All the President’s Men

Memorable adaptación del libro de Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos periodistas del Washington Post cuyas investigaciones llevaron al esclarecimiento del caso Watergate y la caída o dimisión del presidente de los EEUU, Richard Nixon. En un ejercicio cinematográfico de primera magnitud, con una precisa pero admirablemente silenciosa dirección de Alan J. Pakula y un guión de William Goldman que recrea minuciosamente cada paso de la investigación de Woodward (Robert Redford) y Bernstein (Dustin Hoffman), “All The President’s Men” es una oda al trabajo periodístico y una tremenda aproximación objetiva a los hechos reales que acababan de suceder en EEUU y a la manera en que esos dos hombres la destaparon, con la colaboración anónima de miembros de la campaña de recolección de fondos de Nixon o las pistas proporcionadas por “Deep Throat” (Hal Halbrook). Por todo ello, especialmente por su inusitada precisión, “All The President’s Men” es un extraordinario film que cierra muy bien la trilogía de films de Pakula iniciada con “Klute” (1971) y continuada con “The Parallax View” (1974). Jason Robards, como Ben Bradlee, el director del periódico, obtuvo el Oscar al mejor secundario, mientras que Jane Alexander, Jack Warden y Martin Balsam poseen papeles de tiempo reducido en pantalla.

El director de fotografía, como no podía ser de otra manera, fue Gordon Willis [ASC], que había sido el colaborador de Alan J. Pakula en las mencionadas “Klute” y “The Parallax View”. Posteriormente, Willis y Pakula continuarían su relación en películas como “Comes a Horseman” (1978), “Presumed Innocent” (1990) y “The Devil’s Own” (1997), el film con el que Willis se retiró del cine “cansado de esperar bajo la lluvia a que los actores salieran de sus caravanas”. Pero Willis, además de esta emblemética colaboración, construyó otras durante su carrera: rodó tres películas nada más con Francis Ford Coppola, pero estas fueron nada más y nada menos que las tres películas de la trilogía de “The Godfather”, mientras que filmó ocho películas para Woody Allen, comenzando con “Annie Hall” en 1977, a la que segurían “Interiors” (1978), “Manhattan” (1979), “Stardust Memories” (1980), “A Midsummer’s Night Sex Comedy” (1982), “Zelig” (1983), “Broadway Danny Rose” (1984) y “The Purple Rose from Cairo” (1985). Para otros cineastas tuvo tiempo de filmar clásicos como “The Paper Chase” (James Bridges, 1973) o “Pennies From Heaven” (Herbert Ross, 1981), además de películas menores como “The Money Pit” (Richard Benjamin, 1986) o “Malice” (Harold Becker, 1993). Nunca obtuvo el Oscar en competición y de hecho fue ignorado por la Academia por sus películas más brillantes, aunque fue el primer director de fotografía en obtener un Oscar honorífico (en 2010, Owen Roizman obtendría otro años después).

La imagen de “All The President’s Men” es muy típica de la colaboración entre Alan J. Pakula y Gordon Willis, siguiendo claramente la estela de las citadas “Klute” y “The Parallax View”, aunque con una a priori sorprendente renuncia al formato panorámico anamórfico en el que fueron brillantemente rodadas las dos películas anteriores. Pero viendo el film lo cierto es que se comprende bien la situación: el anamórfico posee una profundidad de campo bastante más reducida que el formato esférico convencional y la profundidad de campo, o mejor dicho, una amplia profundidad de campo, es uno de los elementos distintivos de esta película. Ello se debe a que los cineastas se vieron obligados a reconstruir en plató la redacción del Washington Post y Gordon Willis, con sus planteamientos realistas, decidió iluminar el set -aunque fuera construido especialmente para la película por el diseñador George Jenkins- mediante fluorescentes convencionales situados mayoritariamente en el techo (falso techo) del decorado, tal y como estaban situados realmente en la redacción real del Post. Es muy probable que aún empleando fluorescentes cool-white (y dejando que fuera el laboratorio el que corrigiera el verde de las imágenes en lugar de filtrar en cámara), debido al elevado número de unidades, Willis estuviera rodando entre T/4.5 o seguramente T/5.6, ya que estas escenas poseen una profundidad de campo muy grande, ofreciendo a Pakula la posibilidad de enfocar diferentes planos focales al mismo tiempo, circunstancia que además Willis complementa con uno de los mejores y más invisibles usos de las lentes de aproximación partida (“Split-Diopters”) nunca vistas en la gran pantalla, que incluyen incluso un par de momentos en las que dichas lentes se mueven durante las tomas en combinación con el zoom.

Si bien el aspecto de estas escenas mencionadas es relativamente luminoso, ahí termina la luminosidad en “All The President’s Men”, ya que Gordon Willis era apodado “el Príncipe de las Tinieblas” y desde luego, en el presente film hizo honor a su nombre. Con una fuerte textura, fruto más que probable de subexponer y forzar la emulsión al menos un diafragma en el revelado, Willis ilumina de forma muy escasa todas las idas y venidas de Woodward y Bernstein por diferentes lugares de la ciudad de Washington intentando encontrar pistas sobre su investigación: desde las escenas con Hal Halbrook fotografiadas en el parking, con fluorescentes daylight y una luz mínima sobre el intérprete, hasta los exteriores nocturnos con (muy poca) luz de tungsteno, huyendo del clásico aspecto azulado de las noches de Hollywood creadas con arcos o posteriormente, HMIs, hasta las múltiples estancias en las que apenas hay algún fluorescente sin corregir, una lámpara integrada y algo de luz cenital, con la célebre “luz de ataud” que Willis puso de moda a raíz de “The Godfather”, pero que aquí está empleada de forma mucho menos extensa que en la película de Coppola. En todas estas escenas, de pretensiones claramente realistas, Willis deja que gran parte de sus imágenes sean muy oscuras, a veces iluminándolas simplemente con lo que para otro director de fotografía sería nada más su luz de relleno o un contraluz en los exteriores, pero que en este caso, en una historia en la que los personajes se mueven nunca mejor dicho entre la luz (el Post) y las sombras (su investigación), el concepto funciona maravillosamente bien.

Es cierto que en algún momento hay determinadas sobreexposiciones en algún fondo que son excesivas, o que el film a veces podría lucir algo más elaborado y menos realista, pero ello no impide que el trabajo con la luz y la oscuridad de Gordon Willis sea de primera línea. Y lo cierto es que Willis fue siempre un director de fotografía que exigió y obtuvo un control máximo del trabajo de cámara de sus obras, no siendo “All The President’s Men” una excepción a este principio: casi todo el film parece rodado con una focal cercana al 40mm (en algunos momentos podría ser un 35mm, en otros un 50mm, pero existe una gran coherencia al respecto) y ello supone que existe una perspectiva que ni es angular, ni es teleobjetivo, sino más bien, muy natural y sin distorsiones, como casi toda la obra de Willis (que en anamórfico prefería emplear el 75mm y el 100mm, que serían las focales equivalentes). Pero además de esa perspectiva, Willis compone sus planos maravillosamente bien. Muchos de ellos son estáticos, con la cámara fija, siendo los actores los que se mueven por el encuadre. En otras ocasiones, los actores están quietos, pero perfectamente repartidos por el fotograma, e incluso se cuida mucho que los extras del fondo (en el Post) estén exactamente en el lugar que les corresponde para general equilibrio y armonía en el encuadre. Y solo cuando Woodward y Bernstein descubren algo, o tienen prisa por mostrarlo, Willis y Pakula organizan travellings por la redacción, o bien cuando Redford sospecha que es seguido en un brillante travelling nocturno después de uno de sus encuentros con “Deep Throat”.

Los resultados, por consiguiente, son espléndidos. Quizá no es uno de esos films que deja atónito al espectador con la belleza o fuera de sus imágenes, pero lo que hace Gordon Willis, como siempre, es por el bien de la narrativa de la película, de la misma manera que el director Alan J. Pakula renuncia al lucimiento propio para tratar de ser objetivo y no posicionarse respecto al material que tiene entre manos (en este sentido, su película es la opuesta a la que habría hecho otro cineasta que tocó el mismo tema, Oliver Stone). Por ello, se produce una perfecta armonía entre el guión, las interpretaciones de bajo perfil de Redford y Hoffman, la dirección y las imágenes que proporciona Gordon Willis, sobre las cuales, a buen seguro, el espectador al abandonar la proyección no tiene duda alguna de su realismo y verosimilitud. Y es que muchas veces, la mejor fotografía no es la que más luce, o la más bonita, sino la que acompaña a lo que se cuenta y lo mejora, lo matiza o le sirve como una perfecta ambientación. Y en ello, aunque a la Academia de Hollywood y a la vieja guardia de la fotografía cinematográfica le costase décadas comprenderlo, Gordon Willis fue uno de los mejores.

Título en España: Todos los Hombres del Presidente
Año de Producción: 1976
Director: Alan J. Pakula
Director de Fotografía: Gordon Willis, ASC
Ópticas: Panavision Ultra Speed, Cooke Varotal
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1

Vista en Blu-ray

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