The Lion King
Remake literal de la película animada de 1994, de la que no solo toma prácticamente al pie de la letra su guión, su banda sonora o canciones, sino que además, muchos de sus planos e ideas visuales para plasmarlas en pantalla, eso sí, no ya mediante animación, sino a través de las más modernas técnicas de imagen digital, incluyendo bastantes momentos de exhibición de las mismas que hacen que el metraje se incremente en casi media hora más. La historia es de sobra conocida: el viejo león rey de la manada tiene un hijo llamado a ser su heredero, pero su hermano se opone a ello y conspira para tenderle una trampa y poder asesinar al padre y tomar él mismo el poder. Por más que la historia sea la misma, así como múltiples elementos que se mantienen inalterados, en el tránsito hacia la imagen cuasi-real que ofrece el film de Jon Favreau se pierde parte del estilo directo de la cinta de animación y su encanto como conjunto, siendo en este sentido inferior a la versión de “Jungle Book” ofrecida por el mismo director en 2016.
El director de fotografía es el norteamericano Caleb Deschanel [ASC], todo un veterano, ya que cuenta con 74 años en el momento del estreno de este largometraje. Aún así, su trabajo el año pasado en “Never Look Away” (Florian Henckel Von Donnersmarck, 2018) demuestra que sigue encontrándose en plena forma y en un momento de madurez envidiable que le sitúa, seguramente, como el último representante en activo del estilo y filosofía de operadores como Gordon Willis, Conrad Hall u Owen Roizman, entre otros. Activo en cine desde 1979, cuando debutó con títulos como “Being There” y “More American Graffiti” y conocido por sus imágenes realistas y sus cualidades para embellecer la realidad, Deschanel ha acumulado hasta la fecha seis nominaciones al premio Oscar, que nunca ha conseguido ganar: “The Right Stuff” (Philip Kaufman, 1983), “The Natural” (Barry Levinson, 1984), “Fly Away Home” (Carroll Ballard, 1996), “The Patriot” (Roland Emmerich, 2000), “The Passion of the Christ” (Mel Gibson, 2004) y la mencionada “Never Look Away”.
Una de las claves de la imagen de esta nueva versión de “The Lion King” es la presencia de Robert Legato [ASC] entre el equipo. Ganador del Oscar de efectos visuales ya en la época de “Titanic” (James Cameron, 1997), Legato fue el responsable de la creación de los escenarios de “Avatar” (James Cameron, 2009) o de los efectos visuales de películas de Martin Scorsese como “Shutter Island” (2010) o “Hugo” (2011). En este caso, la producción rodó algunas tomas y fondos en Kenia (con la Arri Alexa 65 y lentes Panavision), viaje que también sirvió seguramente a Deschanel para familiarizarse con el tipo de luz de la sabana africana y, a Legato, para recopilar y crear sus entornos virtuales sobre una base real. Posteriormente, toda la película ha sido rodada “dentro” de ese entorno de realidad virtual (con los decorados visibles en 360º a través de las gafas adecuadas). Dentro de ese sistema, Deschanel y Favreau podían elegir sus movimientos de cámara y encuadres, así como el tipo de luz, con sus cualidades, tonos y dirección, que querían emplearse para cada escena, de modo que aseguran que, una vez uno de acostumbra a este sistema de trabajo, en realidad el mismo no difiere tanto como cabría pensar de la filmación “normal” de una película en estudio. Solo que los cambios y opciones escogidas, lógicamente, no tienen un trabajo físico, sino que son aplicaciones dentro de ese sistema de realidad virtual.
Así pues, la labor de Deschanel es más la de un diseñador de iluminación o la de un creador de conceptos, que la de un director de fotografía propiamente dicho, ya que en lugar de iluminar un set, lo que se hace es crear la luz de ese entorno de realidad virtual. Una vez sentadas estas bases, lo cierto es que la luz de esta nueva versión de “The Lion King” se parece mucho a sus conceptos habituales de fotografía: las escenas felices están rodadas en gloriosos atardeceres a contraluz, como en los mejores títulos de su filmografía, mientras que, por ejemplo las escenas nocturnas poseen tonos azulados reminiscentes de películas suyas como “The Patriot” o el comienzo de “The Passion of the Christ”. Las escenas intermedias juegan o bien a mostrar escenarios lo más bellos posibles (pero sin recurrir a esos atardeceres) o, en los momentos más dramáticos de la historia, a proporcionar tonos azulados y algo desagradables que tratan de trasladar al espectador el estado de ánimo de los personajes. Por supuesto, tratándose de entornos virtuales, a veces mezclados con imágenes de acción real modificadas, la luz es siempre exquisita, perfecta, tanto en su apariencia como en su continuidad o el efecto que crea al recaer sobre los animales que aparecen en pantalla.
Sin embargo, de alguna manera, esa hiperrealidad que atesora el conjunto y que es su mayor cualidad, pues la película es intachable a nivel visual y de acabado, en cierto modo también juega en su contra: cuando vemos la película de animación somos plenamente conscientes de estar viendo una historia de ficción, por bien ambientada que esté el original. Sin embargo, viendo esta nueva versión, con sus escenarios que parecen maravillosas postales y con los animales moviéndose con total naturalidad por los mismos, todo parece tan real, sin serlo, así como embellecido, que causa de forma automática cierto distanciamento que no juega a favor de la historia, especialmente cuando esos animales que parecen tan reales se ponen a hablar. De modo que los resultados son extraños, puesto que se crean dos efectos contrapuestos que al final no terminan de sentarle bien a la narración, por más que el envoltorio sea técnicamente superlativo.
Título en España: El Rey León
Año de Producción: 2019
Director: Jon Favreau
Director de Fotografía: Caleb Deschanel, ASC
Ópticas: Panavision Primo 70
Formato y Relación de Aspecto: Arri Alexa 65 (ARRIRAW 6.5K), 1.85:1
Vista en DCP Láser Projection
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