Café Society

Jesse Eisenberg y Kristen Stewart encabezan el reparto de la película número cuarenta y siete de la filmografía del director neoyorquino Woody Allen, que en esta ocasión, con ambientación en los años 30, sigue las andanzas de un joven (Eisenberg) que se muda desde Nueva York a Los Ángeles para probar fortuna en el mundo del cine, de la mano de un tío suyo (Steve Carell, reemplazando a Bruce Willis) que es un poderoso representante de estrellas de la gran pantalla. En Los Ángeles se enamora rápidamente de la secretaria de su tío (Stewart), lo cual es el inicio de diversos problemas y enredos. Se trata de una película muy en la línea del Woody Allen de los últimos veinte años, es decir, una película divertida, que se deja ver bien, que propone un argumento con cierto interés y cuyos resultados son tan agradables como rápidamente olvidables, cuyo mayor interés quizá resida en su ambientación de época y en el inicio de la colaboración de Allen junto al director de fotografía italiano Vittorio Storaro. Blake Lively y Corey Stoll tienen pequeños papeles en la película secundando al trío principal.

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Como indicábamos, “Café Society” es la primera colaboración de Woody Allen con el director de fotografía italiano Vittorio Storaro [ASC, AIC], ganador de tres premios Oscar de la Academia de Hollywood por sus trabajos en “Apocalypse Now” (Francis Ford Coppola, 1979), “Reds” (Warren Beatty, 1981) y “The Last Emperor” (Bernardo Bertolucci, 1987), además de icónicos trabajos en películas como “Il Conformista” (1970) y “Last Tango in Paris” (1972), ambos para Bertolucci; “One From The Heart” (1982) y “Tucker” (1988) para Coppola o “Dick Tracy” (1990) y “Bulworth” (1998) para Warren Beatty. Famoso por sus teorías (y divagaciones) sobre el uso del color y su asociación con las emociones de los personajes en pantalla, lo cierto es que Storaro fue un pionero en el uso de una luz moderna y una fotografía en color absolutamente contemporánea, bien en su vertiente naturalista o en un expresionismo llevado hasta las últimas consecuencias, aunque su semi-retiro durante las dos últimas décadas, en las que apenas ha participado en producciones del calibre que cabría esperar de un operador como el italiano, refugiándose en películas de autor más pequeñas (sus colaboraciones con Carlos Saura, como “Tango”, “Flamenco”, “Taxi”, etc) o bien en producciones que rodaban cerca de su casa en Roma (las dos versiones de “Exorcist: The Beginning”, a cargo de Paul Schrader y Renny Harlin), no han ayudado en exceso a que su reputación sea tan alta en la actualidad como quizá debiera serlo.

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Lo cierto es que el italiano, por más que no se mantenga demasiado activo, era un colaborador muy lógico para Allen, que siempre se ha especializado en colaborar con directores de fotografía veteranos, autores de una prestigiosa lista de películas, aunque ya hayan dado lo mejor de sí mismos para otros realizadores. Es el caso obviamente de Carlo Di Palma y Sven Nykvist, colaboradores sobre todo de Antonioni y Bergman, pero también el de Vilmos Zsigmond o Darius Khondji, que junto con el español Javier Aguirresarobe ha sido el operador habitual de las últimas películas de Allen. Storaro, a sus 76 años, encaja perfectamente en ese perfil de operador de prestigio con un estilo visual distintivo, pero capaz de plantear un rodaje rápido, sin problemas y dentro de los presupuestos moderados en los que se mueve Allen desde hace mucho tiempo.

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La principal novedad técnica que ha traído Storaro es que, una vez que ha asumido que el celuloide es ya un formato residual, muy válido para muchas películas, pero accesible para un reducido grupo de cineastas y determinados films, ha dejado de lado el formato Univisium (3-perf Super 35mm con una relación de aspecto 2.00:1) que tanto promocionó y lo ha sustituido por el mismo 2.00:1 pero adoptando el formato HD con la Sony CineAlta F65, una cámara que, por prestaciones (latitud y color) y resolución, vendría a ser una mezcla de una Arri Alexa y una Red Epic Dragon, combinando lo mejor de los dos mundos, a pesar que su tamaño sea excesivo y su flujo de trabajo y descargas no sea el más cómodo del mundo (especialmente por su tamaño, las películas que hacen uso de la F65 suelen emplear la F55 para determinadas tomas, con aquí también ha sucedido).

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Pero más allá del novedoso rodaje en digital, la estética de “Café Society” es poco novedosa dentro de la filmografía de Storaro, que hace en esta película lo mismo que lleva haciendo durante muchísimos años. Para Allen, un cineasta que durante también muchos años ha sido conocido por su gusto por una paleta de color absolutamente cálida y virada hacia el amarillo, la irrupción de Storaro en su cine es sin embargo un soplo de aire fresco, ya que el italiano continúa proponiendo sus clásicos toques de color y mezclas de tonalidades que rompen con esa tradición “amarilla” del realizador. Aún así, la película quizá tiene un estilo que está muy marcado por su ambientación de época en Hollywood, pero Vittorio Storaro se aleja del estilo de “The Day of the Locust” (John Schlesinger, 1975, con fotografía de Conrad Hall) que a priori encajaba tanto. En lugar de partir de niveles de amarillo muy elevados, Storaro plantea una paleta de diversos tonos, como si tuviera una “base de grados kelvin”, sobre la que va introduciendo luz de diferentes colores y tonalidades.

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Las que más aparecen a lo largo de la película y la identifican, desde luego, son sus continuos y muy marcados amaneceres y atardeceres muy soleados, en la línea de la citada “Tucker” (1988), aunque sin el humo que estaba de moda en los años 80. Por supuesto, este tipo de luz obtiene una justificación mucho mayor en las escenas que transcurren en Los Ángeles que en las neoyorquinas, pero aún así, Storaro las emplea en ambas localizaciones. Pero también, especialmente en Nueva York, Storaro emplea algo de luz azulada en los exteriores de las ventanas de la casa de los padres del protagonista, ofreciendo mucha variedad cromática, especialmente si se tiene en cuenta que Allen está tras las cámaras.

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La ambientación “Art Deco” ofrece al italiano también la posibilidad de ejecutar una iluminación muy sofisticada durante las fiestas que aparecen en pantalla o las diversas escenas en los clubes, con lámparas integradas en el decorado o también, iluminación de color en diferentes puntos del escenario. El aspecto siempre es muy rico y para nada convencional, algo en lo que sí que había caído, especialmente a nivel estético, el cine de Allen en etapas anteriores, incluso cuando contaba con directores de fotografía de gran currículo a sus espaldas. Quizá, aunque pueda resultar sorprendente, el punto más flojo de la iluminación de Storaro sea el tratamiento de los primeros planos, especialmente de Kristen Stewart, a la que retrata con una luz demasiado plana y un filtro difusor que hace que, de pronto, la imagen tenga una apariencia algo sucia que no corresponde, ni por textura ni por raccord, con los planos medios o generales. Blake Lively tampoco posee un tratamiento especial en sus breves escenas, pero desde luego sorprende que el italiano sea tan poco cuidadoso con su actriz principal.

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En cuanto al trabajo de cámara, aunque Storaro nunca ha sido un director de fotografía con fuertes opiniones en cuanto a su posicionamiento o forma de emplearla (de ahí que Coppola prefiriera los rodajes “relajados” con el italiano, a los “tensos” que vivía con Gordon Willis, con el que Allen evitó enfrentamientos en sus ocho películas), lo cierto es que en “Café Society” sí que se observa un mayor número de movimientos y fluidez de la que es habitual en el cine de Allen, así como la utilización de lentes que quizá tengan focales más cortas o angulares. Los resultados, en cualquier caso, aunque estén aún lejos de los mejores de Allen (siempre con Willis) o de Storaro, resultan bastante estimulantes y, para los amantes de la imagen cinematográfica, la sola presencia del director de fotografía italiano en una película ya debería justificar normalmente el precio de la entrada, como sucede en este caso.

Título en España: Café Society
Año de Producción: 2016
Director: Woody Allen
Director de Fotografía: Vittorio Storaro, ASC, AIC
Ópticas: Cooke S4
Formato y Relación de Aspecto: Sony F-65, 2.00:1
Otros: 4K Digital Intermediate; tomas adicionales rodadas con la Sony F-55

Vista en DCP

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2016.