Bridge of Spies

Curioso título que reune por vez primera al realizador Steven Spielberg junto con los hermanos Joel & Ethan Coen, que reescribieron un guión de Matt Charman (basado en hechos reales) ambientado en la época de la Guerra Fría entre los EEUU y la URSS: James Donovan, un abogado de Nueva York (Tom Hanks) recibe el encargo de defender a un espía soviético (Mark Rylance) en el juicio que se cierne sobre él tras ser descubierto por la CIA, aunque ello le genera problemas entre sus propios colegas, familia y la opinión pública. Sin embargo, poco tiempo después, Donovan tiene la ocasión de redimirse cuando surge la posibilidad de intercambiar al espía por el piloto de un avión norteamericano derribado en territorio soviético y recibe el encargo de llevar a cabo las negociaciones con los rusos en Berlín, justo mientras el gobierno de la RDA está construyendo el muro. A pesar que Spielberg es un cineasta absolutamente clásico, “Bridge of Spies” es uno de los títulos que mejor hacen uso de ese adjetivo de toda su filmografía, incluso con un Tom Hanks intercambiable por un actor del estilo de James Stewart en su papel. No se trata de un thriller al uso, sino de una narrativa tan sencilla como directa, que no necesita suspense ni grandes artificios (casi toda la película se basa en diálogos y situaciones entre dos o tres personajes) para convertirse en un clásico americano moderno, como si se tratara de un título de Howard Hawks o John Ford de los mismos años 50 o principios de los 60 en los que se ambienta la historia.

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El director de fotografía es Janusz Kaminski, en su decimo cuarta colaboración con el realizador de “Close Encounters of the Third Kind”. Como es sabido, Kaminski es un polaco que estudió cinematografía en los EEUU y que llamó la atención de Spielberg a través de un telefilm que rodó para Diane Keaton, lo que hizo que, sorpresivamente, le contratara para rodar su visión del holocausto con “Schindler’s List” (1993), por cuyo trabajo en blanco y negro ganó el Oscar a la mejor fotografía. Posteriormente, Kaminski alcanzaría los mismos honores por su trabajo en “Saving Private Ryan” (1998), además de nominaciones adicionales por “Amistad” (1997), “The Diving Bell and the Butterfly” (Julian Schnabel, 2007), “War Horse” (2011) y “Lincoln” (2012). Poseedor de un estilo muy particular, a veces demasiado personal y tendente a «secuestrar» las películas en las que participa con sus efectismos, en los últimos años parece que se ha abierto a la colaboración con otros cineastas además de con Spielberg, con el que ya ha rodado otra película más (“The BFG”, 2016), tras haber superado el duro bache que supuso su pésima versión de Douglas Slocombe en “Indiana Jones and the Kingdom of Crystal Skull”, también posiblemente el peor trabajo de Spielberg como director.

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Spielberg y Kaminski, como Quentin Tarantino, J.J. Abrams y Paul Thomas Anderson, son dos de los cineastas que se han declarado absolutos defensores del celuloide, cuya utilización aquí, por tratarse de una película de época, está absolutamente justificada. Pero además, cosa rara en la colaboración de Spielberg con este director de fotografía, la película está rodada en formato panorámico anamórfico. Ambos ya utilizaron el formato en la citada entrega de “Indiana Jones”, aunque en aquél entonces como intento de continuar el estilo de la serie, pero no lo habían usado en ninguna de sus otras películas, por lo que podría decirse que es la primera vez que Spielberg apuesta desde cero por el anamórfico desde “Hook” (1991). Los casi veinticinco años transcurridos han merecido la pena, porque si bien los trabajos anteriores de Spielberg en este formato son auténticas lecciones acerca de cómo emplearlo, “Bridge of Spies” no es una excepción, sino incluso un paso más allá. Destaca, además, que los cineastas no hayan recurrido a equipos Panavision, sino que Kaminski –que prácticamente ha utilizado todas las ópticas existentes en el mercado en sus películas con Spielberg- ha optado por la empresa alemana Vantage y tres de sus series de ópticas, las Hawk Vintage ’74, las V-Plus y las V-Lite. El resultado, junto con el rodaje en celuloide, es una imagen muy nítida y con el granulado justo, que a la vez que es de época, resulta muy atractiva.

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Las escenas iniciales, sin embargo, hacen temer que nos íbamos a encontrar con otra de esas películas en las que Kaminski decide hacerse el protagonista de la función, algo que cuando ha sucedido en la filmografía de Spielberg, siempre ha tenido consecuencias funestas, al menos en la opinión de quien escribe estas líneas. Un par de escenas exteriores en las que el operador polaco introduce fortísimos haces de luz (frontales o a contraluz) en las calles de Brooklyn hacen temer que el Kaminski intrusivo, artificial y manierista de tantas secuencias de “Minority Report”, “Catch if you Can” o “War Horse” se va a apoderar de la proyección. Pero sin embargo ello es un espejismo, porque aunque Kaminski sigue estando presente y haciéndose notar con muchos de sus caracteres especiales, lo cierto es que el polaco busca y consigue una línea de elevada sobriedad en todo el metraje y obtiene, con algún que otro altibajo, la consistencia y coherencia en su material que tantas veces se ha echado en falta en el mismo. Es decir, que sin renunciar a lo que parece que le gusta –y no olvidemos, Spielberg le permite y puede que fomente-, Kaminski recupera la senda de lo que debe hacer un director de fotografía por encima de toda consideración: servir a la historia que cuenta y luego, qué menos en un film como éste, ofrecer un envoltorio de lujo que engrandece a la producción. En este aspecto, también es esencial, por cierto, la extraordinaria contribución de un nuevo diseñador de producción para Spielberg, el joven Adam Stockhausen12 Years a Slave«, «The Grand Budapest Hotel«), ya ganador del Oscar, que parece que ha venido para quedarse.

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Aunque por lo general lo que mejor se le ha dado siempre han sido las películas realistas con cierta estilización (de ahí que sus Oscar los haya ganado por “Schindler” y “Ryan”), “Bridge of Spies” no pertenece a este tipo de films, al menos a nivel estético, sino que para aquéllos que les gustan las comparativas podríamos decir que es un trabajo que parece aunar la estilización de época que tan bien se le da a Robert Richardson (“JFK”, “The Good Shepherd”), con la tremendo contraste y la dureza de Tom Stern junto a Clint Eastwood en “The Changeling” o “J. Edgar”, con un diseño de producción de una gran vistosidad y colorido, que a veces Kaminski retrata con un clasicismo digno del gran Stephen H. Burum en “The Untouchables” o “Hoffa”. Es decir, “Bridge of Spies” también posee una imagen clásica, pero de muchísimo contraste y negros profundísimos, eso sí, con mucho color y un negativo muy rico, denso y bien expuesto, al que en algunas secciones parece que se le ha aplicado un Bleach-by-pass fotoquímico o digital por la forma en que se comporta el color y el negro, aunque este efecto, en cualquier caso, no sea intrusivo en modo alguno.

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Sobre esa base es sobre la que Kaminski juega a dar su toque personal, a veces con más acierto que en otras: son muy frecuentes los interiores con fuertes haces de luz entrando por las ventanas, que a veces producen destellos cuando la cámara se mueve y los aparatos de luz –de forma muy evidente- inciden sobre las ópticas. Otras veces, permite que se produzcan extrañas entradas de luz (que podrían haber sido evitadas perfectamente) en cámara, mientras que en ocasiones, Kaminski sitúa a los personajes a contraluz, como meras siluetas frente a fuentes de luz intensísimas (como por ejemplo las escenas de Hanks y Ryland conversando), o incluso ubica fortísimas fuentes de luz integradas en los planos que, con el anamórfico, producen los habituales flares horizontales y en forma ovalada, como en la secuencia nocturna en el puente. Sin embargo, lo más discutible es su inconsistente uso de la difusión, de un lado porque parece que alegremente mezcla varios tipos (a ojo: Classic Soft, Pro-Mist, Double Fog y lentes sin difusión) sin razón aparente y, como es un clásico en él, en distintos grados incluso en planos de la misma secuencia. Hay una escena en concreto, aquélla en la que Hanks ofrece el pacto al ayudante del ministro de la RDA en un pasillo, en la que a Kaminski se le va la mano de forma estrepitosa, con una entrada de luz en el fondo, con un filtro (tipo Fog) sobre la lente, en la que parece que todos los personajes han muerto y están esperando entrar al cielo al final de ese pasillo, u otra, como el encuentro entre Hanks y Sebastian Koch en la oficina de éste, en que el grado de difusión en muy fuerte en comparación con el resto del film.

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No obstante, el resto está ejecutado con un oficio tremendo, siempre de forma algo exagerada (como es Kaminski) con noches muy luminosas, rodadas con aparatos gigantescos a contraluz, o cambios muy fuertes en la temperatura de color (hacia tonos fríos) cuando la historia llega a Berlín, incluso con escenas rodadas con un realismo documental –aunque sea en color y en anamórfico- que recuerda a la realidad de “Schindler”, o interiores nocturnos, con cuatro o cinco personajes hablando cosas de espías en penumbra, que están fenomenalmente bien realizados. Y, por supuesto, la cámara de Spielberg nos ofrece una composición emblemática prácticamente en cada fotograma, con generosos planos master en angular y un dominio del lenguaje cinematográfico a la altura única y exclusivamente de los grandes maestros del séptimo arte. Así pues, estéticamente, “Bridge of Spies” es un trabajo de una envergadura enorme, con imágenes y una atmósfera extraordinarias y un clasicismo que retrotrae al mejor cine norteamericano que prácticamente referencia en cada plano y en cada línea de diálogo, a pesar de algunas de las inconsistencias que hemos mencionado en la presente reseña.

Título en España: El Puente de los Espías
Año de Producción: 2015
Director: Steven Spielberg
Director de Fotografía: Janusz Kaminski
Ópticas: Hawk Vintage ’74, V-Plus & V-Lite
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Hawk Scope), 2.4:1
Otros: 4K Digital Intermediate

Vista en DCP

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2015.