The Emerald Forest
Adaptación de unos hechos aparentemente reales, escrita para la pantalla por Rospo Pallenberg, colaborador habitual del cine de John Boorman. Ambientada en Brasil, tiene como protagonista a un ingeniero (Powers Boothe) que trabaja liderando la construcción de una presa en la selva amazónica. Un día, lleva a su mujer (Meg Foster) y a su hijo al lugar de la construcción, pero el niño desaparece entre la vegetación después de encontrarse con una tribu que vive en la selva. Años después el ingeniero parte en una expedición para intentar dar con él en el corazón del amazonas. Se trata de un relato de aventuras de tintes claramente ecológicos o incluso de concienciación de la relación del hombre con la naturaleza mucho años antes que el mismo tema pasase a ser una de las principales preocupaciones de la humanidad. Sin embargo, incluso a pesar del buen trabajo de Charley Boorman como el hijo ya adolescente, la película de John Boorman funciona mejor en el plano trascendental o místico que cuando desciende claramente a la tierra, especialmente en una subtrama final, fusil en mano, casi más propia del cine de Paul Schrader que de un cineasta como el británico. Con todo, “The Emerald Forest” continúa funcionando relativamente bien, a pesar de un tercio final que echa por tierra gran parte del misterio y la ambientación que tan bien funcionan durante los dos primeros tercios del metraje.
El director de fotografía fue el francés Philippe Rousselot [ASC, AFC], quien puede que llamase la atención de John Boorman a través de sus estilizadas imágenes para Jean Jacques Beineix en “Diva” (1981) o en “La lune dans le caniveau” (1983), ya que su filmografía previa tampoco incluye películas de una especial relevancia, más allá de los títulos en los que había sido ayudante de cámara de Nestor Almendros. Con Boorman además debía llegar a un liston tan alto como el que le habían dejado Philip Lathrop, Conrad Hall, Peter Suschitzky, Vilmos Zsigmond, Geoffrey Unsworth, William Fraker o Alex Thomson, que eran los directores de fotografía de las películas anteriores del director. Por supuesto, Rousselot fue una apuesta algo arriesgada que le salió bien, ya que en su siguiente colaboración (“Hope and Glory”, 1987) el francés ya sería nominado al Oscar, premio que ganó en 1992 con “A River Runs Through It”, a las órdenes de Robert Redford. En su filmografía posterior destacan “L’Ours” (J.J. Annaud, 1988), “Dangerous Liaisons” (Stephen Frears, 1988), “Henry & June” (Philip Kaufman, 1990, por la que también fue candidato al Oscar), “Interview With The Vampire” (Neil Jordan, 1994), “La Reine Margot” (Patrice Chéreau, 1994), “The People Vs. Larry Flynt” (Milos Forman, 1996), “Remember The Titans” (Boaz Yakin, 2000) o el inicio de colaboraciones con Tim Burton (“The Planet of the Apes”, 2001), Guy Ritchie (“Sherlock Holmes”, 2009) o «The Nice Guys» (Shane Black, 2016).
“The Emerald Forest” debió de ser un proyecto complicado, puesto que John Boorman, que ya había rodado películas como “Hell in the Pacific”, “Deliverance” o “Excalibur” en plena naturaleza (aunque se tratase de entornos muy diferentes), quiso rodar en esta ocasión en plena selva brasileña y, posiblemente, fuera su idea emplear el formato anamórfico que había usado en la mayor parte de su filmografía. Por consiguiente, Rousselot y su equipo tuvieron que afrontar un rodaje en condiciones probablemente adversas y, además, con lentes y equipos tanto de mayor tamaño y mayor peso, como también, de menor luminosidad a la hora de rodar escenas con bajos niveles de luz. El estilo empleado por el director de fotografía francés es similar al de las anteriores películas de la filmografía de John Boorman, quien siempre había propugnado hasta ese momento fotografías con elementos fuertemente arraigados en el naturalismo, para posteriormente, a veces, introducir imágenes mucho más estilizadas.
Así son por ejemplo los trabajos de Bill Fraker en “The Exorcist II”, que también tiene segmentos fuertemente estilizados pero también otros en los que (posiblemente Boorman) forzó al director de fotografía a capturar la luz disponible, o qué decir de la labor de Alex Thomson en “Excalibur”, precisamente famosa por su mezcla de rodajes en bosques con momentos en los que la magia toma la pantalla por completo. Sin embargo, con Rousselot a los mandos, las imágenes de John Boorman son mucho más naturales, o pretenden serlo, dejando que los momentos más místicos de la película sean mucho más aislados y confíen en efectos visuales o incluso en planos que poco o nada tienen que ver con el resto del metraje (como el imponente plano del águila, que sin embargo podría ser metraje de cualquier otra película).
Lógicamente, llegar a la jungla y realizar un planteamiento naturalista, además rodando en anamórfico, es complejo. Seguramente los cineastas se encontrarían con múltiples días de lluvia y de cielos encapotados, de manera que los niveles de intensidad de luz bajo los árboles y la vegetación fueran tan escasos que el director de fotografía francés seguramente tuvo que recurrir a emulsiones de alta sensibilidad (como la Kodak 5294, de 400 ASA) en lugar de la tradicional Kodak 5247 (125 ASA), e incluso, a tenor de los resultados, es muy probable que incluso la emulsión de alta senbilidad tuviera que ser forzada en el revelado uno o dos pasos. Ello es especulación, pero lo cierto es que las imágenes de “The Emerald Forest” son a veces tan naturales, como otras, tremendamente granuladas, mucho más de lo que probablemente lo serían con una emulsión moderna y no digamos con un rodaje digital.
Es decir, seguramente Rousselot propugnase un rodaje que, en la medida de lo posible, hiciera uso de la luz disponible, siguiendo por ejemplo los pasos de Nestor Almendros en “The Blue Lagoon”, e iluminando cuando los personajes le quedasen completamente en penumbra o cuando fuera necesario para equilibrar los primeros términos de sus imágenes contra los fondos. Pero a veces, los niveles de luz son tan escasos que, quizá, por no iluminar mucho, el grano que aparece en pantalla es completamente exagerado. Es posible que se trata de un defecto magnificado por las modernas e imperfectas transferencias de imagen a Blu-ray o HDTV, pero lo cierto es que llama mucho la atención la fuerte textura granulada que aparece en pantalla cada vez que los niveles de luz son pobres, tanto que cabe cuestionarse si los cineastas tenían acceso a “dailies”, o incluso contacto con el laboratorio durante el rodaje en localizaciones remotas.
Por supuesto, gracias a este aproximamiento, Philippe Rousselot consigue múltiples imágenes de gran calidad, dejando además que la latitud de exposición de la película negativa capte información tanto en las sombras como en las altas luces de manera simultánea. A veces, los niveles de luz son incluso suficientes como para rodar con zooms adaptados a formato anamórfico (cuyas aperturas máximas eran de T4.5). En esos instantes, la imagen y el color verde de la vegetación son muy ricos en pantalla y ofrecen una estética que compite (aunque no iguala) a la de Almendros en la citada película, de Chris Menges en “The Mission” (1986) o incluso otra de un corte similar como “The Thin Red Line” (Terrence Malick, 1998). Pero en cuanto los niveles de luz son escasos, incluso durante las escenas diurnas, el aspecto se malogra por completo. Tampoco mejoran las cosas especialmente algunos momentos de las secuencias finales, como toda la que tiene que ver con el club nocturno, que a su vez es la peor parte de toda la película. En las mismas, Rousselot no asume ningún tipo de riesgo y ofrece un aspecto estándar Hollywoodense, algo raro (para bien o para mal) en el cine de John Boorman, ya que en esas partes la película incluso posee un aspecto demasiado luminoso teniendo en cuenta su ambientación nocturna.
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Así pues, los resultados son irregulares y algo decepcionantes, al menos desde el punto de vista de la calidad de las imágenes, puesto que al menos quien suscribe estas líneas recordaba (de los tiempos del DVD) una imagen naturalista muy perfeccionada, sutil, con un buen uso de los bajos niveles de iluminación y lentes a grandes apertura de diafragma para las secuencias con menor disponibilidad de la luz natural. Pero o bien hay algo tremendamente erróneo en su transferencia a HD, algo que no habiendo visto nunca la copia en 35mm es dificil de asegurar, o bien es que este formato lo que hace es dejar en evidencia defectos que, fuera de una sala cinematográfica y en una resolución estándar, quedaban mucho más ocultos ante la grandeza de algunas de las composiciones de imagen y, por supuesto, de las estupendas localizaciones escogidas por los cineastas para narrar su historia.
Título en España: La Selva Esmeralda
Año de Producción: 1985
Director: John Boorman
Director de Fotografía: Philippe Rousselot, ASC, AFC
Ópticas: Panavision C-Series, Super Panazoom Cooke
Emulsión: Kodak 5247 (125T) & 5294 (400T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Premios: BAFTA a la mejor fotografía (nom)
Vista en HDTV
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