The Servant

Brillante adaptación de una novela de Robin Maugham, con la que Joseph Losey, cineasta norteamericano exiliado en Inglaterra, inició su trilogía de películas escritas por Harold Pinter. La historia está centrada en Tony, un hombre de clase alta (James Fox) que se muda a una nueva y lujosa vivienda en Londres. Para hacer su vida más cómoda y acorde a su estatus social, contrata a un mayordomo (Dirk Bogarde) para servirle. Pero a pesar de las advertencias de su prometida (Wendy Craig), que parece intuir algo oscuro en el sirviente, Tony hace caso omiso e incluso permite que la hermana de éste (Sarah Miles) se instale a vivir con ellos de manera temporal. Gracias al fenomenal texto de Pinter –que situa a los cuatro personajes principales en constante conflicto- y a las excelentes interpretaciones del cuarteto protagonista, “The Servant” es una gran película y muy atrevida para su época, por su sátira de los estamentos sociales británicos e incluso por su contenido sexual, por lo que es considerada una de sus mejores obras de su autor y uno de los más recordados roles de Bogarde.

El director de fotografía fue Douglas Slocombe [BSC], el operador británico clásico que es más conocido para el gran público por sus cuatro colaboraciones con Steven Spielberg hacia el final de su carrera: la fotografía adicional (la secuencia de la India) de “Close Encounters of the Third Kind”, así como, especialmente, la trilogía original de Indiana Jones: “Raiders of the Lost Ark”, “The Temple of Doom” y “The Last Crusade”, a las que impregnó de su estilo habitual, forjado en el blanco y negro, de un modo que resultó inconfundible en la década de los 80. Pero antes de su relación con Spielberg, Slocombe (nacido en 1913) era un prestigioso operador de la industria británica con un amplio currículum a sus espaldas, con una carrera como director de fotografía que se remonta a los años 40, pero que empezó a destacar seriamente y aparecer en las listas de nominados y premiados a raíz de esta película, la primera de las dos que hizo con Losey. Después destacó junto a John Guillermin en dos films bélicos (“The Guns At Batasi” y “The Blue Max”) y Roman Polanski, en “The Fearless Vampire Killers”. Su etapa de esplendor incluye títulos como “The Lion in Winter” (Anthony Harvey) o “Travels with my Aunt” (George Cukor, 1972), por la que recibe su primera nominación al Óscar. En los 70 trabaja también con Norman Jewison en “Jesus Christ Superstar” y “Rollerball”, además de con Fred Zinnemann en “Julia” (1977), su tercera nominación al Oscar. En los 80, siendo ya muy veterano, además de su colaboración con Spielberg, tiene tiempo de fotografiar “Never Say Never Again” (1983), la vuelta de Sean Connery al personaje de James Bond.

Además de ser un film bellamente escrito e interpretado, “The Servant” también destaca por el brillante modo en que está rodado. Usando principalmente decorados de estudio (con diseño de producción de Richard MacDonald), Losey, Slocombe y el operador habitual de cámara de casi toda la carrera de éste, Chic Waterson, filman la acción de manera muy precisa, pero empleando movimientos de cámara complejos que siempre destacan por la perfección con que están ejecutados, bien se trata de travellings que incorporan movimientos de cámara, panorámicas o tomas estáticas cuyos resultados forzosamente llevan a pensar que se trata de una puesta en escena en la que un trabajo de planificación previo muy intenso es la base de su éxito, además de un inmenso oficio para ejecutarla de manera tan brillante. Es un film además en el que Losey utiliza mucho la profundidad, bien sea para situar a personajes en el fondo del decorado con elementos u otros personajes en primer término, o bien a través de múltiples planos en los que los espejos –produciendo un efecto de ojo de pez- deforman a los personajes o permiten verlos en el mismo encuadre.

El estilo de iluminación de Slocombe muestra todas sus virtudes como director de fotografía, en una época en la que aún empleaba mejor el blanco y negro, como en este caso, que el color. Ello se debe a que lo que aprendió de sus maestros (especialmente Wilkie Cooper) era la luz dura típica de estudio, con el esquema básico de los tres puntos de luz (principal, contraluz y relleno) a fin de crear mucho contraste y reforzar las separaciones tonales. A través de ellas, además de por la brillante labor de composición de imagen, siendo un film rodado con aperturas de diafragma muy pequeñas (quizá a veces hacia un T/8.0) en el que gran parte del decorado está casi completamente enfocado, Slocombe y Losey consiguen dirigir la mirada del espectador hacia el lugar exacto en el que se encuentra la acción. Esta forma clásica de iluminar, que conlleva niveles de luz muy altos (a pesar que las emulsiones de blanco y negro de la época, como la Kodak Double-X 5222, eran mucho más sensibles a la luz -200 ASA- que sus equivalentes en color -50 ASA-) incluso para la época, también supone que los juegos de luces y sombras son mucho más controlados por el operador: donde Slocombe pone luz, la imagen se ve perfectamente, pero donde no pone o apenas rellena el negro es mucho más puro y profundo, ya que se encuentra varios diafragmas por debajo en una fuerte subexposición.

Los resultados son brillantes, porque además Slocombe no se limita a recrear ese esquema de tres puntos de luz (aunque lo sigue) como si fuera un manual, sino que además hasta cierto punto justifica la procedencia de la luz principal, bien sea en los ventanales en las escenas diurnas, o en las fuentes presentes en el decorado en las nocturnas. No se trata aún así de un estilo naturalista, ni mucho menos, sino de un estilo clásico y teatral que es sensible a la realidad, a pesar que a veces las convenciones del cine de la época (primeros planos con mucho relleno, difusión en los planos cortos de las actrices) hagan acto de presencia. Pero precisamente, esa teatralidad es la que permite momentos de absoluta brillantez en la que la narrativa o la puesta en escena no es ya que confíen en la luz, sino que la utilizan como base para mostrar lo que está ocurriendo, como en esa genial escena en la que la silueta de Bogarde, arriba de las escaleras, es proyectada hacia una pared revelando a sus empleadores lo que está ocurriendo realmente en su casa. Por todo ello, se trata de uno de los mejores trabajos de este director de fotografía, que sin embargo hasta bien entrados los años 70, por su clasicismo, aún no había repetido en color los logros que sí había sido capaz de obtener en blanco y negro.

Título en España: El Sirviente
Año de Producción: 1963
Director: Joseph Losey
Director de Fotografía: Douglas Slocombe, BSC
Ópticas: Cooke Speed Panchro, Angenieux 25-250mm T3.9
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.66:1
Premios: BAFTA a la mejor fotografía británica, British Society of Cinematographers

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