Klute

Un detective privado (Donald Sutherland) que investiga la desaparición de un amigo en la ciudad de Nueva York, sigue una pista que enlaza a éste con una prostituta (Jane Fonda), a la cual, al mismo tiempo, parece que alguien está amenazando y que las actividades del detective la ponen en peligro. “Klute” es un filme muy sobrio, en el que lo mejor, más allá del desarrollo de la historia, es la modernidad de su planteamiento, que lo convirtieron en un emblemático título de la década de los 70, que junto a otros dos títulos de Pakula como “The Parallax View” (1974) y “All The President’s Men” (1976) forma una trilogía de películas que sirvieron para definir el género thriller en una época en que el público norteamericano, especialmente a raíz del escándalo Watergate, comenzó a sospechar en conspiraciones políticas como nunca lo había hecho antes.

El director de fotografía fue el norteamericano Gordon Willis [ASC], operador surgido del mundo de la publicidad, en el que dio sus primeros pasos en el cargo, tras haberse formado en los equipos del director de fotografía Gerald Hirschfeld, curiosamente, como otro contemporáneo suyo que compartía con Willis su modernidad y riesgo: Owen Roizman. Willis, con películas como la presente o las otras dos citadas, contribuyó decisivamente a enterrar para siempre en los EEUU el estilo de la fotografía en color típica del cine de estudio de los años 50 y 60, no sólo por su gusto por el rodaje en localizaciones (generalmente neoyorquinas, pues renunció a trasladarse a la Costa Oeste), sino también porque adoptó desde muy pronto los dictados de la Nouvelle Vague francesa y la influencia de otros operadores de la época que, como David Watkin ó Sven Nykvist, propugnaban una imagen mucho más natural y simple que no sólo conllevaba una justificación de fuentes lumínicas, sino también, niveles de intensidad de luz mucho más bajos, compensando la ausencia de luz en laboratorio cuando era requerido, o la utilización de luz rebotada o difusa para obtener un aspecto mucho más suave que el de los operadores de la vieja escuela, que automáticamente aborrecieron la introducción de todas estas técnicas.

Pero además de ese nuevo estilo, Willis aportó otras tres características en sus trabajos: una perfección y dominio de la técnica envidiables –a modo de ejemplo, cabe mencionar que siempre utilizaba los mismos niveles de luz en una película, como regla general, así como la misma apertura de diafragma, por lo que sus copias finales eran cercanas a un positivado a una luz- así como también un trabajo de cámara de una sobriedad enorme, con un amplio dominio de la perspectiva a través de la selección de focales, muchas veces evitando los ángulos de cámara (son famosos sus tomas frontales en interiores con un 75-100mm anamórfico) y sobre todo, un enorme nivel de riesgo con la subexposición, dejando que muchas de sus obras alcancen unos niveles de oscuridad desconocidos en su época, de modo que compartía con Bruce Surtees (“Dirty Harry”, “Pale Rider”) el sobrenombre de “el príncipe de las tinieblas”. En el caso de “Klute”, la película destaca por ser la primera de Willis –que llevaba haciendo cine un par de años- en hacer uso del formato panorámico anamórfico, así como casi todas sus señas de identidad, algunas de ellas ya mencionadas.

Todo el film destaca por transcurrir casi de forma íntegra en interiores, que Willis subexpone sin el menor miedo, con una filosofía de iluminación absolutamente minimalista. Cuando sus escenas son interiores diurnas, deja que la fuente de iluminación principal se sitúe en el exterior de las ventanas, de modo que penetre en los interiores a modo de una luz lateral suave, como de una única fuente, que genera un fuerte contraste y abruptas transiciones luz-sombra sobre los rostros de los personajes. Y generalmente, sus escenas nocturnas están iluminadas cenitalmente (anticipando la técnica que el propio Willis pondría de moda a raíz de “The Godfather”), con una luz principal colgando del centro decorado –una unidad especial, a modo de caja de luz, con bombillas de alta intensidad tras papel difusor y faldones para evitar que la luz incidiera sobre las paredes, denominada chicken coop-, que es la fuente de luz principal del mismo y la que proporciona la exposición mínima para el rodaje cinematográfico, aunque Willis y el diseñador de producción introducen fuentes de luz (como lámparas) integradas en el decorado, de modo que el aspecto que se obtiene hace que parezca que la luz proviene de éstas, aunque esto sea en menor medida que de la luz cenital.

Y, por supuesto, aunque en este caso es más evidente en la escena final que en ninguna otra del film, “Klute” también incluye el sello visual de Willis; el operador deja que los actores se sitúen en primer término prácticamente como siluetas, bajo la incidencia de una ténue luz de relleno que apenas permite vislumbrar sus rasgos, mientras que expone correctamente una fuente de luz que se sitúa tras los mismos, creando imágenes muy naturales pero que, por su enfoque novedoso (cualquier operador hubiera utilizado más luz sobre los sujetos, o sobreexpuesto el fondo para captar más luz sobre los mismos), resultan atmosféricas e inquietantes.

El trabajo de cámara, como casi siempre en Willis, es absolutamente preciso y muchas veces renuncia a los movimientos de cámara, sustituyéndolos por composiciones estáticas en las que la cámara permanece fija mientras son los actores los que se van moviendo por el encuadre, lo cual resulta especialmente vistoso en el ancho del formato panorámico anamórfico. En general, se trata de una película en la que, cuando la cámara se mueve, siempre parece haber una motivación clara al respecto.

Por consiguiente, teniendo en cuenta que además de subexponer, Willis utilizó el revelado forzado (que aumenta el contraste y la textura del grano en pantalla), así como una paleta de color que muchas veces parece restringida a tonos grises, negros y marrones (con algunas notables excepciones), la fotografía de “Klute” resulta muy moderna y atrevida, a pesar de su estilo aparentemente simple y minimalista, contribuyendo de manera más que decisiva a crear la atmósfera de la película de Pakula. Sin embargo, no es la mejor obra de Willis (un operador que es autor de las tres entregas de “The Godfather”, o siete películas de Woody Allen, incluyendo “Manhattan”), ni siquiera junto al propio Pakula, ya que en el fondo, a pesar de su excelente nivel, queda algo ensombrecida por la maravillosa labor que ambos llevaron a cabo en la posterior “The Parallax View”, que toma todos los conceptos aquí descritos pero asume todavía mayores riesgos, eso sí, con un éxito superlativo.

Título en España: Klute
Año de Producción: 1971
Director: Alan J. Pakula
Director de Fotografía: Gordon Willis, ASC
Ópticas: “C Series” de Panavision
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1

Vista en DVD

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2013.