Hard Eight / Sydney

Debut en la dirección del cineasta norteamericano Paul Thomas Anderson, quien con solo veintiséis años llevó a la pantalla una historia que gira en torno a un viejo jugador (Philip Baker Hall), que ayuda a un hombre (John C. Reilly) que no tiene dinero para pagar el funeral de su madre, lo cual los une en amistad. Años después, el jugador tratará de hacer lo mismo con una joven (Gwyneth Paltrow) que trabaja de camarera en los casinos de Reno, aunque un extraño suceso y el jefe de seguridad de uno de estos locales (Samuel L. Jackson) complicarán mucho las cosas. Parece ser que Anderson no tuvo el control absoluto sobre el montaje de esta película y que incluso el título original (“Sydney”) fue modificado para su estreno norteamericano y sustituido por “Hard Eight” (que hace referencia a una jugada en la que se apuesta todo al ocho, y en la que ambos dados deben mostrar un cuatro), pero aún así, tanto su evidente talento para la puesta en escena, como para la dirección de actores y los diálogos están extraordinariamente presentes. La resolución quizá es el punto más flojo de la película, pero ni aún así se empañan sus buenos resultados.

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El director de fotografía de la película fue Robert Elswit [ASC], un operador norteamericano que tras iniciarse en Hollywood formando parte de los equipos de efectos visuales de Industrial Light & Magic, dio el salto como primer operador a comienzos de los años 80. En el momento en que su carrera profesional se junto con Anderson, Elswit era aún un operador que luchaba por abrirse un hueco en el cine de los estudios y que alternaba algún éxito aislado, con “The Hand that Rocks the Cradle” (1993) y “The River Wild” (1994) –ambas dirigidas por Curtis Hanson- quizá como sus títulos más destacados hasta la fecha. Después de “Sydney”, vendrían “Boogie Nights” (1997), “Magnolia (1999), “Punch-Drunk Love” (2002), “There Will Be Blood” (2007, Oscar a la mejor fotografía) e “Inherent Vice” (2014), sus celebradas colaboraciones con el director nacido en Los Ángeles, que le sirvieron para que su carrera arrancara en paralelo a través de títulos como “Tomorrow Never Dies” (Roger Spottiswoode, 1997), “8mm” (Joel Schumacher, 1999), “Good Night, And Good Luck” (George Clooney, 2005, nominación al Oscar), “Michael Clayton” (Tony Gilroy, 2007), “The Town” (Ben Affleck, 2010), “Mission Impossible: Ghost Protocol” (Brad Bird, 2012) o “Nightcrawler” (Dan Gilroy, 2014), entre otras.

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Trabajos posteriores de Paul Thomas Anderson le han confirmado tanto como un firme defensor del celuloide (no solo se niega a rodar en digital, sino que rehuye que sus películas sean etalonadas digitalmente, e insiste en finalizarlas fotoquímicamente, a la manera tradicional) como del formato panorámico anamórfico, que ha usado en todos sus títulos desde “Boogie Nights” hasta “There Will Be Blood”. Las excepciones, hasta la fecha, han sido “The Master” (rodada en 65mm) e “Inherent Vice”, ya que parece ser que los retratos de época le gustan más en formato estándar 1.85:1. Sin embargo, por razones de presupuesto, “Sydney” tuvo que ser rodada en formato Super 35, esto es, en celuloide y formato panorámico, pero con ópticas esféricas en lugar de anamórficas, ya que parece ser que la producción no podía hacerse cargo del alquiler de las mismas.

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En cualquier caso, como sucedía en “Casino” (Martin Scorsese, 1995), “Sydney” está rodada en el interior de salas de juego con sus típicas mezclas de luces de neón y, salvo que las apariencias engañen, en gran medida los cineastas utilizaron la luz disponible en el interior de los mismos como sus luces principales en la mayoría de los casos. Por lo tanto, las lentes esféricas seguramente le venían muy bien a Elswit, como a Robert Richardson un año antes en la película de Scorsese, para poder trabajar a aperturas de diafragma algo mayores y poder rodar a los niveles de luz que marcaba cada localización, en contraposición a elegir un diafragma y construir su propia luz partiendo de cero. Por supuesto, Elswit tamiza y matiza la iluminación dentro de las salas de juego, con telas y banderas para bloquear lo que no le interesa, o añadiendo aparatos fresnel y sobre todo fluorescentes para que incidan sobre los personajes, especialmente cuando la cámara de Anderson se mantiene estática.

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En este aspecto, Anderson ya ofrece muestras de su gusto y su talento por los planos-secuencia, como los que muestran a Philip Baker Hall entrando y saliendo del motel en el que tiene lugar un giro importante de la narrativa, mientras que Elswit y su equipo hacen todo lo posible por ejecutarlos de la manera más correcta posible dentro de sus limitaciones de producción. Quizá éstas no se perciban demasiado (excepto un desenfoque muy evidente de Baker Hall antes que le abran la puerta en la citada escena) y lo peor de la película, a nivel estético, sea su exceso de luz. Aunque Reno –como Las Vegas- es una ciudad luminosa, Elswit utiliza quizá demasiada luz azulada de HMIs en sus exteriores nocturnos, pero incluso también en sus interiores, como en la escena entre Baker Hall y Samuel L. Jackson hacia el final de la proyección. Por todo ello, se trata de una película bien resuelta a nivel estético, pero sin crear un ambiente en particular, en la que se observa que Anderson, desde sus inicios, poseía un enorme talento para el cine. Elswit cumple con su labor de forma adecuada, pero a decir verdad, teniendo en cuenta este trabajo hubiera sido complicado aventurar que este director de fotografía fuera a crecer tanto durante las dos últimas décadas, así como que su colaboración con Anderson se haya convertido en algo tan especial, a pesar del paréntesis de “The Master”, que Elswit no pudo rodar por problemas de su apretada agenda.

Título en España: Sydney
Año de Producción: 1996
Director: Paul Thomas Anderson
Director de Fotografía: Robert Elswit, ASC
Ópticas: Panavision Primo
Formato y Relación de Aspecto: Super 35, 2.4:1

Vista en HDTV

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2015.