THe Hateful Eight
Octava película de Quentin Tarantino que, como la anterior, es un Western que vuelve a recoger un buen número de influencias cinéfilas del realizador (especialmente, “The Thing”, de John Carpenter) e incluso auto-referencias a su obra anterior: un cazador de recompensas (Kurt Russell) lleva a una peligrosa forajida (Jennifer Jason Leigh) hasta un pequeño pueblo de Wyoming en el que cobrará 10.000 dólares por entregarla. Sin embargo, la diligencia que usa como transporte se ve envuelta en una fuerte tormenta de nieve que le obligará tanto a acoger a dos personajes (Samuel L. Jackson, otro caza recompensas y Walton Goggins, quien dice ser el nuevo Sheriff del pueblo al que se dirigen), como a parar en una cabaña para refugiarse de la tempestad. Allí se encuentra con otros personajes más (Demian Bichir, Bruce Dern, Tim Roth y Michael Madsen), dándose cuenta de que su prisionera tiene un cómplice entre ellos que pretende liberarla. El grueso del film transcurre en el interior de esa cabaña, en la que Tarantino vuelve a demostrar su talento para los diálogos, monólogos y, como en la escena de la taberna de “Inglourious Basterds” (2009), hinchar su metraje al tiempo que acumula una enorme y creciente tensión a cada minuto que transcurre. Se trata de una gran obra en la que sobresalen Jason Leigh y Samuel L. Jackson, pero que quizá no sea apta para todas las audiencias y públicos por su particular estilo y alargada duración. Llena de matices y muy disfrutable, únicamente el tiempo la situará junto con las dos mejores de su autor (“Pulp Fiction” y “Basterds”), o bien en el escalón inmediatamente inferior. Ennio Morricone compone la banda sonora original.
El director de fotografía vuelve a ser Robert Richardson [ASC], con el que Tarantino mantiene una sólida relación profesional desde los tiempos de “Kill Bill” (“Vol 1 & 2”), que también les ha llevado a colaborar en “Inglourious Basterds” y “Django Unchained”. Richardson, por supuesto, es uno de los directores de fotografía norteamericanos más respetados del cine contemporáneo, puede que incluso el que más, desde su fulgurante aparición a mitad de la década de los 80 de la mano de Oliver Stone en títulos como “Platoon” (1986), “Salvador” (1986) o “Wall Street” (1987). Ganó su primer Oscar por “JFK” (1991), así como una segunda estatuilla (“The Aviator”, 2004) y una tercera (“Hugo”, 2011) de la mano de Martin Scorsese, otro de sus principales colaboradores profesionales. El estilo de Richardson, a veces muy teatral y recargado, quizá no le haga apto ni para todos los gustos ni para todos los géneros, pero lo cierto es que suele irle como anillo al dedo a películas de ambientación de época en las que se pretenda optar una imagen más elaborada y recargada que realista. Otras seis nominaciones al Oscar, además de once nominaciones al premio de la ASC (que curiosamente, nunca ha ganado) completan el currículum de este operador de 60 años de edad.
Tarantino es uno de esos realizadores que, junto con Christopher Nolan, Steven Spielberg, J.J. Abrams o Paul Thomas Anderson, está llevando a cabo una “campaña” cuyo fin es asegurar la permanencia del celuloide como método de adquisición cinematográfica. Por eso no sorprende que “The Hateful Eight” esté rodada, como todas sus películas anteriores, en formato fotoquímico. Pero lo que sí es sorprendente es que tanto él como Richardson no sólo escogieran un negativo de 5-perf 65mm como medio exclusivo para el rodaje –algo que no ocurría para rodar íntegramente una película desde “Hamlet” en 1996 y antes, “Baraka” y “Far and Away” en 1992- sino que, además, decidieran resucitar los 65mm en su versión anamórfica. Tras unas pruebas en Panavision, Richardson se enamoró de las lentes APO Panatar del antiguo formato Ultra Panavision 70 (más información en el enlace), las mismas usadas en “The Raintree Country” (1957), “Ben-Hur” (1959), “Mutiny On The Bounty” (1962) o «The Fall of the Roman Empire» (1964), que únicamente se utilizaron en un total de 10 películas, la última de ellas “Khartoum” en 1966. El formato Ultra Panavision 70 conlleva una relación de aspecto de 2.76:1, la más panorámica establecida para el cine comercial. Para exprimir el formato, Tarantino ha logrado que 100 salas en EEUU exhiban la película en 70mm anamórfico, favoreciendo dicha versión con algunos minutos adicionales de metraje, overtura y música de entreacto, así como una distribución exclusiva de dos semanas, antes del estreno general con proyección digital. En España, únicamente la sala Phenomena de Barcelona ha proyectado una copia en 70mm. Desgraciadamente, nuestra reseña se ha elaborado sobre la versión DCP.
Hay que mencionar, en cualquier caso, que el formato Ultra Panavision 70 no es el más nítido y definido de los formatos 5-perf 65mm, como el Todd-AO, Dimension 150 o Super Panavision, ya que i) sus lentes son muy antiguas (aunque Dan Sasaki de Panavision las ha restaurado y ha completado el juego para Richardson y Tarantino con nuevas ópticas que imitan la estética vintage de las originales) y ii) emplean una ligera compresión anamórfica (1,25×1) que las hace más suaves que sus alternativas esféricas de la época, o no digamos ya con respecto a las modernas Panavision Primo 70, también esféricas, las cuales pueden usarse en el formato tradicional en 65mm o bien con modernas cámaras de gran formato como la Arri Alexa 65 (6.5K) o la Red Weapon Dragon (6K/8K). Sin embargo, Richardson y Tarantino buscaban no solo la textura de estas lentes APO Panatar, sino también el amplísimo formato panorámico que proporcionan. En este aspecto, es muy probable que “The Hateful Eight” sea la película que mejor aprovecha la relación de aspecto 2.76:1 de todas cuantas la han utilizado, ya que en su época, el formato Ultra Panavision 70 también se utilizaba para realizar copias en 35mm con relaciones de aspecto 2.35:1-2.55:1, por lo que era habitual que los cineastas evitasen utilizar los bordes extremos de su fotograma. No es el caso de “The Hateful Eight”, en la que Richardson compone con personajes e información relevantes en los mismos en más de una ocasión, evitando la sensación excesiva anchura o vacío de información que sufrían las películas de la época en su ancho máximo. Además, para contrarrestar el bajo contraste de sus ópticas, Richardson ha optado por forzar gran parte de la película medio diafragma, algo que, en las emulsiones fotoquímicas, incrementa el contraste, mejora algo la sensibilidad y, en el caso de un formato 5-perf 65mm, hace que el incremento de grano sea invisible.
Quizá lo más espectacular a nivel visual de “The Hateful Eight” sean sus escasos exteriores diurnos, algunos rodados a 50 ASA, muy bien diseñados tanto para su ancho de pantalla, como para explotar las virtudes y resolución extra de los 65mm. En este aspecto, incluso en proyección digital, se aprecia una cierta mejoría con respecto a algunos de los últimos títulos que hemos podido visionar en DCP sobre películas adquiridas en 35mm, como “Jurassic World” (que también tenía algo de 65mm), o incluso 35mm anamórfico, como “Mission Impossible: Rogue Nation”, “Bridge of Spies” o la reciente “Star Wars: The Force Awakens”. La imagen en 65mm posee las mismas virtudes que el 35mm en cuanto a su textura, pero es mucho más limpia, detallada y, a buen seguro, en proyección en 70mm en una copia por contacto, poseerá una nitidez y rango de color extendido, con negros mucho más profundos si la proyección es buena. En cierto modo, quizá “The Hateful Eight” abra la verdadera puerta de supervivencia al celuloide a la hora de competir con el digital: rodar en 65mm, estrenar limitadamente en 70mm y, de modo general, con proyección digital, preferiblemente en 4K.
El grueso del film explota más, como indicábamos, el ancho de pantalla del formato Ultra Panavision 70 que sus posibilidades a la hora de mostrar grandes escenarios, a lo “Ben-Hur” o “The Greatest Story Ever Told”. Richardson tampoco ha sido nunca un operador especialmente interesado en la nitidez de imagen, e incluso ha sido un usuario habitual de los filtros difusores, incluso cuando más en desuso estuvieron en los 90 y 2000. “The Hateful Eight” está rodada limpia, sin hacer uso de ellos, pero su luz de ambiente cálida y suave tampoco hace un favor especial a la nitidez de la imagen. En este aspecto, por lo monótono y limitado del escenario en cuanto a las posibilidades de luz, se agradece mucho que Richardson sea muy fiel a su estilo, creado y forjado a base de fuertes y expresionistas contraluces e intensas luces cenitales que no solo sirven para separar a sus personajes de los fondos, sino para ganar contraste y cuerpo en la imagen. Como expresionista que es, a Richardson la continuidad muchas veces parece que le es indiferente, así que es frecuente ver planos y contraplanos en los que los haces de luz sobre las mesas aparecen y desaparecen, o bien que ambos personajes enfrentados estén o tengan contraluces falseados, como ocurre en la secuencia entre Samuel L. Jackson y Demian Bichir en la cuadra con los caballos. En este sentido, para los amantes del realismo a lo Emmanuel Lubezki o Roger Deakins, serán mucho más satisfactorios los exteriores invernales y nevados de Richardson, con su adecuado tono azulado e imperceptibles rellenos a base de HMI sobre sedas, que sus estilizados interiores. El dominio del encuadre de Richardson –un director de fotografía que además opera personalmente- es muy grande, con un fotograma que luce especialmente cuando se acerca mucho a los actores, o cuando los ubica en un lado del fotograma y juega bien con el enfoque, o incluso con lentes de aproximación partida en la recta final de la proyección.
Así pues, a nivel estético, “The Hateful Eight” es toda una rareza fruto de la apuesta personal de Tarantino y Richardson por revivir un formato que todos creíamos muerto, pero que quizá, por otro lado, no termina de explotar absolutamente todas las virtudes del mismo por tratarse de una película que, en esencia, rehuye de los grandes escenarios en los que más partido podría habérsele extraído. Aún así, el dominio del fotograma extendido de Scope en 2.76:1 es estupendo y justifica todos los problemas de rodaje y exhibición que conlleva el uso de un formato fuera de cualquier estándar, a pesar que las bondades de los 65mm –en cuanto a nitidez y resolución- no puedan ser plenamente explotadas en el interior-noche que supone el grueso de la proyección de la película. En cuanto a su luz, Richardson muestra una línea parecida a la del resto de sus colaboraciones con Tarantino –especialmente las dos últimas, mejores que los “Kill Bill”- en las cuales ha mostrado casi siempre un nivel notable, pero nunca el mejor del que es capaz, cosa que sí hizo con Stone (“Born on the 4th of July”, “JFK”), con Scorsese (“The Aviator”, “Hugo”) o incluso con Robert De Niro en la estupenda e infravalorada “The Good Shepherd” (2006); películas en las que la variedad de épocas, escenarios y localizaciones sí le permitían a Richardson mostrar todas sus virtudes como director de fotografía. Esperemos que al menos la experiencia sirva para revivir el formato 5-perf 65mm, bien sea esférico o anamórfico, aquél que en palabras de Richard Edlund “es el modo en el que Dios pretendió que se rodasen las películas”.
Título en España: Los Odiosos Ocho
Año de Producción: 2015
Director: Quentin Tarantino
Director de Fotografía: Robert Richardson, ASC
Ópticas: Panavision APO Panatar
Emulsión: Kodak 5203 (50D), 5213 (200T), 5207 (250D) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 65mm anamórfico (Ultra Panavision 70), 2.76:1
Otros: estrenada en 70mm anamórfico & DCP (4K Digital Intermediate)
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom)
Vista en DCP
© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2016.