Phantom Thread

Octava película de Paul Thomas Anderson, el cineasta californiano (otrora joven prodigio) autor de títulos emblemáticos como “Boogie Nights” o “Magnolia”, que aquí sigue la senda del interés en hacer un tipo de cine diferente, algo que ya inició con títulos como “There Will Be Blood”, “The Master” e “Inherent Vice”, aunque los resultados del presente son muy superiores a los de este último, quizá el peor de todos los firmados por Anderson hasta la fecha. Como nos tiene acostumbrados Daniel Day-Lewis, la película versa sobre el personaje que éste encarna, con el actor una vez más convirtiéndose en el mismo: ambientada en Londres en los años 50, el actor interpreta a un modisto que hace vestidos para las damas más distinguidas e incluso la realeza británica, pero tiene una vida llena de contradicciones. Un día conoce a una chica (Vicky Krieps) que trabaja de camarera en un restaurante y, tras invitarla a cenar, la convierte en su musa y amante, con la creciente dicotomía de si entregarse a su amor o bien continuar con su monacal dedicación al trabajo, siempre bajo la atenta mirada de su hermana (Lesley Manville). El Anderson de “Phantom Thread” carece de la chispa e incluso de la garra y frescura de sus primeros trabajos, que son (conscientemente) sustituidos por una narrativa seria y severa que lo empajera más con Bergman o Kubrick que con los Scorsese o Altman con los que siempre se le comparó. Day-Lewis realiza su habitual y excepcional labor en un film cuyo interés y dramatismo avanza notablemente a medida que pasan los minutos, hasta alcanzar un final glorioso, perverso e inesperado, todo ello bajo la portentosa partitura de Jonny Greenwood.

De las siete películas anteriores de Paul Thomas Anderson, seis de ellas (“Sydney”, “Boogie Nights”, “Magnolia”, “Punch Drunk Love”, “There Will be Blood” e “Inherent Vice”) han sido fotografiadas por el norteamericano Robert Elswit, un buen operador que sin embargo siempre ha ofrecido su máximo nivel a las órdenes de Anderson, a pesar que fuera de su órbita tiene trabajos de interés como “Michael Clayton” (2007) o “Nightcrawler” (2014), además de dos entregas de la serie “Mission: Impossible” e incluso un James Bond (“Tomorrow Never Dies”). El título que no fotografió Elswit para Anderson fue “The Master”, siendo sustituido por el rumano Mihai Malaimare Jr. En esta ocasión Elswit tampoco se encontraba disponible al parecer, por lo que Anderson, en lugar de buscar un nuevo director de fotografía, ha preferido realizar una colaboración más estrecha con su equipo habitual, el operador de cámara Colin Anderson (que lleva con él desde “There Will be Blood”) y el gaffer Michael Bauman, que siendo un habitual de Robert Elswit en los últimos años, ya trabajó con P.T. Anderson en “Inherent Vice”. Bauman está acreditado como “Lighting Cameraman”, el término británico clásico destinado a los directores de fotografía, que se ocupaban exclusivamente de la luz, mientras que el “Operating Cameraman” movía la cámara y trabajaba la puesta en escena con el realizador. Sin embargo, aunque los rumores indicaban que el propio director de fotografía era el director, éste se apresuró a desmentirlo, indicando que se trata de una labor de equipo sin un director de fotografía propiamente dicho.

La imagen de “Phantom Thread” es propia de la evolución estética del cine de Paul Thomas Anderson, quien además en los últimos años se ha convertido en uno de los máximos defensores de la adquisición fotoquímica en negativo, junto con otros grandes de la industria como Quentin Tarantino o Christopher Nolan. Anderson, que también coqueteó con los 65mm en “The Master” y anteriormente se hizo un nombre por su utilización del formato anamórfico en las películas que le hicieron famoso, rueda aquí sin embargo su tercer título consecutivo renunciando a una relación de aspecto panorámica, empleando el convencional formato de 35mm esférico componiendo para 1.85:1. Dicen los cineastas en entrevistas que una de las principales preocupaciones de Anderson era evitar que el film, por su ambientación y el período que trata, se pareciese estéticamente a “The Crown”, por la limpieza de su estética digital. Por eso “Phantom Thread” tiene una fuerte textura fotoquímica, fruto de rodar forzando el negativo para provocar colores y un contraste más intensos, así como un grano más aparente en pantalla, aunque en este caso (se negó en anteriores) P.T. Anderson ha accedido a finalizar el film mediante un Digital Intermediate, por más que también defienda y promueva la exhibición en celuloide (tanto “Inherent Vice” como “Phantom Thread” han tenido alguna copia hinchada a 70mm desde su negativo de 35mm).

A nivel de luz, “Phantom Thread” se parece más que nada en la filmografía de Anderson a los interiores de “The Master”, en tanto que los cineastas se prodigan mucho en introducir fuertes e intensos haces de luz desde el exterior de las ventanas, aunque siempre muy suavizados mediante sedas y una densa difusión que hace que el efecto de los grandes aparatos situados fuera quede siempre muy tamizado. A fin de reducir el contraste y ensuciar la imagen global, Anderson y su equipo utilizan mucho humo en la mayor parte de los interiores, lo que añadido a que han recurrido a lentes Panavision antiguas (la serie Super Speed “Z”, es decir, cristal Zeiss con mecánica Panavision, similar a los Zeiss Standard y Superspeed de la época) hace que el contraste sea un poco más reducido y que el film tenga cierta tendencia (cuando se rueda hacia las ventanas o fuentes de luz muy intensas) a mostrar flares, velos y algún que otro destello. Los Super Speed “Z” son lentes que, empleadas en torno a T2.8, resultan parecidas a los Ultra Prime, aunque ofrecen una imagen algo más lavada, especialmente como son usadas aquí. El resultado es un film que efectivamente se aleja de “The Crown” en cuanto a textura, aunque en su conjunto también hay que indicar que no se despega de la tendencia del cine moderno de iluminar cada plano de la manera más perfecta posible, dejando poco espacio para la aleatoriedad que se producía en el cine de los Bergman o Kubrick que evoca Anderson.

Los resultados, a pesar de no contar con un director de fotografía propiamente dicho, son buenos, con muchos momentos que evidencian que, quien quiera que estuviera al mando del apartado estético, sabía muy bien lo que hace: tómese nota por ejemplo de las tomas exteriores “casi” nocturnas que hacen uso de los últimos instantes de la luz solar en el cielo para ser convincentes como noche pero no requerir tanto despliegue de luz como una noche cerrada, o de las suaves mezclas de temperaturas de color que ofrece continuamente el film (un leve azul en el exterior de las ventanas en las escenas nocturnas, o blanco en las diurnas, dejando que los interiores sean algo más dorados, etc.). El film también ofrece bastante luz integrada en las localizaciones, como por ejemplo la luz cenital del estudio del protagonista o de la cocina en la que tiene lugar el grandioso final… pero quizá posea una imagen demasiado luminosa o sobreexpuesta, circunstancia que más que achacarse a la ausencia de un director de fotografía, es claramente una decisión artística, ya que aunque todo el material se hubiera sobreexpuesto por error o por seguridad de los cineastas, ello podría haber sido corregido en el Digital Intermediate. Pero aún así, “Phantom Thread”, que además está filmada –aunque de manera más contenida- con la habitual clase de Anderson, es un film que ofrece mucho en todos los niveles y siempre muy bueno, aunque hubiera sido curioso ver qué hubiera hecho con este mismo material y estos mismos medios bien un nuevo director de fotografía o el propio Robert Elswit.

Título en España: El Hilo Invisible
Año de Producción: 2017
Director: Paul Thomas Anderson
Director de Fotografía: Sin Acreditar
Ópticas: Panavision Super Speed “Z” Series MKII
Emulsión: Kodak 5213 (200T) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Otros: Digital Intermediate

Vista en Blu-ray

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