The Master

Salto al vacío por parte del realizador de “Boogie Nights” y “Magnolia”, con un film ambientado en los años 50, que tiene como protagonista a un excombatiente de la segunda guerra mundial (Joaquin Phoenix) que a su retorno a los EEUU, en un momento de su vida en el que se encuentra absolutamente perdido, se integra en un extraño grupo cuyo líder (Philip Seymour Hoffman) ejerce una enorme influencia sobre todos sus miembros a través de sus escritos, discursos y técnicas cercanas a la hipnosis. El resultado es una película muy fría, la más intimista de su realizador, en la que los juegos dialécticos y el duelo interpretativo son los pilares sobre los que se sustenta una narrativa que es tan original y fresca como en los anteriores trabajos del realizador, pero quizá no tan disfrutable debido a la tremenda barrera que establece entre el público, los personajes y sus acciones. Amy Adams, en un papel mucho más importante de lo que en un principio pudiera parecer, completa el trío protagonista de una película en la que también destaca un enorme gusto por el detalle y una notable ambientación de época.

Hay muchas decisiones sorprendentes en relación a “The Master”. La primera de ellas sería sin lugar a dudas la ausencia del operador habitual del cine de Paul Thomas Anderson, para el cual además ha ofrecido sus mejores trabajos, el director de fotografía Robert Elswit, quien rodó consecutivamente todos los largometrajes del realizador californiano: “Sydney”, “Boogie Nights”, “Magnolia”, “Punch-Drunk Love” y “There Will Be Blood”, por la que obtuvo el Oscar a la mejor fotografía. Las fechas de rodaje de “Mission Impossible: Ghost Protocol” y “Bourne Legacy”, los dos trabajos realizados por Elswit durante la producción de “The Master”, no parece que coincidan exactamente con ésta, o al menos como para impedir su participación en la misma, por lo que su ausencia puede estar provocada por un motivo diferente a uno de agenda. Sin embargo, sorprende aún más que Anderson, un cineasta con fama de absoluto purista en lo técnico (había rodado todas sus últimas películas en formato anamórfico, con emulsiones de escasa sensibilidad, e incluso imponiendo un acabado fotoquímico de sus trabajos) ofreciera el puesto al operador rumano Mihai Malaimare, Jr., un hombre de corta carrera cuya oportunidad internacional le llegó de la mano de Francis Ford Coppola, para el que ha rodado consecutivamente “Youth Without Youth”, “Tetro” y “Twixt” que, curiosamente, son películas rodadas en formato digital.

Pero lo más extraño aún estaba por llegar: ¿cómo iban a casar el gusto por lo fotoquímico y orgánico de Anderson y la trayectoria digital de Malaimare? Con una película rodada casi íntegramente en formato 5-perf 65mm. En un primer momento, los cineastas realizaron pruebas con el formato 8-perf 35mm (VistaVision), pero el salto de calidad no era lo suficientemente grande con respecto al 35mm tradicional. También, al comienzo, pensaron reservar los 65mm para algunas escenas concretas de la película pero, tras la primera semana de rodaje, viendo los espectaculares resultados, con una imagen mucho más fiel y tridimensional, rodaron prácticamente toda la película (al menos un 80-85%) en 65mm, reservando los 35mm para algunos instantes más íntimos, o en los que se necesitaban cámaras más silenciosas, como la primera confrontación entre Phoenix y Seymour Hoffman en el barco. Otro de los aspectos curiosos es que, a pesar que la relación de aspecto nativa del formato 65mm es panorámica, los cineastas, inspirados por la fotografía en formato medio de la época y su reducida profundidad de campo, recortaron los extremos del fotograma, componiendo para un formato estándar 1.85:1, algo que históricamente sólo tiene el precedente de “Playtime” de Jacques Tati.

Y si bien Paul Thomas Anderson es reconocido por su elaborada puesta en escena, con movimientos de cámara muy fluidos, frecuentes travellings y mucha energía (que tantas veces le ha llevado a ser comparado con Martin Scorsese), “The Master” -aunque contiene algunas tomas en movimiento absolutamente brillantes (tales como los plano-secuencia en la tienda en que Phoenix hace sus fotografías, o la llegada de éste al barco durante la noche, recorriendo el puerto con la cámara a sus espaldas)- es una película dominada por las tomas estáticas y los primeros planos de los personajes, circunstancia que, a priori y como comentaremos más adelante, no parece óptima para mostrar las bondades del formato de 65mm. Pero en cierto modo, “The Master” no hace sino mostrar a un cineasta mucho más maduro que, consciente de su pericia para la puesta en escena, no se luce innecesariamente, sino que reserva ese talento para momentos muy concretos de la proyección, dejando que sean sus actores, diálogos y tomas estáticas muy bien escogidas y compuestas las que lleven el peso de la narrativa a lo largo de casi todo el film, con una precisión casi kubrickiana en la realización.

Malaimare lleva a cabo un trabajo muy naturalista, que se ve muy bien apoyado por el diseñador de producción de Terrence Malick y David Lynch -Jack Fisk- así como por un diseño de vestuario que traslada a la época con mucho mimo y detalle. La iluminación del rumano es muy simple y minimalista, con interiores que justifican la luz en las ventanas, o escenas nocturnas –como las exteriores en el barco- que integran las luces en el mismo para obtener un aspecto muy realista. Sorprende la cantidad de luz rebotada o fuertemente suavizada que procede de los techos, como por ejemplo en casi todo el material nocturno, que contiene imágenes con un contraste reducido, fruto de una luz cenital suave y uniforme. Sin embargo, gran parte del trabajo de Malaimare se circunscribe a iluminar los primeros planos de los actores, evitando siempre la luz frontal, o a la búsqueda del momento adecuado para rodar sus exteriores diurnos, bien a contraluz –como en la secuencia de la moto en el desierto- o a veces en la hora mágica –en la toma de cierra de dicha secuencia, por ejemplo-. El aspecto siempre es estupendo, muy natural, muy verosimil, retrotrayendo al espectador inmediatamente al período retratado, sin que el salto entre el material rodado en 35 y 65mm sea demasiado grande, por lo bien escogido que está cuando rodar con el primero, siendo curiosamente más perceptible por la diferente profundidad de campo (mucho más reducida en 65mm) que por la menor nitidez o el incremento de grano de los 35mm (aunque también es apreciable para el espectador más avanzado).

El conjunto posee una estética maravillosa, claramente en extinción, que en proyección digital –únicamente se han tirado algunas copias en 70mm en EEUU-, curiosamente, casi se asemeja más a una moderna cámara digital con una resolución enorme (por la ausencia de grano y tremendo detalle en la imagen) que a una película convencional en 35mm, aunque mantiene las cualidades orgánicas y naturales de esta, incluso mejoradas. Sin embargo, a aquéllos que busquen una imagen en 65mm para mostrar todas las cualidades del formato (a lo “Lawrence of Arabia”), “The Master”, con su predominio de diálogos, tomas cerradas, primeros planos, etc. puede resultarles muy frustrante, tanto como conducir un Ferrari por ciudad, lo cual unido a su incómoda temática y cerebralidad es lo único que podría explicar la ausencia de Malaimare en las menciones finales de premios como los de la American Society of Cinematographers, la Academia de Hollywood o los BAFTA y su sustitución por trabajos más convencionales y fáciles de digerir.

Título en España: The Master
Año de Producción: 2012
Director: Paul Thomas Anderson
Director de Fotografía: Mihai Malaimare, Jr.
Ópticas: Hasselblad, Kowa, Zeiss Jena & Panavision Ultra Speed MKII
Emulsión: Kodak 5203 (50D), 5207 (250D) & 5213 (200T)
Formato y Relación de Aspecto: 5-perf 65mm (Panavision Super 70) & 35mm esférico, 1.85:1
Otros: finalizada fotoquímicamente. El material en 65mm fue escaneado a 8K y el material en 35mm a 6K para obtener copias de exhibición digitales en 4K.

Vista en DCP

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2013.