A Hidden Life

Vuelta por parte del cineasta norteamericano Terrence Malick a un cine de una narrativa algo más convencional, después de los experimentos realizados con “Knight of Cups” (2016) y “Song to Song” (2017), en la que el director de “The Thin Red Line” viaja por primera vez a Europa para filmar la historia real de Franz Jäggerstätter (August Diehl), un granjero austríaco que, durante la Segunda Guerra Mundial, rechazó participar en la contienda por motivos de conciencia, ya que ello suponía aceptar a Hitler y a su régimen nazi. Así pues, Malick retoma ni más ni menos una historia de corte muy similar a la de Sir Thomas More, llevada a la gran pantalla por Fred Zinnemann en 1966 sobre la base de la obra de Robert Bolt “A Man For All Seasons”. Por supuesto, como cabe esperar en el cine de Malick, existe una gran belleza y variedad de escenarios en cada una de las secuencias, e incluso una buena selección musical y banda sonora de James Newton Howard. Pero lo que se cuenta en sus casi tres horas de duración está demasiado estirado y el grueso del estilo narrativo, visual o musical tampoco resulta ya novedoso. De modo que es un film más convencional del director desde “The New World” -puesto que también es más sencillo que “The Tree of Life” y “To The Wonder”- pero no justifica en absoluto su duración.

Siendo una película de corte europeo, rodada con un equipo pequeño, no resulta extraño en absoluto que Emmanuel Lubezki, el director de fotografía de Terrence Malick desde 2006, haya sido uno de los nombres que se hayan caído del proyecto. En su lugar, el cineasta ha optado por lo sencillo y lo ha sustituido por el alemán Joerg Widmer, que además de jugar en casa, había sido el operador de cámara y de Steadicam de Lubezki en todos los títulos que el mexicano rodó para Terrence Malick, además de haber filmado por su cuenta algunas escenas de segunda unidad de estos films. Por consiguiente, el recambio es perfectamente conocedor de los gustos y del tipo de rodaje que exige Malick, una mezcla de improvisación y exploración actoral, con cuidados movimientos de cámara y una minuciosa selección de los diferentes momentos del día en los que rodar cada escena. La carrera de Widmer es extraña, en tanto que ha operado la cámara o la Steadicam para directores de fotografía muy importantes (además de Lubezki, Rodrigo Prieto, Frank Griebe, Philippe Le Sourd, Janusz Kaminski, Darius Khondji, Robert Richardson o Phedon Papamichael), mientras que ha llevado en paralelo una carrera como director de fotografía desde los años 90 pero que en su mayor parte está centrada en documentales y películas para la televisión alemana. En el momento de escribir estas líneas ya ha rodado también “The Last Planet”, la siguiente película del director, que es muy probable que siga exactamente las mismas directrices visuales de la presente obra, conociendo los gustos de Terrence Malick.

La fotografía de “A Hidden Life” es una clarísima continuación de los planteamientos de Terrence Malick y Emmanuel Lubezki. Ya habían experimentado un poco con la adquisición digital tanto en “To The Wonder”, con algún segmento aislado, como especialmente en “Knight of Cups” y “Song to Song”, pero “A Hidden Life” es la primera vez en que Malick ha rodado íntegramente en formato digital. En este sentido, el film fue rodado en el verano de 2016 y los cineastas emplearon la Red Epic Dragon, que era el tope de gama de Red en aquél momento. Continuando con el estilo desarrollado desde “The New World”, pero que empezó a hacerse más y más evidente a raíz de “The Tree of Life” y “To The Wonder”, “A Hidden Life” está rodada con grandes angulares extremos: un 12mm como lente convencional, un 14mm como lente más larga, con algunos momentos concretos en los que el aspecto es todavía mucho más angular, con un 8mm. El efecto, combinado siempre con diafragmas muy cerrados, es de una profundidad de campo enorme, incluso cuando la Steadicam de Widmer se acerca a muy pocos centímetros de los intérpretes, con una pronunciada distorsión en los bordes de cada fotograma. De un lado, como indicábamos, es una evolución natural de lo visto en sus películas anteriores, pero en este caso, la justificación estaría sobre todo en que los grandes escenarios montañosos en los que viven los personajes del film abrazan y rodean a los mismos de manera mucho más evidente con este tipo de focales, pero las mismas también están presentes en el resto del material, incluidos múltiples escenarios naturales interiores. El uso de focales muy cortas también favorece la energía y el movimiento de la puesta en escena, ya que cada pequeño movimiento parece uno mucho mayor que con focales largas.

Parece ser que la Epic Dragon fue escogida por Widmer por su menor tamaño y peso en la Steadicam (los Arri/Zeiss Master Primes pesan casi tres kilos), empleando dos unidades además: una equipada con el OLPF para retener más detalle en las altas luces (Skin-tone Highlight) y la otra con el OLPF optimizado para bajos niveles de iluminación (Low-Light), ya que la Red Dragon poseía un sensor que funcionaba muy bien cuando se disponía de bastante luz (entre 250-400 ISO), pero no tanto cuando era necesario emplear ISO más elevados. En gran parte de la película, en todo caso, Widmer dispone de muy buenos niveles de luz al tratarse de exteriores diurnos -que lucen espléndidos en cuanto a rango y detalle- o interiores día con grandes ventanales. Porque esa es otra característica de la colaboración entre Malick y Lubezki que se conserva con Widmer: la utilización al máximo de la luz disponible, seleccionando las orientaciones de los edificios y las horas del día más adecuadas para el rodaje, dejando que pequeños aparatos de iluminación LED entren en acción solo cuando no quedaba más remedio. Los exteriores se dividen en tres categorías, en el crepúsculo, bajo cielos encapotados o escenas soleadas, estas últimas planteadas como cabía esperar a contraluz. Tanto en exteriores como en interiores, gracias al estilo de Malick de rodar tomas largas, sin cobertura convencional, los cineastas pueden rodar con luz disponible, creando con la luz disponible y mucho relleno negativo, o bien esas pequeñas unidades LED fuera de las ventanas, un convincente aspecto de “single source” o única fuente de iluminación natural, además de un aspecto global coherente y unitario.

Solo en algunos momentos aislados algunas nubes, cielos o pieles aparecen excesivamente sobreexpuestas y ponen de manifiesto que la Red Dragon posee una latitud de exposición menor al celuloide con el que solía trabajar Lubezki y también menor a la Arri Alexa, pero el resto del metraje es perfectamente equiparable al que se hubiera obtenido rodando con la cámara de ARRI. Y aunque todo luce maravillosamente bien, está bien compuesto a nivel de cámara y por lo general las exposiciones son muy acertadas (de modo que no se echa en falta a Lubezki, por lo menos el Lubezki posterior a “The Tree of Life”), el problema es que ya no es un cine el de Terrence Malick que rezume frescura, innovación o inspiración. Es cierto que ha ido un paso más allá con la selección de focales, llegando al extremo de rodar todo un film con grandes angulares que aterrarían a casi cualquier otro director o director de fotografía, pero en esencia, el producto es más de lo mismo, ahora más lineal y convencional pero con el mismo tipo de rodaje, los mismos soportes, las mismas ideas visuales (luz disponible, planos sobre la naturaleza y el paisaje) y, por supuesto, una temática que resulta predecible en su presentación, desarrollo y desenlace para aquéllos que conozcan la obra anterior del cineasta norteamericano. Y por todo ello, sin ser “A Hidden Life” una mala película, tampoco contiene o muestra los requisitos necesarios para ser una buena. Y la lástima es que es muy probable que, con un buen montador -Malick ha ido contando cada vez con editores menos y menos experimentados- y mucha tijera, podríamos estar hablando de un film muy superior, que sin embargo queda tan oculto entre sus 172 minutos de metraje como la vida de su protagonista en los libros de historia.

Título en España: Vida Oculta
Año de Producción: 2019
Director: Terrence Malick
Director de Fotografía: Joerg Widmer
Ópticas: Zeiss Master Prime, Zeiss Ultra Prime 8R
Formato y Relación de Aspecto: Red Epic Dragon (6K Redcode RAW), 2.4:1

Vista en Blu-ray

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