Raiders of the Lost Ark

Homenaje al cine y los viejos seriales de aventuras de los años 30 y 40, producido por George Lucas, escrito por Lawrence Kasdan y dirigido por Steven Spielberg, con Harrison Ford en el papel de Indiana Jones, un arqueólogo norteamericano que, en 1936, debe encontrar el Arca de la Alianza, en el que se supone que se encuentran los Diez Mandamientos, antes que los nazis se le adelanten y con ello consigan obtener el gran poder que encierra el Arca. Tomando también muchos elementos básicos de la serie Bond –parece ser que dirigir una de estas películas era un sueño de juventud de Spielberg-, el realizador de “Jaws” consiguió uno de sus títulos más emblemáticos, del que hasta la fecha ha dirigido tres secuelas, gracias al encanto de sus localizaciones, del personaje principal, de la música de John Williams y, sobre todo, al clasicismo de la propuesta, que es una de las cumbres del cine comercial de calidad, apto para todos los públicos y para todos los tiempos. Karen Allen, Paul Freeman, John Rhys-Davies, Delholm Elliott y Alfred Molina, en su debut cinematográfico, completan el reparto de la película.

El director de fotografía de la película fue el veterano británico Douglas Slocombe [BSC], quien ya había trabajado con Steven Spielberg en la secuencia de la India de “Close Encounters of the Third Kind”, rodada algún tiempo después del rodaje principal, que había estado comandado por el húngaro Vilmos Zsigmond [ASC]. Fueron varios los operadores que ayudaron a terminar la película –Zsigmond no pudo hacerlo porque se enfrentó seriamente con la productora Julia Phillips-, pero entre ellos, fueron William Fraker y Slocombe los que más agradaron al realizador, que como muestra de gratitud les ofreció sus dos siguientes proyectos. Después de que Fraker se hiciera cargo de “1941” (1979), a Slocombe le llegó el turno con este film, rodado en localizaciones en Hawai, Túnez, Francia -La Rochelle, compartiendo decorados con la producción alemana “Das Boot” (1981) y en los estudios ingleses de Elstree. Debido a que, como indicábamos, “Raiders of the Lost Ark” está planteada como una mezcla de los seriales en blanco y negro de los años 40 y las aventuras de un héroe al estilo de James Bond, de modo que la contratación de un operador clásico británico como Slocombe, famoso por sus colaboraciones con Joseph Losey («The Servant»), Anthony Harvey («The Lion in Winter»), Norman Jewison («Jesus Christ Superstar», «Rollerball»), Roman Polanski (“The Fearless Vampire Killers”), Jack Clayton (“The Great Gatsby”), John Guillermin (“The Blue Max”) o George Cukor (“Travels With My Aunt”, su anterior nominación al Oscar).

Contando con financiación y producción de George Lucas (cuya empresa Industrial Light & Magic se hizo cargo de los efectos visuales) y un colorido diseño de producción de Norman Reynolds, Steven Spielberg pretendía que la fotografía de “Raiders of the Lost Ark” tuviera una atmósfera de cine negro en color, con fuertes contrastes y sombras muy profundas y expresionistas, un poco a caballo entre el clasicismo y la modernidad que en aquél entonces su cine representaba como ninguno. Así pues, todo el film tiene un curiosísimo planteamiento híbrido, que no es ni el puro Slocombe ni el puro Spielberg, pero que, de alguna forma, termina representando lo mejor de ambos. A modo de ejemplo, el film se inicia con una secuencia rodada en la jungla de Hawaii. Los personajes se encuentran en una zona de oscuridad, puesto que la maleza no permite que los rayos del sol penetren en la misma. Sin embargo, en los fondos, el sol incide con dureza. Cualquier operador moderno hubiera sobreexpuesto los fondos prácticamente al límite y, para evitar que los personajes quedaran en excesiva silueta, hubiera empleado una suave luz de relleno para reducir la intensidad de las sombras. Pero Slocombe hace lo opuesto: expone para que el fondo luzca correcto y utiliza grandes unidades de luz artificial (arcos, HMI o 10KW), directas y sin difuminar, sobre los actores. En cambio, en sus exteriores en el desierto de Túnez, rueda múltiples escenas a contraluz y sin relleno, como si se tratara de Allen Daviau, quien pronto se convertiría en el operador predilecto de Spielberg en los 80.

Más allá de los extremos, lo cierto es que la fotografía de exteriores de “Raiders of the Lost Ark” es muy clásica y está basada en dos aspectos: una perfecta reproducción del color, siempre muy puro y saturado, así como una clara pretensión de mostrar los cielos azules siempre que es posible, como mandában los cánones de las décadas anteriores. Por ello, es muy frecuente que Slocombe exponga para una perfecta reproducción de los cielos, lo que obviamente hace que los personajes queden subexpuestos, lo que el británico soluciona empleando luz artificial sobre los mismos. Pero en lugar de equilibrarlos a la perfección, al estilo clásico, los deja algo subexpuestos, lo cual crea una apariencia mayor de naturalidad. Y por supuesto, cuando llega el momento de rodar los grandes exteriores desérticos, Slocombe no tiene el menor problema en escoger el mejor momento del día, con luz lateral o contraluz cuando el sol ya está muy bajo, evitando las horas centrales de la jornada y, como decíamos, si es preciso, no utilizar en absoluto relleno artificial, confiando en la amplia latitud de exposición de la emulsión Kodak 5247.

Los interiores de la película también representan esa mezcla de clasicismo expresionista y modernidad; Slocombe siempre emplea luces duras y dirigidas sobre los personajes, que a veces parecen esculpidos en luz, pero en muchas ocasiones parte de una concepción realista o de justificación de fuentes lumínicas como base para su estilo. A modo de ejemplo: la clase en la que Indy imparte sus lecciones, con la luz entrando por las ventanas; el interior en el que se reencuentra con Marion, con la imitación de la luz del fuego de la chimenea; o los interiores en el Pozo de las Almas, con el rayo solar creado con luz artificial que indica a Indy dónde se encuentra el Arca. Este estilo a veces implica que la luz principal es lo que llamaríamos una única fuente de luz, muy intensa, que en el cine moderno suele ser suave y contrastada, pero que en Slocombe es dura y aún más contrastada. Y si en el cine moderno esta luz suele utilizarse sola o muy poco complementada, el operador británico la emplea aquí en conjunción con múltiples fuentes adicionales: contraluces muy intensos, luz de contorno, relleno, etc. casi todas, excepto precisamente el relleno, como luces directas y sin difuminar. Todo esto es lo que permite una riqueza extrema del color, fuertes contrastes, claroscuros y una gran profundidad, ya que Slocombe –hecho que incluso sorprendía a Spielberg en el decorado- era aficionado a utilizar niveles de luz muy altos, para posteriormente, empleando diafragmas cerrados y bajando la copia al positivar, obtener el nivel de luminosidad adecuado en las copias de exhibición y una notable profundidad de campo teniendo en cuenta el uso del formato panorámico anamórfico.

Los resultados, en términos generales, son óptimos, puesto que Slocombe –que siempre fue un buen operador, pero nunca había sido considerado un número uno en su país- dio aquí su mejor nivel y aportó un enorme oficio y clasicismo a la propuesta, más como añoranza de la época recreada que como recurso estético. Y por supuesto, el trabajo de cámara de Steven Spielberg es tan bueno como en todos sus films, pero más vistoso aún si cabe por lo exótico de las localizaciones, lo brillantes que son las escenas de acción o por la solidez e interés de la historia que cuenta en pantalla, que hace que la película sea una de las cumbres del cine de aventuras de todos los tiempos.

Título en España: En Busca del Arca Perdida
Año de Producción: 1981
Director: Steven Spielberg
Director de Fotografía: Douglas Slocombe, BSC
Ópticas: Panavision C-Series
Emulsión: Kodak 5247 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: fotografía adicional de Paul Beeson, BSC
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom), BAFTA a la mejor fotografía (nom)

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2014.