto visual. En este momento tiene pendiente de estreno “The Batman”, de nuevo junto a Matt Reeves y se supone que pronto se unirá de nuevo a Denis Villeneuve para continuar este primer “Dune”.

El estilo de Greig Fraser es cercano al de Roger Deakins o Bradford Young, los directores de fotografía previamente escogidos por Villeneuve, de manera que su trabajo o estética supone en cierto modo un continuismo visual en la filmografía del canadiense. De alguna manera, Fraser no suele captar imágenes tan contrastadas como Deakins, pero las suyas no son tan suaves como las que le gustan a Bradford Young, de manera que podríamos decir que se encuentra a mitad de camino entre ambos. Estéticamente, a lo que más se parece este “Dune” es sin duda a la citada “Rogue One”, precuela del episodio IV de “Star Wars”, o incluso a “The Mandalorian”, por ser trabajos del propio Fraser. Pero tampoco es tan distinta o tan diferente que la película de “Han Solo” que dirigió Ron Howard (o mejor dicho, terminó) con fotografía de Bradford Young, sobre todo por su aspecto sombrío o por el uso de los colores naranjas, aunque Villeneuve había jugado en ese sentido en “Blade Runner 2049”. En “Dune”, Fraser apuesta por un rodaje en digital con la Alexa LF en sus diferentes versiones y, principalmente, el juego de lentes anamórficas Panavision Ultra Vista diseñadas para gran formato, estrenadas precisamente con “The Mandalorian”. Son unas ópticas anamórficas con el aspecto clásico de Panavision y una compresión 1.65x, que a todos los efectos lucen como unas tradicionales 2x como puedan ser las “G Series” o las “T Series”. Adicionalmente, por algún motivo, en algunos exteriores de la película (sobre todo la parte final, con Paul y Jessica huyendo al desierto) están rodados en formato esférico, con una serie de lentes vintage para sensores Full Frame de Panavision, las H Series, cuyo aspecto es parecido al de ópticas Canon o Nikon de los años 60 o 70, pero que bien tratadas en cuanto a diafragmas, lucen realmente bien.

El estilo de Fraser, como el de Roger Deakins, se basa también en el empleo de grandes fuentes de iluminación para crear efectos de luz suave en toda circunstancia. Es en las secuencias interiores diurnas cuando más se luce el australiano, jugando además a que su luz entre desde el exterior de las estancias a través de ventanas y aperturas proporcionadas por el diseño de producción de Patrice Vermette, que lleva trabajando con Villeneuve desde los tiempos de “Enemy” (2013), con la excepción de la secuela de “Blade Runner”. Fraser hace que esa luz suave y muy envolvente incida siempre lateralmente sobre los personajes, pero a diferencia de Deakins, o de Michael Seresin, al que también se parece porque su luz evita por completo el menor atisbo de ser frontal, en Fraser los negros no son tan negros, lo que hace que el contraste no sea tan elevado. Todo luce muy bien, excepcionalmente bien, con un cierto toque aséptico, pero lo malo es que quizá ello no favorece a que la historia llegue más al espectador. Las escenas en el desierto lógicamente están dominadas por tonos cálidos, mientras que las de los Harkonnen, por tonos fríos, mientras que el film posee múltiples visiones del personaje de Paul Atreides, con ralentizados, flares de los Panavision H Series y tonos muy cálidos que, además de reiterarse mucho en la proyección, posiblemente tengan demasiado aspecto de anuncio publicitario.

A pesar de tratarse de una película de multimillonario presupuesto, con muchísimos planos de efectos visuales digitales, es digno de agradecer que los mismos estén -por lo general- tan bien integrados en la fotografía y en los decorados y que, más allá de momentos en que es obvio que nos encontramos ante CGI porque no hay otra forma de realizar determinadas secuencias o planos, el aspecto general sea todo lo orgánico que puede ser un film de estas características. En este sentido, de hecho, Greig Fraser propuso la idea de realizar un paso extra en post-producción, consistente en filmar la película a una emulsión, volver a escanearla y realizar la corrección de color desde ese punto; aunque los resultados son sutiles, en el mejor de los casos (ya que apenas se aprecia la textura fotoquímica), ello al menos da una idea de las intenciones de los cineastas. De todas formas, por muy exitosas que resultan gran parte de las escenas de Fraser en cuanto a su fotografía, el film adolece también de algunos momentos que no lo son tanto: especialmente durante el ataque de los Harkonnen a los Atreides, en que el aspecto nocturno está resuelto con un contraste bajísimo, o durante las noches americanas hacia el final de la proyección, incluyendo una que se va abriendo poco a poco a medida que amanece, cuyo aspecto no es que esté mal, pero que sí son recursos que quizá resulten demasiado facilones de aplicar dentro de un conjunto con tan inmensas posibilidades de elaboración como este “Dune”.


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Título en España: Dune: Part One
Año de Producción: 2021
Director: Denis Villeneueve
Director de Fotografía: Greig Fraser, ASC, ACS
Ópticas: Panavision Ultra Vista, H-Series
Formato y Relación de Aspecto: Arri Alexa LF (Arriraw 4.5K), 2.4:1

Vista en DCP

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