Werk Onhe Autor / Never Look Away

Retorno del cineasta alemán Florian Henckel Von Donnersmarck a su país natal -después de su sonado fracaso en los EEUU con “The Tourist” (2010)- con un film, parece ser, inspirado en la vida del pintor germano Gerhard Richter. Sobre la base de un guión propio, el director narra una historia ambientada a lo largo de varias décadas, desde finales de los años 30 hasta los 60 del siglo pasado, período en el cual se produjo la llegada de los nazis al poder, la segunda guerra mundial o el establecimiento de una república comunista (la RDA) en la Alemania Oriental. Todos estos hechos son vividos en primer persona por el protagonista (Tom Schilling), un joven pintor cuya vida arrastra graves traumas provocados por todos estos vaivenes históricos y que se originan en la ejecución de su tía (Saskia Rosendahl), ordenada por un doctor (Sebastian Koch) que la considera mentalmente “no apta”. Todo su mundo cambia cuando conoce a Ellie (Paula Beer) y a su familia. No se trata de una obra tan redonda como el debut de Von Donnersmarck en la dirección (la estupenda “Das Leben Der Anderen” / “Lives of Others”, 2006), aunque sí es de corte parecido, siendo éste un film más centrado que aquél en el tema del artista que busca su verdadera personalidad como tal, en relación con la libertad personal y los hechos que marcan su vida y afectan a su obra.

Sorpresivamente, puesto que se trata de una película alemana, rodada en alemán y principalmente en Alemania, el director de fotografía es el norteamericano Caleb Deschanel [ASC], quien a sus 74 años de edad recibió su sexta candidatura al Oscar por este trabajo. Muy veterano, por lo tanto, se trata de uno de los directores de fotografía de más talento y más admirables de los últimos 40 años, desde su brutal irrupción en 1979, año en que firmó “The Black Stallion” (Carroll Ballard), “Being There” (Hal Ashby), “More American Graffiti” (Bill L. Norton) y la fotografía adicional de “Apocalypse Now”, filmando algunos insertos de Martin Sheen en el viñedo de Coppola durante la post-producción. A continuación, se encarga de “The Right Stuff” (Philip Kaufman, 1983) y “The Natural” (Barry Levinson, 1984), sus dos primeras nominaciones al Oscar, antes de iniciar un período de casi diez años alejado del cine por voluntad propia. Rápidamente, a su vuelta, acumula nominaciones con películas como “Fly Away Home” (Caroll Ballard, 1996), “The Patriot” (Roland Emmerich, 2000) y “The Passion of the Christ” (Mel Gibson, 2004), filmando entre medias y hasta la actualidad muchos proyectos que normalmente no han estado a la altura de su talento. Tiene pendiente de estreno, en el momento de escribir estas líneas, la versión de imagen real de “The Lion King”.

Siendo una historia de época, no es extraño que Von Donnersmarck quisiera rodar en 35mm, algo en lo que tras hacer diversas pruebas, Deschanel estuvo de acuerdo. Sin embargo, poco antes de empezar el rodaje, el laboratorio con el que iban a trabajar, en Viena, cerró sus puertas, forzando por tanto a Deschanel a emplear la Arri Alexa, cámara de la que fue uno de sus primeros usuarios en “Killer Joe” (William Friedkin, 2011). Equipada con lentes Arri/Zeiss Master Prime, la imagen de “Werk Ohne Autor” tiene un lógico aire contemporáneo, aunque Deschanel introdujera grano sobre la imagen digital en post-producción y, en ocasiones, algún filtraje ligero tipo Classic Soft. El rodaje con la Alexa no supone un problema en absoluto de cara al resultado final, si bien hay algunas decisiones de etalonaje algo cuestionables por su aire digital, que quizá sean lo peor de un conjunto que es brillante y equiparable a los mejores títulos de la filmografía del gran operador americano, que son los ya citados previamente. La imagen es muy rica, cálida o fría según las necesidades de la narración, mezcla luz dura y luz suave, sol, sombra, noche americana, noche cinematográfica… es un verdadero festín para los ojos del espectador en gran parte del metraje y supone lo mejor de Deschanel desde los tiempos de “The Patriot”, película que evidentemente es menor, pero cuya estética era un verdadero placer visual. “Werk Onhe Autor” no es que siga esa línea, ya que es un trabajo que no tiene nada que ver, pero en términos cualitativos resulta perfectamente equiparable.

Cuando Caleb Deschanel despuntó en el panorama internacional, lo hizo con películas de un aspecto muy bello, pero de clara inspiración naturalista y sencilla ejecución. Con el paso de los años, como le sucedió a otros grandes operadores como Owen Roizman, Deschanel se ha ido convirtiendo también en un gran maestro de la utilización de la luz artificial, no solo para crear o recrear maravillosos aspectos naturales, sino también, para crear realidades aumentadas o entornos absolutamente oníricos que funcionan no porque sean reales, sino por la atmósfera que consiguen transmitir. Su trabajo en el presente film se enmarca más en esa segunda tendencia de crear con luz artificial, si bien contiene un buen número de escenas en las que prima un aspecto natural, pero siempre con cierto aire de grandeza y sofistificación. Hay mucha recreación de la luz natural en el film en interiores, siempre con la luz penetrando a través de las ventanas, pero con una enorme suavidad en los rostros y algunos perfiles de contraluces duros, que indican la mezcla de aparatos muy grandes y suavizados en el exterior junto con haces de luz dura. El aspecto, por tanto, siempre parece iluminado, de forma consciente, como lo están los propios exteriores diurnos, con suaves luces de relleno laterales siempre en el lado contrario a la cámara, como mandan los cánones.

Las noches, sorprendentemente para una película europea, pero no para Caleb Deschanel, emplean los tradicionales contraluces de un gran aparato HMI en cada campo, de modo que poseen un aspecto azulado que ya es absolutamente clásico. El operador también los lleva a algunos preciosos interiores nocturnos con luz de ventana, que tampoco pretenden ser naturales, pero que son tan bellos y clásicos que se aceptan de forma absolutamente rotunda. En interiores noche, hay muchas fuentes integradas, pero sorprende un poco que Deschanel emplee muchos rebotes de aparatos muy potentes y puntuales para iluminar los rostros, con un contraste muy alto y muchos leves contraluces para separar a los intérpretes de los fondos. También hay algunas noches americanas, o quizá mejor dicho, “dusk-for-night”, ese momento del anochecer en que apenas hay luz en el cielo y, con un agresivo etalonaje azulado, se consigue un efecto híbrido entre el día y la noche, que el director de fotografía ha empleado en más de una ocasión anterior. Por supuesto, quizá el cénit del trabajo son las escenas que muestran al protagonista pintando y hallando su arte, con esos haces de luz solar, a veces mezclados con luz suave, que definen muy bien el “look” global del film: una obra luminosa en la que precisamente la luz de Deschanel representa y apoya muy bien la inspiración del personaje protagonista, pero que tiene la virtud de ser bella y expresiva sin que la fotografía resulte en absoluto intrusiva. En cierto modo, es como si Deschanel no tuviera necesidad alguna de lucirse, pero lo que hace, lo hace tan sumamente bien que lo envuelve todo sin que parezca que su autor, a diferencia de un Storaro o Kaminski, desee llamar la atención sobre sí mismo.

Von Donnersmarck renuncia por vez primera al formato panorámico anamórfico (curiosamente, en “The Tourist”, incluso llegó a conseguir que un operador adicto a los zooms como John Seale, rodase con lentes anamórficas fijas, para conseguir un verdadero aspecto propio del formato). Aún así, su puesta en escena es absolutamente clásica y su evidente interés por lo visual (patente desde el momento en que decidió ofrecerle el film a Caleb Deschanel) va absolutamente de la mano del trabajo del operador y viceversa, ofreciendo un trabajo colaborativo de primer nivel que, como decíamos, es muy rico, muy sugerente, está tremendamente trabajado y, por suerte, es uno de los films en los que el talento de Deschanel, como si fuera el personaje protagonista, se ha encontrado seguramente más libre para crear una fotografía que resulta un compendio de lo mejor de su estilo, adaptado eso sí a los tiempos digitales en los que le ha tocado continuar la parte final de su carrera. Con todo y con eso, a pesar de algún efecto de color que quizá resulte algo excesivo, así como alguna secuencia con un ligero exceso de luz (ese plano a contraluz de Sebastian Roch en la clínica, al comienzo…), los resultados son estupendos y perfectamente merecedores (y quizá algo más) de la nominación al Oscar con la que el trabajo de Caleb Deschanel fue recompensado.

Título en España: La Sombra del Pasado
Año de Producción: 2018
Director: Florian Henckel Von Donnersmarck
Director de Fotografía: Caleb Deschanel, ASC
Ópticas: Arri/Zeiss Master Prime, Fujinon Alura
Formato y Relación de Aspecto: Arri Alexa (ARRIRAW 3.4K, 1.85:1)
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom)

Vista en Blu-ray

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