Blow Out

Variación del mismo argumento tratado por Michaelangelo Antonioni en «Blow Up» (1966) y que también fue abordado por Francis Ford Coppola en «The Conversation» (1974); es decir, un hombre (John Travolta), técnico de sonido de cine de bajo presupuesto, graba por casualidad -mientras recoge sonidos de ambiente para la película en la que está trabajando- el accidente de coche en el que pierde la vida el gobernador del estado de Pensilvania y máximo favorito ser el próximo presidente de los EEUU. Gracias al sonido que ha conseguido obtener, así como a diversas incongruencias en la versión oficial de los hechos, el técnico comienza a sospechar que alguien está ocultando una verdad muy incómoda. Sin embargo, De Palma no utiliza la premisa de la forma en que lo hicieron Antonioni o Coppola, o ni siquiera está interesado en las lecturas políticas o conspirativas de los clásicos de Alan J. Pakula en la década anterior (“Klute”, “The Parallax View”, “All The President’s Men”). Lo que claramente motiva al director neoyorquino es realizar un tremendo ejercicio de estilo y de puesta en escena mientras su cámara sigue a Travolta (en uno de sus mejores papeles) intentando desenmascarar la verdad. Los resultados, obviando los precedentes y como puro ejercicio de estilo, son óptimos, incluyendo la oscura resolución que cierra el relato. Habituales del cine de De Palma como John Lithgow, Nancy Allen y Dennis Franz comparten protagonismo junto a Travolta.

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Tras haber empleado múltiples operadores diferentes durante todo el cine que realizó en la década anterior, De Palma repitió por fin con uno de ellos: el húngaro Vilmos Zsigmond [ASC], con el que posteriormente trabajaría también en «Bonfire of the Vanities» (1990) y «The Black Dahlia» (2006), por la que Zsigmond obtendría la última de sus candidaturas al Oscar. Uno de los operadores más importantes e influyentes de todos los tiempos, la historia de su vida es famosa porque emigró desde su país natal a EEUU al tiempo de la invasión soviética, iniciándose en el mundo del cine desde las producciones más pequeñas. A primeros de los 70 su carrera dio un paso de gigante con sus emblemáticas colaboraciones para Robert Altman (“McCabe And Mrs. Miller”, “Images”, “The Long Goodbye”), a las que seguirían trabajos emblemáticos como “Deliverance” (John Boorman, 1972), “The Sugarland Express” (Steven Spielberg, 1974) u “Obsession” (Brian de Palma, 1976). Obtuvo el Oscar a la mejor fotografía por su segundo y último trabajo para Spielberg, “Close Encounters of the Third Kind” (1977) y una nueva nominación, al año siguiente, por “The Deer Hunter” (Michael Cimino, 1978). Junto con este último, todavía antes de “Blow Out”, se embarcó Zsigmond con Cimino en un superproyecto que, a pesar de sus indiscutibles cualidades artísticas, resultó ser un sonoro fracaso de taquilla: “Heaven’s Gate” (1980).

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La fotografía de «Blow Out» supone un fuerte paso adelante en el estilo que venía caracterizando a Zsigmond desde hacía una década, durante la cuál, con los citados títulos, se había especializado en imágenes suaves y difusas, a través de su iluminación pero especialmente mediante técnicas como el flasheado o los filtros Double-Fog. Incluso dichas técnicas no eran ajenas al cine de De Palma cuando no trabajaba con Zsigmond, como prueban «Carrie» (1976) o su película anterior, «Dressed to Kill«, en la que Ralf Bode hizo un trabajo muy similar a los que hacía el propio Zsigmond por aquélla época. Sin embargo, “Blow Out” está caracterizada por sus imágenes, completamente nítidas y saturadas, que se alejan mucho en cuanto a textura de casi todo el trabajo previo del director de fotografía húngaro. Es muy posible que ello se deba al fracaso de “Heaven’s Gate”, cuya fotografía de época, de aspecto amarillento, muy suavizado, de bajo contraste y con muchísimo humo, fue un aspecto muy criticado en el momento del estreno, que más o menos coincidió (noviembre de 1980) con el inicio del rodaje de “Blow Out”.

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Rodada en un vistoso formato panorámico anamórfico, se trata de una fotografía que destaca, sobre todo, por la enorme pericia y talento para la puesta en escena de Brian de Palma. En este aspecto, el director da un verdadero recital y muestra todos sus recursos: composiciones que hacen uso de todo el ancho del fotograma colocando a los personajes en los extremos, pantallas partidas, utilización de lentes bifocales (split diopters) para ubicar personajes u objetos en primer término y mantenerlos enfocados de manera simultánea con los fondos, planos cenitales, planos en 360 grados, cámara lenta, travellings de Steadicam e incluso un extensivo uso del zoom como recurso narrativo, aprovechando seguramente lo cómodo que siempre se sintió Zsigmond con el mismo.

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Como consecuencia de la decisión de rodar el film absolutamente nítido, la fotografía de “Blow Out” tiene un aspecto más crudo, realista e incluso más industrial que la de “Dressed to Kill” o cualquier título anterior de Zsigmond, aunque sin que por ello se acerque a los niveles de realidad casi documental de “The French Connection” (1971). La textura es granulada y los negros casi siempre muy densos y profundos, sin que exista demasiada saturación de color excepto en los rojos primarios que Zsigmond introduce en algunas escenas; se trata de un aspecto parecido al ENR, que apareció ese mismo año 1981 con la película de Warren Beatty “Reds”, aunque en el caso de “Blow Out”, es posible que en el Blu-Ray de The Criterion Collection se haya realizado un etalonaje digital que potencie este aspecto más allá del contraste de las copias en 35mm. De hecho, si bien Zsigmond se caracterizaba hasta ese momento por sus suaves y delicados contrastes, en “Blow Out” esas transiciones son mucho más abruptas, dando lugar a una película con fuertes variaciones entre zonas de luz y sombra, como por ejemplo en el gran escenario de la escena del accidente, en el que Zsigmond utilizó grandes aparatos de iluminación para conseguir que determinadas partes de la imagen tengan la adecuada exposición, dejando que donde no inciden sus luces, la pantalla se vuelve negra por completo.

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Su iluminación también sigue la senda realista pero, como decíamos, comienza a distanciarse de la estética de los 70 introduciendo algunos colores (como por ejemplo los citados rojos en diversas escenas, o dejando que los fluorescentes aparezcan en pantalla sin corregir, de ahí sus tonos verdes-azulados) que nos adentran ya en el estilo más esteticista de la década de los 80, algo que también se apreciaba ya en un título de 1981 como “Thief” (Michael Mann) que también era de transición entre ambas décadas y captaba bien el estilo de ambas. En “Blow Out” Zsigmond opta por lo simple, utilizando el material mínimo en cada secuencia (aunque el húngaro comentaba que la escena del accidente tuvo enormes complicaciones y algunas de sus escenas, especialmente nocturnas, evidencian el uso de enormes aparatos de iluminación) y muchas veces recrea el ambiente en el que se mueven los personajes con las luces de los decorados de Paul Sylbert, convenientemente potenciadas para el rodaje cinematográfico.

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Por ello, no es una fotografía realista, ni bella ni especialmente llamativa, puesto que se encuentra en el punto medio o de transición entre dos estilos, pero sirve de forma adecuada a la narración y técnicamente muestra un nivel alto, a pesar de haber tenido que forzar el negativo (Kodak 5247, 125T) para poder rodar múltiples tomas interiores y nocturnas con las ópticas Super PanaZoom 40-200mm (T/4.5) y 50-500mm (T/5.6) y de las variaciones en la profundidad de campo cuando los niveles de luz no les permitían emplear éstas y las cambiaban por las mayores aperturas de la series “C” de lentes anamórficas Panavision. En este sentido, “Blow Out” es una de las películas de Zsigmond en las que se aprecia un mayor número de ópticas fijas, al contrario que otras de sus películas en las que únicamente recurría a ellas en momentos aislados.

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Aunque el súbito cambio de estilo con respecto a “Dressed to Kill” o “Heaven’s Gate” (los dos trabajos inmediatamente anteriores de De Palma y Zsigmond) se tan llamativo desde el comienzo, lo mejor, sin lugar a dudas, es la escena final nocturna, cuando entra en juego la cámara lenta mientras los personajes y el propio escenario están iluminados por los fuegos artificiales. Lo curioso es que parece que un par de rollos de película fueron robados antes de ser montados, por lo que hubo que repetir parte de la secuencia y como Zsigmond ya no estaba disponible, su amigo y colega Laszlo Kovacs [ASC] se hizo cargo de la misma. Quienquiera que rodase esas tomas que aparecen en la versión final, sin lugar a dudas, dio lo mejor de sí mismo consiguiendo un aspecto envidiable en un marco técnico de enorme dificultad, que incluye hasta pantalla azul para mostrar a los personajes y los fuegos enfocados simultáneamente. Y por supuesto, también es llamativa la escena de apertura, esa especie de parodia de “Halloween” en la que la Steadicam de Garrett Brown sigue, como en el film de Carpenter, el punto de vista de un asesino mientras observa a sus víctimas, que fija el tono de la película de De Palma y anticipa el festival visual que espera al espectador que se adentre en la misma.

Título en España: Impacto
Año de Producción: 1981
Director: Brian de Palma
Director de Fotografía: Vilmos Zsigmond, ASC
Ópticas: C-Series de Panavision, Super PanaZoom Cooke
Emulsión: Kodak 5247 (125T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: fotografía adicional (sin acreditar) de Laszlo Kovacs, ASC

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2016.