The Night of the Hunter

Adaptación de una novela de Davis Grubb, con la que el actor y director teatral Charles Laughton (“Witness for the Prosecution”, “Spartacus”) llevo a cabo su único trabajo como realizador cinematográfico. La historia es sencilla: un hombre (Peter Graves) muere ejecutado por haber robado un banco, pero antes de morir, consigue entregarle el dinero a sus dos hijos pequeños, a los que les pide que lo escondan. Un día, un falso predicador (Robert Mitchum), que ha sido compañero de celda del padre, se presenta en la casa de la familia huérfana y empieza a cortejar a la madre (Shelley Winters) con el único propósito de encontrar el dinero. La película fue un enorme fracaso de crítica y de público, lo que hizo que Laughton no volviera a dirigir (murió en 1962), aunque posteriormente ha sido una de esas películas sometidas a una profunda revisión crítica que, unido al culto que le profesa mucha gente, ha elevado notablemente el prestigio de la película. No obstante, se trata de una película mucho mejor escrita que dirigida, puesto que no está especialmente bien filmada, ni narrada y, sobre todo, la dirección de actores es muy cuestionable, de modo que la película tiene un tono irregular y nunca llega a definirse en un género concreto, aunque para muchos puede que esta sea una de sus principales virtudes más allá de su incuestionable atmósfera.

El director de fotografía fue Stanley Cortez [ASC], que es famoso, además de por el presente título, por su trabajo para Orson Welles en “The Magnificent Ambersons” (1942), aunque se comenta que Welles no tuvo nunca una buena relación profesional con Cortez, debido a que su lentitud exasperaba al director, que no volvió a contar con él. En la etapa final de su carrera Cortez fue despedido por Roman Polanski del set de “Chinatown” (1974), siendo sustituido por John A. Alonzo, tanto por sus diferencias creativas con el realizador, como sobre todo, parece ser, porque Cortez no estaba familiarizado, ni a nivel estético ni técnico, con las evoluciones de la fotografía cinematográfica de los veinte o treinta años anteriores al rodaje. Ello encaja con la personalidad de Cortez, un hombre conservador, pomposo y de gran seriedad (al que apodaban “El Barón”) y que, a pesar de ser hijo de inmigrantes judíos europeos (pero nacido en EEUU en 1908), se lo ponía dificil incluso a colegas de profesión que venían de otros países a América, como les ocurrió a Vilmos Zsigmond y Laszlo Kovacs cuando recién huidos de la invasión soviética de Hungría en 1956, a los que Cortez –según la leyenda- echó “a patadas” de la sede de la A.S.C. cuando ambos directores de fotografía, recién instalados en la Costa Oeste, intentaban abrirse camino en Hollywood. Cerró su carrera con dos nominaciones al Oscar (una por la película de Welles), siendo mucho más un especialista en películas pequeñas y medias en blanco y negro que en grandes espectáculos en color, en los que apenas se prodigó o no le fueron asignados.

Como paso previo al rodaje de “The Night of the Hunter”, parece ser que Cortez hizo que Laughton se familiarizara con la cámara y el uso de las diferentes focales (Bausch & Lomb Baltar) para que el debutante pudiera afrontar con mayores garantías un rodaje con un calendario muy apretado, de apenas cuatro o cinco semanas, que además requería abundante rodaje en estudio. Desde el comienzo, trabajando en el blanco y negro que tan bien se le daba a Cortez, los cineastas parece que se esfuerzan mucho en crear una atmósfera que –fruto quizá de esa indefinición de la película- va desde lo onírico a lo terrorífico, con algunas secuencias que caen un poco más en un lado u otro. Las escenas diurnas, rodadas en exteriores cerca de Los Ángeles, son las más convencionales de todo el film, ya que donde verdaderamente destaca el film es cuando se mueve a interiores o exteriores nocturnos rodados en estudio. En todas estas secuencias, comenzando incluso por la de la pequeña celda que comparten los personajes de Peter Graves y Robert Mitchum, se aprecia claramente el estilo de Cortez: un único haz de luz dura sobre el decorado, que produce sombras muy profundas y cuya proyección sobre las paredes no parece incomodar jamás a los cineastas. Por tanto, se trata de una imagen contrastadísima, que muy pocas o ninguna vez parece rellenar Cortez a fin de dulcificar un poco el aspecto global y para cuya creación utiliza casi siempre diafragmas muy cerrados, aunque hay alguna escena en la que la profundidad es más convencional y reducida, fruto de haberlas rodado más abierto.

Sobre esa base, el director de fotografía construye unas cuentas escenas de admirable concepto en las que el histriónico personaje de Robert Mitchum luce muy amenazador, con la luz de Cortez, a veces adaptada al diseño de producción y las formas de los interiores, produciendo extrañas formas triangulares en las paredes de los decorados. Pero quizá, lo más recordado sean algunos de los exteriores: por ejemplo, aquél nocturno en el que los niños divisan a lo lejos la figura del predicador a caballo, en la que Cortez, rodando en estudio, utiliza gloriosamente la perspectiva forzada (un pony y un niño hacen las veces de Mitchum y su caballo) mientras dibuja una línea del horizonte con un sol de amanecer tras él; o todas esas tomas de la huida de los niños en la barca en el río, por la noche, con la luz de Cortez incidiendo a contraluz sobre el agua creando reflejos muy bonitos y estéticos. Por supuesto, los atmosféricos planos de la casa en que sucede gran parte de la acción, algunos de ellos rodados con mucho humo y haces de luz desde dentro hacia fuera, también son destacables, aunque el film contiene también una imagen muy icónica: el cadaver de la madre, inerte dentro del agua, visto en fotografía submarina y también desde fuera del agua.

El problema del film es que por mucho que el concepto sea extraordinario y que contenga grandes imágenes a lo largo de la proyección, la ejecución de dicho concepto no siempre es óptima. A veces porque de repente Cortez se ve obligado a utilizar luces mucho más frontales sobre sus actrices (Shelley Winters y Lillian Gish), incluso con algo de difusión como era habitual en la época y otras, porque aunque el plano general funcione muy bien, una vez se pasan a los planos cortos, quizá por las prisas, la luz no es tan fina (por cómo caen las sombras, por las relaciones de contraste, etc) en los primeros planos. Unido a que el trabajo de cámara no es en absoluto destacable más allá de algunas composiciones estáticas (y la operación de la misma deja mucho que desear en las móviles, con frecuentes saltos y movimientos incontrolados), los resultados globales son algo engañosos. Ello se debe a que, efectivamente, el film contiene un buen número de imágenes memorables, que como es lógico son las que más recuerdo dejan en el espectador, pero una vez se revisiona y se analiza en detalle, por el motivo que fuera (bien pudo ser el apretado calendario) es uno de esos trabajos en que la ejecución de un gran concepto no siempre está realizada de forma tan óptima como lo es el mismo.

Título en España: La Noche del Cazador
Año de Producción: 1955
Director: Charles Laughton
Director de Fotografía: Stanley Cortez, ASC
Ópticas: Bausch & Lomb Baltar
Emulsión: Kodak Plus-X & Tri-X
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.66:1

Vista en Blu-ray

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