The Passion of Jeanne D’Arc

Adaptación cinematográfica de los últimos días de la vida de la heroína francesa Juana de Arco (Maria Falconetti), centrada en el juicio ante la Inquisición en el que fue acusada de herejía por clérigos franceses leales a los ingleses, y por el que fue finalmente condenada a muerte en el año 1431. Parece ser que el cineasta danés Carl Theodor Dreyer se habría basado a la hora de escribir el guión en documentos auténticos del proceso al que fue sometida la mujer. Rodada en Francia en los últimos tiempos del cine mudo, «La Passion de Jeanne d’Arc» es una sensacional muestra de las virtudes cinematográficas de este medio, gracias a la perfecta armonía que genera la conjunción de la dirección de Dreyer (basada en expresivos primeros planos de los actores, especialmente Falconetti), la fotografía y la dirección artística, que es especialmente austera, pero ello precisamente hace que destaquen más los rostros y las emociones que emanan de los mismos. Por todo ello, el film es considerado una de las obras cumbre del cine mudo y del séptimo arte en general.

El director de fotografía fue Rudolph Maté, nacido en Cracovia, entonces perteneciente al Imperio Austrohúngaro, en 1898, de manera que únicamente contaba con veintinueve de edad en el momento de hacerse cargo de «La Passion de Jeanne d’Arc» durante su rodaje en 1927 y llevaba de hecho varios años trabajando como director de fotografía. Posteriormente, después de su trabajo en Europa, fue uno de los tantos cineastas que se vio obligado a emigrar a Estados Unidos, en donde hizo muy buena carrera, con cinco nominaciones al Oscar: «Foreign Correspondent» (Alfred Hitchcock, 1940), «The Hamilton Woman» (Alexander Korda, 1941), «The Pride of the Yankees» (Sam Wood, 1942), «Sahara» (Zoltan Korda, 1943) y «Cover Girl» (Charles Vidor, 1944). Además, también se hizo cargo de «Vampyr» (C.T. Dreyer, 1932), «Dodsworth» (William Wyler, 1936), «To Be or Not to Be» (Ernest Lubitsch) o «Gilda» (1946). Posteriormente, se dedicó por completo a la dirección, abandonando su oficio original, faceta en la que no destacó tanto como en el anterior, aunque dirigiera clásicos como «When Worlds Collide» (1951). Falleció en Beverly Hills a los 66 años de edad, cuando aparentemente llevaba ya dos o tres años retirado del cine.

Las versiones que han llegado hasta nuestros días de «La Passion de Jeanne d’Arc» lógicamente respetan el blanco y negro original y muestran una relación de aspecto aparente de 1.33:1 aproximadamente; esta relación de aspecto, propia de los formatos todavía no estandarizados previos a la implantación del cine sonoro, le sienta estupendamente bien a la película. La misma, como indicábamos, funciona principalmente mediante una sinfonía de primeros planos que muestran, de un lado, el sufrimiento de Juana de Arco y su proceso interno, con sus dudas y sus miedos y, por otro, los inquisitivos rostros de los clérigos que la juzgan y que tratan de «reconducirla» hacia «la verdad de Dios», que no coincide con la de ellos y es el fruto del conflicto del film. Como en toda buena película muda, el argumento y lo que sucede en pantalla se puede seguir perfectamente sin atender a los intertítulos o rótulos que se muestran para suplir la ausencia de diálogos. Ello es una oda a las maravillosas interpretaciones de los actores pero especialmente de Falconetti en el papel principal, ya que prácticamente todo el peso de la película recae sobre sus primeros planos, y no solo la sostiene, sino que la hace avanzar y que el espectador sea completamente capaz de saber qué siente su personaje en todo momento.

A la hora de mostrar las intenciones de los inquisidores, Dreyer también llena la pantalla con sus rostros, pero con los mismos despliega todo un arsenal de conocimiento del lenguaje cinematográfico y cómo determinados movimientos (como planos en los que se muestra el primer plano de un inquisidor, muy cercano a cámara, y éste todavía se acerca más a cámara, a foco mínimo, para resultar todavía más inquisitivo) o alteraciones (como mostrar a los personajes casi en primer plano pero ladeados, prácticamente fuera de cuadro, o bien, en muchas ocasiones, mediante planos torcidos u holandeses) sirven a la perfección para narrar una historia y captar unos diálogos y que dicha historia, sin los propios diálogos, por la ausencia de sonido, resulte perfectamente inteligible para el espectador. A todo ello colabora mucho y muy bien, como decíamos en el encabezado, que el diseño de producción es muy austero pero precisamente dicha austeridad y su tonalidad -más bien neutra- colabora muy bien a que nos fijemos precisamente en los rostros y, prácticamente, nada más que en los rostros, puesto que solamente vemos paredes lisas, algún suelo e incluso alguna reja (a veces con forma de cruz) que representa todo el escenario en el que sucede la acción.

Por supuesto, siendo el film un festival de primeros planos, nada funcionaría como es debido de no ser porque Rudolph Maté es no solo capaz de iluminarlos correctamente, sino que de hecho, los ilumina maravillosamente bien. Al contrario que en el cine sonoro posterior, en el cine mudo se empleó algo más la luz suave y, aunque posiblemente la gran apariencia de luz suave que posee el film sea por la suma de varias grandes fuentes de luz dura (que unas cancelarían las sombras de las otras, de la misma manera que cuando se emplea un mural de bombillas -luz dura clásica- el efecto de su suma es una luz suave y uniforme) que hace que el film no sea demasiado contrastado, pero que muestre al mismo tiempo todos y cada uno de los poros de los clérigos que juzgan a Juana. Con esta, y bueno, en general, con todos los actores, pero sobre todo con la actriz principal, funcionan estupendamente bien la serie de aparatos de luz que utiliza Maté como luz de ojos. Con ellos, la expresividad de la interpretación de Falconetti, con los ojos generalmente llorosos o temerosos, se multiplica, como también se acentúan también en gran medida las interpretaciones de los inquisidores.


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Los resultados por ello son espléndidos, más aún, si cabe, por la época en que se realizó el film; quizá no tanto en el sentido de carencia de medios técnicos, que la película no evidencia en absoluto, sino por el hecho de que en aquél momento el cine era aún un arte joven y la pericia y talento que demuestran Dreyer y Rudolph Maté con el lenguaje y narrativa cinematográfica son por tanto aún más admirables.

Título en España: La Pasión de Juana de Arco
Año de Producción: 1928
Director: Carl Theodor Dreyer
Director de Fotografía: Rudolph Maté
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.33:1

Vista en Blu-ray

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