The Year of Living Dangerously

Adaptación de una novela de C.J. Koch, con la que el prestigioso cineasta australiano Peter Weir volvió a reunirse con Mel Gibson, el que fuera protagonista de su anterior y superior film, “Gallipoli”. En esta ocasión, Weir utiliza el recurso de situar a los protagonistas (ficticios) en un contexto histórico verdadero como el golpe de estado que se produjo en Indonesia en 1965. Pero el film, en el que Gibson interpreta a un periodista australiano y en el que Sigourney Weaver tiene un papel secundario haciendo pareja con el protagonista de “Mad Max”, se queda a medio camino entre el documento histórico y un film romántico al uso, no siendo del todo satisfactorio en ninguna de ambas facetas. Curiosamente, lo mejor del mismo es el papel de Linda Hunt (Oscar a la mejor actriz secundaria) interpretando a un diminuto cámara de televisión. Y decimos curiosamente porque Hunt interpreta a un hombre (y no a un hombre haciéndose pasar por mujer o viceversa, como en “Tootsie” o “Victor Victoria”, estrenadas aquél mismo año.

El director de fotografía fue el colaborador habitual de Peter Weir por aquélla época, su compatriota Russell Boyd [ASC, ACS], con el que había rodado anteriormente “Picnic At Hanging Rock” (1975), “The Last Wave” (1978) o la citada “Gallipoli” (1981). No volverían a colaborar hasta el año 2003, cuando Boyd se hizo cargo de “Master And Commander: The Far Side of the World”, por la que Boyd obtuvo –al menos en la opinión de quien suscribe estas líneas- un discutible premio Oscar. Y por el momento y puede que finalmente (Weir y Boyd superan ampliamente los 70 años de edad), su última colaboración es “The Way Back” (2010). Fuera de su colaboración con Weir, lo cierto es que la carrera de Boyd en cine posee títulos no demasiado destacables más allá de “Tender Mercies” (Bruce Beresford, 1983), “A Soldier’s Story” (Norman Jewison, 1984) o “High Tide” (Gilliam Armstrong, 1987), e incluso tiene títulos puramente alimenticios como la saga de “Cocodrile Dundee”, “White Men Can’t Jump” (Ron Shelton, 1992), “Liar Liar” (Tom Shadyac, 1997) o “Ghost Rider” (Mark Steven Johnson, 2007). Aún así, pero sobre la base de los títulos rodados para Weir, Boyd es el recipiente del International Achievement Award de sus compañeros de la American Society of Cinematographers (ASC) en este 2018, siguiendo la estela de sus compatriotas John Seale (antiguo operador de Boyd y director de fotografía de segunda unidad del presente film) y Dean Semler.

Salvo error u omisión, “The Year of Living Dangerously” es el segundo y último film de Peter Weir rodado en formato panorámico anamórfico, siguiendo los inmediatos pasos del anterior, “Gallipoli”, que contenía imágenes absolutamente meritorias y de un estupendo naturalismo sobre todo si se tiene en cuenta que las emulsiones de la época eran únicamente de 100 ASA de sensibilidad. En 1981-1982 es justo cuando Fuji y Kodak lanzaron sus primeras emulsiones de (en aquél entonces) alta sensibilidad, con 250 ASA, pero es poco probable que Boyd, en un film australiano rodado a primeros del 82 parcialmente en Filipinas, gozase del privilegio de obtener los primeros rollos. En cualquier caso, Boyd aquí no emplea niveles tan bajos como en la película anterior (que tiene secuencias rodadas abierto o casi abierto de diafragma con la serie Super High Speed de Panavision), e incluso varias de sus secuencias emplean el zoom, lo cual en anamórfico en aquélla época exigía un diafragma mínimo de T/4.5.

Sí que mantiene no obstante la misma filosofía, en cierto modo compartida con el John Alcott de la época (que rodó un film de temática similar, “Under Fire”, al año siguiente) de tratar de ser naturalista o realista en la medida de lo posible, aunque Boyd es consciente de que en ocasiones no puede serlo, como en los exteriores nocturnos en la ciudad en los que emplea luces de arco para obtener sobre los fondos y sobre los personajes un aspecto azulado a fin de crear el correspondiente efecto nocturno. A veces sus interiores nocturnos son algo planos, incluso a pesar de integrar luces en los decorados, lo cual en cierto modo responde un poco al estilo naturalista de la época, que no trataba de contrastar situaciones que en la vida real no lo serían. Pero incluso cuando está en la calle, en sus exteriores diurnos, hay mucha fotografía con la luz disponible que no está tratada en absoluto, por lo que el aspecto global es coherente, es más bien realista y está lo suficientemente bien hecho… pero no es destacable en absoluto, ni crea una atmósfera en particular, sino que más bien se limita a salir del paso y solucionar sus propios problemas y quizá el encorsetamiento que el anamórfico producía a Boyd rodando a 100 ASA.

Por lo tanto no es una fotografía destacable; eventualmente tiene algún toque de distinción interesante, pero estos mismos se encuentran con mayor facilidad en la propia “Gallipoli”, que además también los tiene brillantes en más de una ocasión. Por lo tanto, ni a nivel estético, a pesar de las posibilidades de la historia por su exótica ambientación e incluso de las de la propia narrativa, no es la colaboración más interesante entre Russell Boyd y Peter Weir, e incluso menos aún uno de los trabajos más conseguidos o celebrados del cineasta australiano, cuyo oficio está siempre presente, pero sin la inspiración que le distingue en otros trabajos.

Título en España: El Año Que Vivimos Peligrosamente
Año de Producción: 1982
Director: Peter Weir
Director de Fotografía: Russell Boyd, ASC, ACS
Ópticas: Super High Speed de Panavision & Super Panazoom Cooke
Emulsión: Kodak 5247 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: fotografía de segunda unidad a cargo de John Seale, ASC, ACS.

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