Flashdance

Típica producción de Don Simpson y Jerry Bruckheimer, que de alguna manera, viene a trasladar el argumento de películas como “Rocky” (1976) al mundo de la danza: una joven (Jennifer Beals) trabaja durante el día en una fábrica como soldadora y por la noche baila en un club nocturno. Su sueño es convertirse en una bailarina profesional y acudir a una prestigiosa escuela de danza. Mientras tanto, inicia una relación con el dueño de la fábrica (Michael Nouri). El guión de “Flashdance” fue co-escrito por Joe Eszterhas (“Basic Instinct”) pero carece de cualquier tipo de progresión dramática, no siendo más que una mera excusa para proporcionar una increíble sucesión de números de baile o de danza que, de manera independiente, parecen videos musicales o incluso anuncios publicitarios, campo en el que el realizador británico Adrian Lyne, futuro director de “Nine and a Half Weeks” o “Fatal Attraction”, su mejor trabajo, era un consumado experto. Los resultados a nivel narrativo son, por lo tanto, más bien ínfimos, aunque algunas de las canciones o la banda sonora de Giorgio Moroder, puede que justifiquen el visionado de una película que anticipó el estilo de obras posteriores como “Top Gun” (Tony Scott, 1986) justo en la época en que se consolidó la MTV.

La imagen de “Flashdance” estuvo a cargo de Donald “Don” Peterman [ASC], un director de fotografía quizá no suficientemente reconocido en la actualidad, pero que estuvo absolutamente a la moda y nuevas tendencias del cine de los 80, hasta el punto que fue reconocido con dos nominaciones a los Oscar: una por el título que nos ocupa y otra en 1986 por “Star Trek IV: The Voyage Home”, por la que también fue candidato al premio de sus compañeros de la Sociedad Norteamericana de Directores de Fotografía (ASC) en su primera edición. El hecho de ser simplemente nominado por un trabajo cinematográfico de un nivel tan bajo como “Flashdance”, o por la cuarta película en siete años de una serie como de de “Star Trek”, son muestras indudables del talento de Peterman. Su primera película la realizó ya con 47 años de edad, pues procedía de los anuncios publicitarios, algo evidente en sus trabajos: “When a Stranger Calls” (Fred Walton, 1979), a la que seguirían películas como “Rich and Famous” (George Cukor, 1981), “Planes, Trains and Automobiles” (John Hughes, 1987), “She’s Having a Baby” (John Hughes, 1988) o “Point Break” (Kathryn Bigelow, 1991). Además, Peterman tuvo fructíferas colaboraciones con un antiguo compañero de profesión como Barry Sonnenfeld (“The Adams Family Values”, “Get Shorty” y “Men in Black”, en 1993, 1995 y 1997) además de ser el autor de varios títulos de la filmografía de Ron Howard, comenzando con “Splash” (1984), “Cocoon” (1985), “Gung Ho” (1986) y “How The Grinch Stole Christmas” (2000), su última película antes de su retiro, forzado en parte por un accidente en el set de “Mighty Joe Young” (Ron Underwood, 1998) del que no consiguió recuperarse por completo.

Las inspiraciones directas de “Flashdance” son variadas: de un lado, Adrian Lyne pertenecía a la misma generación británica (de cineastas surgidos de la publicidad) que los hermanos Tony y Ridley Scott, Alan Parker y hasta Russell Mulcahy (en vídeos musicales); por otro, de los propios videoclips que Lyne y Don Peterman visionaron antes de comenzar el rodaje y, por supuesto, de la influencia importantísima de clásicos como “Il Conformista” (1970) y “Last Tango in Paris” (1972), ambos de Bernardo Bertolucci, con fotografía de Vittorio Storaro, una evidente influencia en Peterman tanto en este trabajo, como en sus anteriores y posteriores. Existe por tanto en “Flashdance” una altísima pretensión estética, pero muchas veces, como en el director de fotografía italiano, la película parte de un cierto realismo que casi siempre es mejorado o embellecido por el director y su director de fotografía. Este estetiscismo naturalista a veces parte de la luz disponible en las localizaciones -curiosamente, muchas veces, industriales- e incluye (a veces) un rodaje con lentes a máxima apertura y revelado forzado -precisamente para poder trabajar con la luz de un determinado momento en una localización- pero muchas otras, casi siempre, incluye mediante luz cinematográfica efectos que podrían ser de la luz solar, o de una imitación por parte de los cineastas, pero siempre, siempre, siempre, es una imitación que mejora la realidad, como si dicha luz natural hubiera sido imitada en su punto álgido de belleza o estética, casi siempre además a contraluz o con luz lateral. Plano a plano, escena a escena, Peterman logra que cada escena -cada plano- luzcan espléndidos, con un contraste altísimo, pero delicado, con tonos delicados y sedosos, y un uso de variadas fuentes de temperaturas de color (a veces mezcla por ejemplo fondos con luz disponible, ligeramente azulados, con fuentes integradas en primer término, ligeramente cálidas). Y por supuesto, ese contraste es controlado a través del uso de humo, muy extendido durante todo el rodaje y, a fin de potenciar aún más las posibilidades estéticas del conjunto, es muy frecuente que los cineastas lo filmen todo a través de teleobjetivos y hacia la fuente de luz.

Este estilo, parecido al visto en “Midnight Express”, “Alien”, “Fame” o “Blade Runner”, sería el adoptado a continuación por directores de fotografía como Stephen Goldblatt ese mismo año en “The Hunger”, o por Jeffrey Kimball, Ward Russell, Howard Atherton, Michael Seresin, Peter Biziou o hasta Peter Hyams, entre otros representantes de esta misma escuela seguida aquí por Donald Peterman. Por supuesto, este tipo de rodaje también incluye múltiples contraluces, no solo en los clubes cuando los cineastas nos muestran el “contraplano” de los números de danza (o incluso el número de patinaje sobre hielo, con gloriosos “flares”), sí como neones, pero también, iluminación desde una única fuente de luz lateral muy contrastada, pero muy suave, algo muy complicado de llevar a cabo y que a buen seguro obligaba a Peterman a llenar su set de montones de telas, sedas y luces rebotadas y filtradas en las mismas para maximizar esa suavidad y contraste, con mucho relleno negativo para crear sombras y negros profundos. Gracias a eso, muchos primeros planos de Jennifer Beals son gloriosos (atención por ejemplo a las escenas en el confesionario), con fuentes de luz enormes justo fuera de cuadro, así como contraluces muy suaves para realzar su cabello, que realmente hacen que el estilo visual de “Flashdance” no haya quedado en absoluto anticuado. En una época como la actual en la que la tecnología LED ha permitido efectuar múltiples combinaciones de colores “en directo”, sorprende la enorme creatividad de Don Peterman a la hora de efectuarlas con gelatinas o luces de colores específicos, con un diseño “previo”, tanto en los escenarios o clubes que aparecen en la película, como en escenas como la de los créditos iniciales en la fábrica, en la que azules, rojos y el tono anaranjado de las chispas del soldador producen efectos estéticos apabullantes.

Por supuesto, dentro de un rodaje con teleobjetivos, hay muchos planos rodados con zooms, aunque como base los cineastas empleasen los clásicos Zeiss High Speed T1.4, con su característico iris triangular. Peterman no tenía miedo de forzar sus emulsiones, como decíamos, ni siquiera la entonces novedosa película “highspeed” Kodak 5293 (250T), cuyo lanzamiento apresurado en 1982, año de rodaje del film, hizo que fuera de una calidad muy discutible (de hecho fue sustituida poco después por otra emulsión, algo mejor, la 5294, de 400 ASA). Aunque dicho grano, procedente de la subexposición y forzado, para rodar con niveles de luz muy bajos, ha tratado de ser ocultado en el actual master 4K, el mismo no puede ocultar las limitaciones del material original. Dicho material 5293 seguramente también fue de gran ayuda para Peterman no solo con los zooms, sino también con algunas cámaras lentas y, por supuesto, con los planos exteriores que hacen uso de filtros “Grad” o degradados coloreados (Coral, quizá Sunset o, directamente, rojos) que tiene la película. Por todo ello, la imagen de “Flashdance” es magnífica, con momentos de una estética tan marcada como, a veces, considerando individualmente las imágenes, prodigiosa, aunque la misma no obedezca en sí misma a una narración sino más bien, escena a escena, al propio capricho estético de los cineastas. Esa mezcla de publicidad británica, con videos musicales y el estilo de color de Vittorio Storaro puede que no cuente nada en especial, pero rara vez ha sido rara vez ha sido ejecutada de forma más sobresaliente y vistosa que en la presente película, por más que, a veces, emplear la propia palabra “película” junto a “Flashdance” resulte dificil o doloroso.


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Título en España: Flashdance
Año de Producción: 1983
Director: Adrian Lyne
Director de Fotografía: Don Peterman, ASC
Ópticas: Zeiss High Speed T1.4 & Cooke Varotal
Emulsión: Kodak 5247 (100T) & 5293 (250T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom)

Vista en HDTV 4K

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