The Exorcist
Adaptación de una novela de William Peter Blatty -también autor del guión y productor del film- supuestamente basada en un hecho real, cuyo argumento es muy conocido: la hija (Linda Blair) de doce años de una actriz (Ellen Burstyn), estrella de Hollywood, comienza a sufrir extraños trastornos físicos y de personalidad mientras su madre está rodando su última película en Georgetown. En un principio, es tratada por médicos y psiquiátras, que tratan de buscar una explicación racional a los cambios y actitudes de la muchacha. Sin embargo, los comportamientos y síntomas no hacen más que empeorar, al tiempo que los médicos no encuentran una solución para los mismos y recomiendan a la madre el último remedio posible: acudir a un sacerdote para que practique un exorcismo. La labor recae en dos padres (Jason Miller y Max Von Sydow) de corte muy diferente, el primero de ellos, a punto de perder la fe por la muerte de su madre; el segundo, recién llegado de Irak y con experiencia previa en enfrentamientos con el diablo. Dirigida por William Friedkin en pleno apogeo de su carrera (después de haber obtenido el éxito de “The French Connection”), “The Exorcist” es una de las películas de terror más efectivas de la historia del cine, por sus soberbias interpretaciones, de un lado, pero por otro, por la gran verosimilitud de la narrativa de Friedkin, basada en en racionalismo y un aproximamiento realista que no deja otra opción más que creer en la posesión demoníaca.
El director de fotografía fue Owen Roizman [ASC], que también había rodado “The French Connection” para el realizador y había sido recompensado con una nominación al Oscar por su trabajo de aspecto casi documental (muy meritoria, pues en aquélla época la Academia tendía a dejar de lado las películas cuya estética no siguiera a rajatabla los criterios de una buena fotografía “de estudio” y un notable acabado técnico). Roizman se había formado –como Gordon Willis- en los equipos del notable operador Gerald Hirschfeld (“Fail Safe”, “The Young Frankenstein”) y su carrera en cine, de apenas un total de veinte títulos, truncada en parte por su deseo durante de la década de los 80 dejar el cine a favor de la publicidad, resulta muy interesante puesto que evolucionó del aspecto simple y extremadamente realista de sus primeras películas (entre las que se encuentran, además de sus dos trabajos para Friedkin, “Play it Again, Sam” para Herbert Ross, “The Taking of Pelham 1, 2, 3”, “The Three Days of the Condor” para Sydney Pollack o “Network” para Sidney Lumet”) hacia un aspecto que, dentro de su inspiración naturalista, conllevaba la utilización de mayores medios e imágenes más estilizadas (como “Grand Canyon”, “Wyatt Earp” o “French Kiss”, tras cuyo rodaje se retiró antes de cumplir sesenta años, una verdadera tragedia).
“The Exorcist”, por consiguiente, pertenece a esa primera época en la que Roizman utilizaba medios muy escasos y una inspiración extremadamente cruda y realista hacia su trabajo, la cual encajaba perfectamente con la idea que tenía Friedkin de convertir el film en un drama familiar que desemboca, inevitablemente, en la posesión demoníaca. Por lo tanto, “The Exorcist” contiene un trabajo de iluminación muy naturalista, en el que los interiores diurnos, casi siempre, está retratados exclusivamente desde una única fuente justificada en las ventanas, a través de las cuáles, filtradas con una fuerte difusión, Roizman proyectó unos niveles de luz suficientes para rodar la película –de forma casi íntegra- con ópticas zoom, utilizadas no sólo como focal variable, sino también para modificar las tomas durante las mismas con leves acercamientos y alejamientos (cabe plantearse, debido a tremendo recorrido de los zoom en dos instantes, el plano de apertura de Georgetown sobre el puente y el de presentación del personaje de Jason Miller durante el rodaje de la película dentro de la película, si Roizman tuvo acceso también al zoom Cine-Pro 24-480mm T/9 creado por Ed Di Giulio para Stanley Kubrick).
Aparentemente, además, toda la película, excepto los exteriores diurnos, fue forzada en el revelado para obtener una sensibilidad superior del mismo y poder trabajar con niveles de luz algo inferiores, una técnica que además favorecía la aparición del grano y la magnificación del contraste, a pesar de que la densidad de negros y la textura de la imagen –por el aumento del grano- se veían seriamente comprometidas. Por ello, no es sorprendente que Roizman pudiera basar -en algunos momentos, en exclusiva- su iluminación nocturna en las fuentes integradas en los decorados, con sólo una leve luz de relleno para reducir el nivel general de contraste en la imagen. También, hay que destacar que las múltiples escenas en hospitales, salas de consulta y operaciones, etc. tienen un aspecto moderno para la época, puesto que Roizman las rodó haciendo uso de fluorescentes en los techos, de manera que lucen en pantalla tal y como hubieran lucido en la realidad, al igual que los exteriores, rodados sin utilizar luces artificiales y generalmente bajo cielos encapotados o cubiertos.
Aún así, dentro de un conjunto muy realista, en el que llama la atención todo el material relativo al personaje de Jason Miller, lo que más destaca sin lugar a dudas es el momento del exorcismo, comenzando con la climática aparición del personaje de Max Von Sydow en Georgetown, a través de la niebla y haces de luz, en un efecto expresionista que, sin embargo, no parece tal en pantalla, así como el trabajo de Roizman en la habitación donde éste es practicado, con dos lámparas integradas en el decorado llevando a cabo el grueso de la iluminación y unos tonos azules, magenta y amarillo de lo más desasosegantes.
Por consiguiente, aunque algunos instantes, en el afán de realismo de la propuesta, quedan algo planos y la fotografía nunca jamás apuesta por la obtención de imágenes vistosas (prueba de ello es que la óptica zoom utilizada en los interiores y algunos de los exteriores presentaba un notabilísimo fringing o aberraciones cromáticas y no fue deshechada, a pesar que no es posible que esos efectos pasasen desapercibidos), “The Exorcist” contiene una de las fotografías más logradas de la historia del cine, no sólo porque su aspecto, en su estilo, es estupendo, sino precisamente porque el mismo se adapta como pocas veces a las necesidades de la narración, aunque ello requiriera en más de una ocasión la creación de imágenes de una estética sucia y feista que, a la postre, son las que hacen creíble el horror que se muestra en pantalla. El británico Billy Williams (“The Wind and the Lion”, “Gandhi”) tuvo que rodar las escenas de apertura en Irak ante la imposibilidad de obtener permisos para el viaje de todos los miembros del equipo norteamericano y, curiosamente, como en el film de Milius, introduzco una alteración de la velocidad de obturación muy de la del estilo de la que pondría de moda Janusz Kaminski en “Saving Private Ryan”.
Título en España: El Exorcista
Año de Producción: 1973
Director: William Friedkin
Director de Fotografía: Owen Roizman, ASC
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Otros: fotografía adicional de Billy Williams, BSC
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom)
Vista en Blu-ray
© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2012.