Tender Mercies

Pequeño pero muy efectivo drama rural que supuso el debut del cineasta australiano Bruce Beresford (“Driving Miss Daisy”, 1989) en el cine norteamericano. Robert Duvall interpreta a Mac Sledge, un antiguo compositor y cantante de música country venido a menos como consecuencia del alcohol. Un día, despierta en un motel regentado por una joven viuda (Tess Harper). Sin dinero, solicita poder pagar lo que debe haciendo algunos arreglos. Poco a poco la relación entre ambos se va estrechando y se casan. Sólo entonces descubrimos que Mac fue realmente famoso y exitoso y que su exmujer (Betty Buckley), no le permite ver a su hija (Ellen Barkin). Hasta que un día Mac decide intentar, por medio del manager de su exmujer (Wilford Brimley), hacerle llegar a esa una nueva canción. Se trata de una película muy modesta y de perfil muy bajo, que sin embargo, gracias a lo comedido de su escritura y la dirección de actores de Beresford, consiguió que Robert Duvall obtuviera el Oscar al mejor actor por su estupenda composición del personaje principal. Horton Foote también obtuvo uno por su guión, mientras que Beresford, la propia película y una de sus canciones fueron finalistas al mismo.

El director de fotografía fue el también australiano Russell Boyd [ASC, ACS], elección absolutamente lógica por parte de Beresford para su debut en tierras norteamericanas, ya que por mucho que el film describa ambientes rurales del interior de los Estados Unidos, el paisaje guarda mucha relación con el corazón del continente australiano. Boyd, por supuesto, es un director de fotografía conocido sobre todo por su asociación con su compatriota Peter Weir, gracias a títulos como “Picnic At Hanging Rock” (1975), “The Last Wave” (1978), “Gallipoli” (1981), “The Year of Living Dangerously” (1982) o “Master And Commander: The Far Side of the World” (2003), que le proporcionó a Boyd un discutible premio Oscar, así como “The Way Back” (2010). A pesar que ese premio sea cuestionable porque se trataba de una fotografía problemática (y de lejos, el peor trabajo de Boyd para Weir), lo cierto es que el australiano es un director de fotografía estupendo, perfectamente equiparable al que fuera su alumno John Seale, o al aún más veterano “aussie” Donald McAlpine. Con todos ellos Boyd mantiene un gusto por las imágenes naturales y sencillas que es digno de los mayores elogios, aunque sus proyectos en EEUU hayan sido demasiadas veces alimenticios.

No es “Tender Mercies”, afortunadamente, uno de esos casos. El estilo de Russell Boyd se ajusta a la narrativa, sencilla, directa, sin embellecimientos, como un auténtico anillo al dedo. Se trata de una de esas fotografía de perfil bajo que permanecen absolutamente invisibles en todo momento, ya que no introducen el menor artificio visual en el desarrollo de la historia, pero que sirven y apoyan a lo que cuentan con un enorme respeto y fidelidad. No era evidentemente una película para el lucimiento de su director de fotografía (de hecho, podría argumentarse que sorprende que Robert Duvall ganase el premio Oscar, ya que la suya también es una interpretación en esa línea, sin estridencias, sin grandes soliloquios o histrionismos, simplemente, se convierte en el personaje), pero Boyd ejecuta muy bien todo lo que plantea y el aspecto visual se limita a acompasar muy bien a lo que vemos en pantalla. Lógicamente esto únicamente puede hacerse desde un planteamiento naturalista o realista, ya que a base de recrear en cada localización o en cada situación que plantea Bruce Beresford la luz que habría en ese lugar y hacerlo de un modo creíble, es como Russell Boyd consigue pasar absolutamente desapercibido.

En exteriores es curioso porque no recurre siempre al contraluz, como mandan o mandaban especialmente los cánones en esta época: hay algunas escenas con luz solar lateral o frontal bien realizadas (a pesar que en las mismas es más complicado controlar el sol) y lo que obtiene Boyd en lugar de fondos sobreexpuestos son cielos muy azules y saturados que, dada la ambientación desértica de la historia, pues también le van bien a la misma. Sin embargo, nunca se aprecia que Boyd emplee iluminación artificial en estas circunstancias, lo cual juega mucho a su favor. Los interiores son algo más complicados, ya que a Boyd le gustaba rodar con el zoom casi todo el tiempo (seguramente las versiones de Panavision del Cooke 20-100mm o del Angenieux 20-120mm), lo que le obligaba a iluminar al menos a T3, aunque seguramente ello no era un problema para alguien acostumbrado a los 100 ASA porque justo en esta época aparecieron las primeras emulsiones de 250 ASA. Así consigue que en esos interiores reine la luz suave, con fuentes integradas en los decorados que aparentemente iluminan las estancias, o en los interiores día, Boyd introduce haces de luz por las ventanas que a veces imitan determinados efectos solares como la luz de atardecer.

Los resultados son muy buenos, pero precisamente, porque la fotografía de “Tender Mercies” pasaría completamente desapercibida para cualquier espectador que precisamente no vaya buscando fijarse en este tipo de aspectos, a veces denominados técnicos, aunque puedan contener tanto o más arte que el resto de elementos del film. Pero lo que es innegable es que se trata de una película en la que lo importante es la historia, sus personajes, de donde vienen, a dónde van, o lo que les ocurre en pantalla, mientras que el estilo visual, tal y como plantea la película Beresford, era algo secundario. Lo que no significa que deba descuidarse, algo de lo que Boyd se encarga sobradamente para que no suceda, pero lo hace con un equilibrio justo entre ser invisible y estar lo suficientemente presente como para que la película posea un elevado empaque y mucho gusto y oficio en su planteamiento visual.

Título en España: Gracias y Favores
Año de Producción: 1983
Director: Bruce Beresford
Director de Fotografía: Russell Boyd, ASC, ACS
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1

Vista en HDTV

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