Obituario: Gilbert Taylor y Vadim Yusov

George evitó toda clase de reuniones y contactos conmigo desde el primer día […] así que leí el larguísimo guión muchas veces y tomé mis propias decisiones acerca de cómo rodaría la películaGilbert Taylor, BSC, en “American Cinematographer”, febrero 2006.

Gilbert Taylor (de pie, apoyado en la luz), en una pausa de la parte tunecina del rodaje de «Star Wars» (1977)

Aunque a él mismo le hubiera gustado más ser recordado como el director de fotografía de otros de sus muchos títulos, lo cierto es que, sin quererlo o no, el británico Gilbert Taylor (Reino Unido, 1914), fallecido el día 23 de agosto de 2013 a los 99 años de edad, siempre estará unido a la saga de “Star Wars”, para la cual puso la primera piedra durante un arduo rodaje en Túnez y en su Inglaterra natal durante 1976.

Taylor ni siquiera había sido la primera opción del guionista-productor-director George Lucas, quien se la había ofrecido a Geoffrey Unsworth, quien prefirió rodar “A Bridge Too Far” (Richard Attenborough, 1977) en lugar que la epopeya galáctica del joven norteamericano. Taylor, finalmente, fue elegido de una terna que incluía, entre otros, a David Watkin, Peter Suschitzky, Dick Bush o Anthony B. Richmond, pero Lucas acabó decidiéndose por el hombre que había rodado, con su característica frescura y realismo, “A Hard Day’s Night” (Richard Lester, 1964) y “Dr. Strangelove” (Stanley Kubrick, 1964).

La carrera del operador británico se inició en 1929 y, como era habitual en aquélla época, fue pasando por todos los puestos del escalafón del departamento de cámara hasta alcanzar el puesto de primer operador en 1948, tras haber asistido a grandes de la industria como Freddie Young (“Doctor Zhivago”), Bernard Knowles (“39 Steps”), Jack Hildyard (“Bridge on the River Kwai” o Harry Waxman (“The Pink Panther Strikes Back”). Durante los años 50 destacan ya sus múltiples trabajos junto a J. Lee Thompson, especialmente “Ice Cold Alex” (1958), pero son sus colaboraciones con Stanley Kubrick y Richard Lester las que le lanzan al estrellato.

En “Dr. Strangelove”, por supuesto, destaca el aproximamiento moderno al extraordinario decorado de Ken Adam –en la mejor tradición de 007- denominado “La Sala de Guerra”, en el que además de utilizar un buen número de proyecciones traseras, Taylor empleó una luz cenital integrada en el propio decorado para iluminar al Presidente de los EEUU y sus consejeros durante una enorme crisis nuclear, alternando ese estilo con uno mucho más documental para escenas como el ataque aéreo a la base o, especialmente, las que tienen lugar dentro del bombardero, también con luces integradas y cámara al hombro. En este mismo estilo espontáneo y realista se movía “A Hard Day’s Night”, en la que la cámara improvisada de Richard Lester ofreció una enorme libertad de movimiento a los Beatles, con secuencias rodadas con multicámaras y zooms 25-250, como la del concierto final.

La oportunidad de trabajar con Kubrick le abrió las puertas a hacerlo con Roman Polanski, de nuevo en blanco y negro en “Repulsion” (1965) y “Cul-de-Sac” (1966), ambas nominadas al BAFTA, que se beneficiaron enormemente del estilo híbrido de Taylor, mezcla de las luces directas y dirigidas de la vieja escuela, pero con bastante interés en adoptar la luz rebotada y difusa de Gianni Di Venanzo o la Nouvelle Vague. Su tercer trabajo para el director franco-polaco fue “MacBeth” (1971), rodada en color en un estilo más clásico, empleando por vez primera además las nuevas lentes anamórficas que Todd-AO preparó para el formato de 35mm.

Amante de las lentes Cooke Speed Panchro por encima de las Baltar, sus rivales de la época, que encontraba más duras, Gil Taylor también fue empleado por Alfred Hitchcock  en su retorno al Reino Unido en 1972 con “Frenzy”, pero despues, una crisis en el cine británico le hizo considerar su retiro –de hecho, Richard Donner comentaba que cuando le ofreció “The Omen” (1976), Taylor estaba ordeñando vacas- pero el monumental éxito de la película –con un premio de la British Society of Cinematographers (BSC) incluido, mención a la que fue candidato en dos ocasiones más- volvió a situarle en la primera línea de operadores no sólo de Inglaterra, sino de todo el mundo.

A continuación vino “Star Wars”, así como una serie de proyectos que quizá no estén tan logrados como conjuntos artísticos, pero sí demostraban la fuerte demanda de sus servicios: “Escape to Athena” (1979), junto a George P. Cosmatos y un importante reparto internacional –película que deja una memorable toma aérea de apertura-, “Dracula” (John Badham, 1979), en la que sustituyó durante el rodaje a Frank Tidy (“The Duellists”), la superproducción de Dino de Laurentiis “Flash Gordon” (Mike Hodges, 1980) o “Green Ice” (1982), debut en la dirección del emblemático operador de cámara y ocasional director de fotografía Ernest Day.

Tras ser despedido del rodaje de “Conan The Barbarian” por John Milius a las tres semanas de rodaje, acusado de lentitud, Taylor pasó a rodar películas de menor presupuesto durante la década de los 80 (destacando sus dos trabajos para Curtis Hanson), aunque cada vez su contacto con el cine es menor y pasa más tiempo rodando publicidad hasta su definitivo retiro a mitad de los 90, con más de 80 años de edad y una notabilísima carrera y enorme prestigio a sus espaldas, a pesar que nunca fue candidato al Oscar. Sus compañeros de la BSC le premiaron honoríficamente en el año 2001, al igual que la ASC lo hizo en el 2006.

Si bien Taylor está asociado a “Star Wars”, el ruso Vadim Yusov (URSS, 1929), también fallecido este 23 de agosto de 2013 a los 84 años de edad, lo está indudablemente al cine de Andrei Tarkovsky. Parece ser que no llegaron a conocerse personalmente en la escuela de cine, pero cuando Yusov ya se había establecido como jefe del departamento de cámara de Mosfilm –cargo que ejerció desde 1957 hasta 1999-, fue el propio realizador el que le solicitó que iluminase para él su mediometraje de graduación, “El Violín y la Apisonadora” (1960). Posteriormente, cuando a Yusov le habían encomendado la fotografía de un proyecto titulado “Ivanovo Detstvo” (“La Infancia de Iván”,1962), surgió un problema con el realizador original, que fue relegado de la producción. Entonces, por recomendación del propio Yusov, fue Andrei Tarkovsky quien se hizo cargo de la película, obteniendo uno de los mejores debuts de la historia del cine.

Vadim Yusov, en la edición nº 20 del festival de cine Cameraimage, en 2012, en el que fue homenajeado.

“La Infancia de Iván” es un trabajo colosal también a nivel visual, no sólo por el increíble ojo de Tarkovsky para la composición de la imagen, sino por el tremendo uso que hizo Yusov de la luz dura en los interiores –generando mucho contraste, en la misma línea que trabajaba Gunnar Fischer para Ingmar Bergman- y de la hora mágica o la noche americana en gran parte de los exteriores, sobre todo hacia el final de la película.

Su siguiente trabajo con Tarkovsky, “Andrei Rublev” (1966), obra citada como referente por ejemplo por Darius Khondji, adoptó una escala mucho mayor, con formato panorámico anamórfico incluido, pero sin abandonar el blanco y negro para realizar un memorable fresco de la Rusia del siglo XV a través de la vida, obra y temores del pintor de iconos. El estilo pasó a ser mucho más natural, hasta el punto que la reconstrucción de época traslada por completo al período, con un estilo de luz mucho más difusa y suave que demostraba que Yusov estaba también al corriente de las más modernas tendencias en el cine occidental.

Solaris” (1972) fue su último film juntos y, a pesar de ser notable, es sin duda el menos interesante de los tres a nivel visual, quizá lastrado por las largas disputas que parece ser que mantuvieron durante el rodaje, así como por la pobreza de medios de producción –decorados y vestuario- en comparación con las ambiciones de la película y los modelos occidentales, que ofrecían una tecnología más avanzada que empobrece algo los resultados. Y aunque estaba previsto que también rodase “Zérkalo” (“El Espejo”, 1975), sus tensiones con el director y un guión semi-autobiográfico de Tarkovsky que le planteaba problemas, hicieron que renunciase al ofrecimiento, siendo sustituido por Georgi Rerberg.

Su carrera posterior en Rusia no alcanzó ya cotas tan altas, aunque son bastante destacables sus cuatro colaboraciones con el realizador Serguei Bondarchuk, con el buen film bélico “They Fought for their Country” (1975), las dos partes de “Mexico in Flames” (1981), sobre la revolución del país centroamericano o “Boris Godunov” (1986), basada en la obra de Pushkin. Teniendo en cuenta que no le faltaba talento ni oficio, es una lástima que Yusov –como finalmente sí pudo hacer Tarkovsky- nunca abandonara la URSS y su férrea industria cinematográfica, pues en el exterior y con los medios adecuados podría haber ofrecido obras espléndidas, lo que no impide que en el año 2012, el Festival Cameraimage le otorgara su premio especial por toda su carrera.

Descansen en paz, maestros.

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2013.