Cleopatra

Adaptación de un libro de C.M. Franzero sobre la vida de la Reina de Egipto, que en manos de la 20th Century Fox, se convirtió en un verdadero despilfarro financiero con un coste de 44 millones de dólares de la época que, a pesar del éxito del film en taquilla, estuvieron a punto de hundir al estudio. Comenzó a rodarse bajo las órdenes de Rouben Mamoulian en Inglaterra, pero pronto el rodaje tuvo que cancelarse, se destruyeron los decorados y volvieron a levantarse en Italia bajo la dirección de Joseph L. Mankiewicz. El film, claramente dividido en dos secciones, se centra en los amores de Cleopatra (Elizabeth Taylor) primero con Julio César (Rex Harrison) y posteriormente con Marco Antonio (Richard Burton), con las consecuencias que tienen ambos en las relaciones Roma-Egipto. Los resultados son buenos y la película muestra gran parte de la enorme inversión en pantalla, pero rara vez muestran el brillo de Mankiewicz a pesar de sus afinados diálogos. Aún así, la película obtuvo cuatro Oscar: mejor fotografía, mejores efectos visuales, mejor dirección artística y mejor vestuario, aunque entre el casting principal únicamente fuera Rex Harrison candidato a los premios. Martin Landau, Roddy McDowall, Cesare Danova o Hume Cronyn, entre otros, completan el reparto.

El director de fotografía fue el norteamericano Leon Shamroy [ASC], el más prestigioso de los operadores que estaban bajo contrato de la Twentieth Century Fox, de modo que se hizo cargo del proyecto después del fallido rodaje de Rouben Mamoulian, que había sido iniciado con el británico Jack Hildyard (“The Bridge on the River Kwai”, 1957) al mando de las operaciones. Shamroy es, junto a Joseph Ruttenberg, el único director de fotografía que ha obtenido cuatro premios Oscar en su profesión, seguido por Winton C. Hoch, Robert Surtees, Vittorio Storaro, Robert Richardson o Emmanuel Lubezki con tres estatuillas cada uno. Shamroy era además un especialista en el uso del color, como prueba el hecho de que únicamente dos de sus catorce nominaciones a este premio -además de sus cuatro Oscar- fueran por trabajos en blanco y negro. Ganó sus premios por “The Black Swan” (Henry King, 1942), “Wilson” (Henry King, 1944), “Leave Her To Heaven” (John M. Stahl, 1945) y por el presente título. Fue un director de fotografía de gran (y se dice, pésimo) carácter, con títulos tan representativos como “Twelve O’Clock High” (Henry King, 1949), además de la primera película en CinemaScope “The Robe” (Henry Koster, 1953), “The King and I” (Walter Lang, 1956), “South Pacific” (Joshua Logan, 1958), “The Agony And The Ecstasy” (Carol Reed, 1965) y nada más y nada menos que “Planet of the Apes” (Franklin J. Schaffner, 1968) casi ya al borde de su retiro en 1970.


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La leyenda dice que Elizabeth Taylor poseía los derechos del formato 5-perf 65mm Todd-AO, desarrollado por el que fuera su difunto esposo, Mike Todd, y la compañía American Optical, de modo que “Cleopatra” fue uno de los films rodados en el mismo, que junto con el clónico Super Panavision 70, seguramente sea el mejor formato en celuloide jamás desarrollado. Empleando lentes esféricas y con una relación de aspecto de 2.21:1, el Todd-AO ofrecía imágenes extraordinariamente nítidas y detalladas, con una resolución infinitamente superior al formato 35mm anamórfico y al 35mm convencional, así como una inmejorable reproducción de color. Exhibiendo en 70mm, las películas rodadas en Todd-AO poseían además seis pistas de sonido magnético. “Cleopatra” fue rodada en decorados construidos por el diseñador de producción John de Cuir y en localizaciones en Italia y en el sur de España, principalmente, bajo tres unidades, la primera a cargo de Shamroy con Joseph Mankiewicz y dos segundas unidades, con fotografía a cargo del francés Claude Renoir y del italiano Piero Portalupi, respectivamente, con Ray Kellogg y Andrew Marton en la dirección. Las secuencias de segunda unidad son a priori fácilmente identificables, aunque estéticamente mantienen un buen nivel de cohesión con el metraje principal a cargo de Shamroy.

La imagen de “Cleopatra” es muy típica tanto del cine de Hollywood de la época, así como del propio Leon Shamroy. Típica de Hollywood porque era una época en la que los negativos apenas alcanzaban una sensibilidad de 50 ASA, de modo que eran necesario enormes niveles de iluminación y grandes aparatos (5KW, 10KW, arcos voltaicos) simplemente para exponer los negativos, y no digamos ya para crear o conseguir determinados efectos. También en “Cleopatra” es típico de Hollywood que dentro de los decorados interiores se realizasen múltiples escenas que simulan ser exteriores diurnos, de tal manera que a las dificultades anteriores, se les añadieran las habituales de recrear en un plató la luz del sol de forma convincente. También es típica de Hollywood, o cuando menos de sus superproducciones, por los grandes escenarios que se emplean, así como por el gran número de extras y/o actores en pantalla que aparecen de manera simultánea, o por la grandiosidad de la puesta en escena de este tipo de secuencias. Siendo el film que es, protagonizado además por una estrella femenina como Elizabeth Taylor -que parece ser que cobró un millón de dólares de la época por su trabajo, cifra desconocida en aquél momento- no es extraño por tanto que “Cleopatra” posea ese aspecto clásico de Hollywood, demasiado limpio, demasiado nítido, a veces demasiado acartonado, del que trataron de huir los directores de fotografía de la siguiente generación en los EEUU. Pero se trata de uno de los mejores ejemplos de ese estilo, a la altura de las obras de Robert Surtees o Freddie Young, aunque la dirección no sea tan inspirada en lo visual.

Decíamos que Shamroy era un especialista en el uso del color y ello se aprecia muy bien, sobre todo, en las excepcionales secuencias nocturnas. Todo el film está rodado a diafragmas de al menos T5.6, lo cual a 50 ASA exige mucha luz. Siendo imposible, por lo tanto, que las antorchas y fuegos que aparecen en pantalla iluminasen el decorado, Shamroy lo que hace es mezclar dos tipos de luz: de un lado, una luz de tungsteno ligeramente más cálida de lo normal, que precisamente simula su procedencia de ese tipo de fuentes y, por otro, con arcos voltaicos, que eran luces día, más gelatinas Full CTB, Shamroy simula la luz de la luna con el clásico tono azulado de Hollywood que más por convención y costumbre del espectador que por su realismo, funciona a la perfección. De esta manera, generalmente la luz cálida es la dominante y Shamroy deja que la azulada bañe el lado más cercano a cámara del rostro de los actores y, sobre todo, los fondos, a los que dota de mucha profundidad. También hay espacio para algunas luces verdes, en la secuencia del sueño de Cleopatra que cierra la primera mitad de la obra, o colores más anaranjados, pero generalmente el esquema descrito es el que se repite, en mayor o menor medida, en las secuencias nocturnas, siempre evitando eso sí que los rostros se vean completamente azules. En las secuencias interiores diurnas, múltiples aparatos tratan de rellenar los grandes decorados con efectos relativamente buenos, aunque a veces aparecen excesivas sombras en los suelos. Los exteriores también son muy clásicos, situando a los actores con luz frontal o cenital, sin miedo a las horas centrales del día, rellenándolos con las luces de arco para evitar sombras, de tal manera que se consigue una perfecta reproducción de los cielos en todo momento, que lucen muy azulados, aunque algunas veces se trate de fondos (muy bien) pintados e integrados con la luz real de cada tomas y la parte final con Marco Antonio esté resuelta, de manera muy obvia, con metraje de segunda unidad y un doble en las Dunas del Cabo de Gata (Almería) y la primera unidad con Richard Burton en interiores de plató.

Lo mejor del trabajo de Shamroy, de todas formas, son los planos de Elizabeth Taylor, en los que el veterano operador ofrece una lección de cómo fotografiar a la actriz (siempre con luz frontal, más o menos alta, generalmente a noventa grados con respecto a la cámara, como si procediera del lugar al que mira la intérprete) en una gran variedad de situaciones. Al contrario por ejemplo que Robert Krasker en “El Cid” (1961) o “The Fall of the Roman Empire” (1964), en las que el director de fotografía tenía una situación parecida, por su estatus de estrella y reclamo, con Sophia Loren, Shamroy integra mejor la relación “luz del decorado vs. luz de la actriz”, ya que en los títulos de Anthony Mann es más evidente que una va por un lado y la otra, por otro, mientras que con Shamroy ello no es tan obvio. En este aspecto probablemente ayude que Joseph L. Mankiewicz, seguramente confiando también en la gran resolución del formato Todd-AO, no fotografía primeros planos, sino que estos son más bien medios, o lo que hoy en día entenderíamos por tales, ya que los actores nunca o rara vez llenan la pantalla con sus rostros. Pero sin embargo, el principal hándicap visual del film también es el propio director, muy buen guionista y director de actores, pero menos capacitado para mover la cámara con interés, componer en todo lo ancho del formato o incluso, a los lados del mismo, con un exceso de planos medios centrados que no aprovechan por completo el esplendor del Todd-AO. Y ello, además de las inspiraciones de un David Lean, es lo que separa sobre todo a “Cleopatra” de “Lawrence of Arabia” (1962), de cuya chispa y brillo en la dirección y puesta en escena, por mucho oficio que posea, carece el presente film.

Título en España: Cleopatra
Año de Producción: 1963
Director: Joseph L. Mankiewicz
Director de Fotografía: Leon Shamroy, ASC
Emulsión: Kodak 5251 (50T)
Formato y Relación de Aspecto: 5-perf 65mm (Todd-AO), 2.4:1
Otros: fotografía de segunda unidad de Claude Renoir y Piero Portalupi. Efectos especiales fotográficos de Emil Kosa, Jr. y L.B. Abbott, ASC.
Premios: Oscar a la mejor fotografía.

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