Planet of the Apes
Adaptación de una novela de Pierre Boulle («El Puente Sobre el Río Kwai»), escrita para la pantalla por Michael Wilson («Lawrence of Arabia») y Rod Serling («Twilight Zone»), acerca de unos astronautas cuya nave sufre un accidente de regreso a la tierra y va a parar a un extraño y árido planeta, en el que los humanos son mudos y esclavos de los simios, que son los gobernantes. El resultado es un film que, si se desconoce su famosísima resolución, es muy sorprendente y original, que se ve beneficiado por un carismático Charlon Heston en uno de sus papeles cargados de estoicismo, por un soberbio maquillaje de John Chambers, estupendas secuencias de apertura y localizaciones en el entorno del río Colorado (Utah y Arizona), así como en el desaparecido rancho de la 20th Century-Fox y, como no, por la magnífica banda sonora atonal de Jerry Goldsmith, el cual realizó aquí uno de sus mejores trabajos. Por todo ello, «Planet of the Apes» es un indiscutible clásico de la ciencia-ficción.
El propio jefe del estudio, Richard D. Zanuck, fue quien asignó al director de fotografía encargado de rodar el film, el veterano Leon Shamroy [ASC], que era el operador estrella de la Fox. Parece ser que Heston y Schaffner protestaron ante tal decisión, ya que el actor y el director, que ya habían coincidido en la estupenda «The War Lord» (1965), temían que Shamroy causase los mismos retrasos que, según el actor, había causado en «The Agony and the Ecstasy», que Heston protagonizó. Parece ser que, finalmente, el rodaje se desarrolló sin problemas después de que Zanuck hablase personalmente con Shamroy, a pesar del carácter dificil de éste, que junto a Charles Lang mantiene el récord de nominaciones al Óscar en la categoría de mejor fotografía (18) y, con Joseph Ruttenberg, el máximo de premios (4) logrados por un operador. Shamroy era un especialista en el uso del color, así como en el empleo de los formatos panorámicos (entre ellos, el CinemaScope 55 y Todd-AO), habiendo sido el primer operador en rodar un film en anamórfico en 1953, con «The Robe», que supuso el estreno del CinemaScope. Era, por tanto, un peso pesado de la industria, así como un director de fotografía con fama de imponerse sobre todos sus directores, a los que, por increíble que parezca, indicaba dónde podían colocarse los actores o la cámara, o más específicamente, dónde no.
El film comienza con una serie de exteriores muy áridos, en los que la fotografía de Shamroy se caracteriza por la práctica ausencia de color, más allá de los tonos terrosos. Una decisión curiosa es que los cielos, aunque son azules, no lo son en exceso, estando algo sobreexpuestos, seguramente para tratar de ocultar el verdadero lugar en el que transcurre la historia. La utilización de la luz artificial para rellenar a los actores es la habitual en la época, por lo que lo que más destaca de esta sección del film, además del extraordinario partido que se obtiene de las localizaciones, es el uso de algunas tomas amplísimas para mostrar a los personajes como diminutos puntos en el paisaje. Poco a poco, la película se va moviendo a un entorno más colorido y con más vegetación, en el que lo que destaca también es el estupendo y minimalista decorado de William Creber y Jack Martin Smith, los cuáles, inspirándose en Gaudí, edificaron la ciudad de los simios en localización y sus interiores en platós de estudio. En éstos, Shamroy realiza también un trabajo muy típico, con mucho oficio y solvencia, pero empleando altos niveles de iluminación y luces duras sin inspiración alguna. De hecho, Shamroy era conocido por sus mezclas de luz azul en los exteriores y luz cálida en interiores iluminados por velas, antorchas, etc. pero aquí, excepto un ligero apunte en ese sentido en la escena en que el Dr. Zaius se queda a solas con el personaje de Heston, la iluminación de los interiores ni siquiera sugiere el momento del día. También hay una noche americana, que está bien resuelta y algunos escasos momentos con contraluces que dejan a los actores en silueta, precisamente para salirse del aspecto general y destacar, aunque son muy pocos y no tienen continuidad ni siquiera dentro de las propias secuencias en que se enmarcan.
El trabajo de cámara es bueno y en el mismo destacan, de forma especial, dos aspectos; el primero de ellos es la utilización de la cámara al hombro para diversas tomas subjetivas (por ejemplo, de los astronautas ascendiendo una montaña de tierra en el desierto), con tomas montadas entre tomas fijas, creando un notable efecto, así como un abrupto uso del zoom, a veces con mucho acierto y otras de forma que ha quedado desfasada. Los efectos especiales fotográficos, a cargo de L.B. Abbott [ASC], Art Cruickshank y Emil Kosa, alternan momentos en que son invisibles con otros en los que se percibe el escaso presupuesto de la cinta, o al menos, que gran parte del mismo se tuvo que destinar al maquillaje.
El resultado global, a nivel visual, por lo tanto, es bueno, por detalles de la puesta en escena y del oficio de todos los implicados. Quizá, si no es mejor, se deba a que Shamroy era ya un hombre muy mayor, e incluso muy de la vieja escuela, de ahí que el film haga uso de un estilo anticuado que ni suma ni resta especialmente, aunque cabe mencionar que el propio Franklin J. Schaffner fue un director que generalmente trabajó con operadores cuyos estilos no eran, precisamente, muy innovadores (Russell Metty, Fred Koenekamp, Freddie Young o Ernest Day), con la notable excepción del francés Henri Decae.
Título en España: El Planeta de los Simios
Año de Producción: 1968
Director: Franklin J. Schaffner
Director de Fotografía: Leon Shamroy, ASC
Emulsión: Kodak 5251 (50T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.35:1
Vista en Blu-ray
© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2014.