The Beguiled (2017)

Adaptación de la misma novela de Thomas Cullinan que ya fuera llevada a la gran pantalla por Don Siegel en 1971 (con un reparto encabezado por su actor fetiche, Clint Eastwood, así como por Genevieve Page). La historia se repite casi por completo en esta nueva versión escrita y dirigida por Sofia Coppola, que incluso acredita estar basada en el guión de la versión anterior: en plena guerra civil americana, un soldado nordista (Colin Farrell), herido en una pierna, es encontrado por una niña en el bosque y llevado a una casa-escuela femenina. A pesar de que el soldado pertenece al bando contrario, la jefa (Nicole Kidman) decide curarlo y no entregarlo directamente a los sudistas. Sin embargo, una vez el soldado recupera el conocimiento, todas y cada una de las habitantes de la casa sucumbirán de una forma u otra ante la presencia masculina, lo que producirá un fuerte conflicto. Con su habitual Kirsten Dunst y Elle Fanning completando el reparto, Coppola realiza una de sus películas más sólidas y sobrias, aunque quizá la explosión dramática de la película de Siegel y los rencores y rencillas entre las mujeres estaban mejor aprovechadas en la versión anterior. Con todo, se trata de un buen film, realizado con mucho gusto y de una sorprendente (escasa) duración.

Por mucho que el argumento se repita por completo, la cuestión estética no tiene nada que ver con la del film de 1971, con el que por cierto debutó Bruce Surtees como director de fotografía. Tras haber trabajado con Lance Acord en “Lost in Translation” y “Marie Antoinette”, o con el fallecido Harris Savides en “Somewhere”, entre otros, Coppola inicia aquí una nueva relación profesional con un director de fotografía. En este caso el escogido es el francés Philippe Le Sourd [AFC]. Antiguo ayudante de cámara de Darius Khondji antes que éste diera el salto a los EEUU a mitad de la década de los 90, la carrera de Le Sourd es muy corta (se dedica principalmente a la publicidad) y destaca sobre todo por dos títulos: “A Good Year” (Ridley Scott, 2006), que a pesar de ser una película floja tenía un aspecto envidiable, así como por “The Grandmaster” (Wong Kar Wai, 2013), por la que obtuvo una nominación al Oscar y al premio de la American Society of Cinematographers (ASC), entre otros. Así que a pesar de no prodigarse demasiado en cine, lo cierto es que Le Sourd era una garantía de un estilo visual interesante y de continuar la tradición de Sofia Coppola de escoger, para sus proyectos, a directores de fotografía de personalidad y un estilo muy marcado y encuadrado en la sencillez naturalista, pero sin despreciar la ocasión de crear imágenes vistosas y de gran interés, algo que sin duda consigue Le Sourd en el presente título.

Una historia ambientada en un entorno rural y en el pasado como la presente es uno de los mejores pretextos que puede encontrarse a día de hoy para renunciar a la tan extendida adquisición digital y volver (o continuar usando) el celuloide de 35mm. En este sentido, el film destaca además por varios motivos. El primero de ellos es que está rodado en una relación de aspecto algo inusual a día de hoy como lo es el 1.66:1. Parece ser que la justificación de Coppola sería que pretendía hacer que el film fuera más claustrofóbico, puesto que casi en su integridad transcurre en el interior de una casa de la que no pueden salir debido al conflicto en su exterior. El segundo, además, porque “The Beguiled” está rodada haciendo uso de lentes “vintage”, tan de moda para reducir la nitidez de los sensores digitales y tratar de obtener un aspecto más cinematográfico (en el sentido del celuloide tradicional) en formatos HD, pero que aquí está combinada con el propio celuloide, lo que produce un aspecto aún más suave y aún menos contrastado, con características añadidas de las que hablaremos a continuación. Y por último, porque el tratamiento de la emulsión Kodak 5219 (500T) que hace Le Sourd es inusual, especialmente en nuestra época: todo el film está expuesto a 250 ASA y subrevelado un diafragma, por lo que el grano es más fino, pero también se reduce el contraste y la saturación, de modo que el aspecto es muy suave, con mucha latitud y con delicadas texturas que, aún en proyección digital, le vienen como anillo al dedo al tipo de historia y estilo del film, con inspiración reconocida por el propio Le Sourd en los trabajos de Russell Boyd en “Picnic at Hanging Rock” (1975) y de Geoffrey Unsworth en “Tess” (1979).

En cuanto a las lentes, Le Sourd emplea una combinación de Cooke Speed Panchro (S2/S3) para los exteriores e interiores diurnos (siempre rodados a máxima apertura de diafragma) con los bellísimos y extraordinarios Panavision Ultra Speed MKII, que permiten aperturas de diafragma tan enormes como T1.1 en alguna de sus focales. Además, parece ser que para varias de sus tomas exteriores con teleobjetivo (haciendo uso del 100mm y del 152mm Cooke para aislar a los personajes en la naturaleza y conseguir fondos desenfocados), Le Sourd ha hecho uso de un un cristal preparado específicamente por Panavision que, colocado frente a sus lentes a modo de “attachment”, produce fuertes curvaturas en el desenfoque y “bokeh” de los objetivos, que por momentos muestran tanta distorsión que parecen emular al formato anamórfico. Estos exteriores están rodados haciendo un gran uso de la luz disponible, esperando o empleando los momentos del día en que la luz natural ofrece bellos efectos a modo de amaneceres o atardeceres, aunque es seguro que Le Sourd introduce algún contraluz que imita la luz del sol y, quién sabe, es probable que también varias de las tomas que muestran rayos de sol a través de humo/neblina en planos generales de la casa en la que transcurre la acción también hagan uso de grandes aparatos de iluminación cinematográfica en los exteriores, para producir esos estupendos haces que vemos en pantalla.

Sin embargo, a quien escribe estas líneas le resulta interesante sobre todo el tratamiento de los interiores. Los nocturnos son muy buenos, ya que en una época anterior a la luz eléctrica, los personajes utilizan velas para iluminar las estancias e incluso para moverse con las mismas. Como Le Sourd no recurre al forzado, generalmente las velas muestran un buen tono dorado y no aparecen quemadas como en otros films, aunque para ello tenga que rodar a aperturas mayores que T1.3 en los Ultra Speed y, lógicamente, emplear algo de luz de relleno o ambiente mediante pantallas LED muy difuminadas y cuya temperatura de color está muy igualada a la de las velas. El efecto es muy bueno, ya que la sensación general es que las estancias y los personajes están realmente iluminados con las velas que vemos en pantalla, aunque un análisis más profundo revela que efectivamente Le Sourd está rodando a niveles muy bajos, pero que cada toma está complementada con esas luces fuera de campo para, sobre todo, envolver más a las actrices en sus primeros planos, algo que es especialmente evidente en las escenas en que los personajes están sentados a la mesa, en los que se aprecia una versión moderna del “coffin light”, o en los planos con Nicole Kidman, en los que hay luz frontal viniendo desde arriba que evita fotografiarla con la luz de las velas, que están integradas en plano pero más bajas que la actriz.

Pero a pesar que las escenas de velas están muy bien resueltas, las que verdaderamente tienen un interés y personalidad que las hace diferentes son las diurnas, ya que Le Sourd adopta una filosofía realista según la cual respeta las fuentes de luz natural de cada estancia (las ventanas, cubiertas con gruesas cortinas blancas/grises sobre las que proyecta HMIs y/o Maxi-Brutos desde el exterior), sin incluir relleno desde dentro o haciendo que este sea muy leve y vagamente perceptible. Como consecuencia, aunque sí utiliza algunas luces suaves sobre los actores para moldear sus rostros desde el mismo ángulo en que se encuentran las ventanas, los personajes en los interiores siempre están mucho más oscuros que las propias ventanas, como sucedería en la vida real, de modo que muchas veces Le Sourd tiene planos con fuentes muy sobreexpuestas (las citadas ventanas) y actores dos o tres diafragmas por debajo de la exposición, pero debido al conjunto de lentes, negativo y tipo de revelado previamente expuesto, la latitud es tan grande que el espectador siempre ve el suficiente detalle en las sombras, y ello a pesar que los negros en las escenas diurnas son bastante ricos, especialmente teniendo en cuenta la circunstancias.

La forma en que Le Sourd escoge este aproximamiento y la forma en que lo mantiene a lo largo de la proyección, sin hacer concesiones a que se vea un poco más o mejor a un determinado actor por tener un caché más alto, es lo mejor de su trabajo, que además luce espléndido durante todo el film. Quizá se le puede echar en cara un exceso de preciosismo en los exteriores, debido al uso y quizá abuso de teleobjetivos para encuadrar a los personajes, dejando que los fondos se desintegren por emplear las lentes a máxima apertura, o incluso quizá en algún instante sea demasiado obvio que emplea luz adicional en las secuencias con velas, pero por lo general “The Beguiled” muestra, en términos estéticos, un nivel muy alto, hasta el punto que puede que sea el aspecto del film que mejor funcione, utilizando para ello el celuloide y un conjunto de técnicas (subrevelado) y ópticas que, lejos de resultar una evocación nostálgica, realmente demuestran ser muy adecuadas para esta historia y su marco histórico.

Título en España: La Seducción
Año de Producción: 2017
Director: Sofia Coppola
Director de Fotografía: Philippe Le Sourd, AFC
Ópticas: Cooke Speed Panchro (S2/S3) & Panavision Ultra Speed MKII
Emulsión: Kodak 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.66:1
Otros: Digital Intermediate

Vista en DCP

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© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2017.