Splash

Primer gran éxito de Ron Howard como director, basado en un argumento de su productor habitual, Brian Grazer: un joven (Tom Hanks) al que acaba de dejarle su novia, conoce por casualidad a una sirena (Daryl Hannah) al caer accidentalmente al mar. Y ésta, sin pensárselo dos veces, se presenta en Nueva York para ir a buscarle. Ello da lugar a una comedia romántica tan simpática como realmente intrascendente (realmente el film es una reedición del argumento de «E.T. The Extraterrestrial», Steven Spielberg, 1982), que sin embargo se deja ver relativamente bien gracias a la labor de Hanks en uno de sus primeros papeles importantes (en la época en que títulos como el presente o «Big» le encasillaban en la comedia), así como por la presencia de Daryl Hannah o incluso comediantes como John Candy y Eugene Levy, en los respectivos papeles del hermano del protagonista y del científico que sigue la pista de la sirena para tratar de descubrirla. El guión, por increíble que parezca, fue candidato al Oscar.

El director de fotografía fue Don Peterman [ASC], un operador que quizá no haya tenido la fama o el recuerdo suficiente debido, probablemente, a que su nombre se asocia con un cine muy comercial, alejado de los géneros que habitualmente conllevan reconocimiento. A pesar de ello, fue un director de fotografía tan respetado por sus propios colegas de profesión como para hacerle candidato al Oscar en dos ocasiones, tanto «Flashdance» (Adrian Lyne, 1983) como por «Star Trek IV: The Voyage Home» (Leonard Nimoy, 1986), que también fue nominada en la primera edición de los premios de la American Society of Cinematographers (ASC). El hecho de ser candidato a los premios más importantes de la fotografía cinematográfica con productos de este tipo (por más que «Star Trek IV» quizá sea la película más lograda de la saga, con un imponente retrato del puente de mando de la nave Klingon), demuestra hasta qué punto Peterman fue importante, aunque únicamente fuera por recoger el testigo de directores de fotografía como Owen Roizman o Conrad Hall y, como Jordan Cronenweth o Caleb Deschanel, elevar ese estilo del cine americano de los años 70 al esteticismo de los 80. Con Ron Howard volvió a trabajar en «Cocoon” (1985), “Gung Ho” (1986) y “How The Grinch Stole Christmas” (2000); con Barry Sonnenfeld colaboró en «The Addams Family Values» (1993), «Get Shorty» (1995) y «Men in Black» (1997), siendo quizá su otro título más conocido «Point Break» (Kathryn Bigelow, 1991), que todavía postulaba el estilo de los años 80. Desgraciadamente, Peterman también es conocido por su accidente durante el rodaje de «Mighty Joe Young» (Ron Underwood, 1998), en el que una grúa Panther defectuosa le hizo caer desde gran altura y sufrir daños permanentes que únicamente le posibilitaron realizar una película más.


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La imagen de «Splash» es típica del cine de los años 80, época en la que el naturalismo y realismo imperante durante la década de los 70 fue superado y, en determinados casos, dejado de lado para favorecer estéticas más recargadas y sofisticadas. Dicho paso en parte se había llevado a cabo por la influencia en cine de la generación británica de los anuncios publicitarios (como Alan Parker, Ridley y Tony Scott, e incluso Adrian Lyne, con el que Don Peterman precisamente había rodado «Flashdance» el año previo), pero también, por los trabajos de directores de fotografía como británicos como John Alcott o David Watkin, así como también por el italiano Vittorio Storaro, con obras como «Il Conformista«, «Last Tango in Paris«, «Apocalypse Now» o «Reds«.

De modo que Peterman era sensible al realismo y naturalismo de los 70, pero también, absolutamente capaz de estar a la vanguardia estética de los 80, siendo «Splash» así pues una mezcla estética de ambos conceptos, aunque evidentemente, si se compara con un alarde visual como «Flashdance», los resultados del film de Ron Howard son infinitamente más recatados. Gran parte del «Splash», como por ejemplo sus múltiples exteriores, están fotografiados de la manera más sencilla posible: eligiendo en la mayor parte de las ocasiones el rodaje a contraluz y con luz disponible. De hecho, en algunas escenas que tienen lugar durante el crepúsculo, Peterman lo hace tan «fácil» como lo es teóricamente forzar el negativo y abrir el diafragma, en lugar de recurrir a luces artificiales, de manera que aunque aparezca grado y cierta degradación en la imagen, consigue bonitos efectos estéticos, como corresponden a la luz de esa hora del día, sin complicarse demasiado la existencia con iluminación o recursos cinematográficos.

Algo parecido sucede con sus escenas nocturnas, en las que en lugar de emplear, como era habitual en norteamérica, grandes unidades de luz y aparatos a contraluz, lo que hace Peterman de nuevo es abrir el diafragma, conseguir captar la máxima luz de ambiente que le es posible y recurrir a pequeñas luces, siempre suaves eso sí, que complementan a la de las farolas y luces reales de la ciudad para lograr exponer correctamente sus escenas y obtener un buen partido del aspecto de sus actores. Esto también es evidente, sobre todo, en sus escenas diurnas, en las que busca siempre a través de luz suave crear efectos de luz que los favorezcan, pero con mucho arraigo en la luz natural y en cómo se verían dichos espacios en la realidad, si no fueran localizaciones empleadas para el rodaje o incluso interiores de plató.

A veces, de hecho, Peterman cita a Vittorio Storaro en «Il Conformista», con sus luces en el exterior de las ventanas y persianas venecianas que proyectan sombras en el interior. Se trata de un estilo bonito y sofisticado para su época, que no ha quedado del todo anticuado desde una perspectiva contemporánea, aunque quizá el film, fruto de ese rodaje con niveles de luz relativamente reducidos, a grandes aperturas de diafragma con lentes esféricas de Panavision y con revelado forzado de las emulsiones -e incluso, usando las primeras emulsiones de alta sensibilidad, la 5293 o 5294, que no eran demasiado buenas- posee un aspecto demasiado suave y demasiado granulado para los estándares actuales, especialmente si es comparado con el cine digital.

Los resultados, por consiguiente, son muy buenos para la época, con un director de fotografía que se adapta muy bien a cada situación y que, viniendo ni más ni menos que de «Flashdance», adopta un perfil que, en muchas ocasiones, es sorprendentemente bajo, pues no hace demasiado por llamar la atención y, de hecho, resuelve sus situaciones casi siempre de la manera más sencilla posible. Ello no quiere decir que no recurriera, como en sus trabajos anteriores, a grandes aparatos, telas, sedas, palios, etc. para conseguir una luz super suave cuando pretende recrear los efectos de la luz natural o incluso en los primeros planos de los actores, pero casi nunca lo hace con la pretensión de lucirse, sino de conseguir un aspecto lo suficientemente sofisticado, pero con un arraigo en la realidad, como para hacer veraz en pantalla una historia que únicamente podía tener un pase desde una perspectiva disparatada (algo a lo que «Splash» renuncia en gran medida) o bien desde el romanticismo y la comedia ligera, que es el planteamiento llevado a cabo de esta forma por los cineastas.

Título en España: Un, dos, tres… Splash
Año de Producción: 1984
Director: Ron Howard
Director de Fotografía: Don Peterman, ASC
Ópticas: Panavision Ultra Speed MKII
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1

Vista en HDTV

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