Seven Days in May

Adaptación de una novela de Fletcher Knebel y Charles W. Bailey II, escrita para la pantalla ni más ni menos que por Rod Serling y dirigida por John Frankenheimer en el glorioso inicio de su carrera cineatográfica, en el que proporcionó consecutivamente clásicos como “The Birdman of Alcatraz”, “The Manchurian Candidate”, “The Train” o “Seconds”, además del presente, que está a la altura de los mejores. Ambientada en un futuro cercano (se dice que hacia 1970), el argumento gira en torno a un momento de la Guerra Fría en el que EEUU y la URSS se encuentran cercanas a firmar un documento que ponga fin a la escalada nuclear y en el que se acuerde la destrucción del armamento nuclear. El Presidente de los EEUU (Fredic March, fenomenal en su rol) está por la labor de firmarlo, pero el General del ejército James Scott (Burt Lancaster) conspira para dar un golpe de estado y derrocarlo para evitar caer en la trampa soviética. Sin embargo, un Coronel (Kirk Douglas) que trabaja con el General, se percata de lo que está ocurriendo y alerta al Presidente. Con un magnífico elenco actoral (que incluye además a Ava Gardner, Edmond O’Brien o Martin Balsam, entre otros) y un soberbio guión, Frankenheimer plasma en pantalla un fenomenal thriller político de corte demócrata, de enorme sencillez, pero tremendamente efectivo.

 

El director de fotografía fue el veterano Ellsworth Fredericks [ASC], quien por aquél entonces contaba con sesenta años de edad, en claro contraste con un director que apenas superaba la treintena. Activo tanto en televisión como en cine, fue un operador que debutó tardíamente, a los 48 años de edad a primeros de la década de los 50, sin que nunca llegase a alcanzar una gran fama o igualar el prestigio de los operadores más notables de su época. Como era norma en su tiempo, llegó al puesto después de muchos años de aprendizaje, con operadores de la talla de Ernest Haller y sobre todo Ted McCord, para los que fue primero ayudante y luego operador de cámara. Aún así, a pesar de su tardío debut, Fredericks es conocido por ser el director de fotografía de la primera versión de “The Invasion of the Body Snatchers” (Don Siegel, 1956), así como de títulos como “Sayonara” (Joshua Logan, 1957), rodada en Technirama y en color y por la que obtuvo su única nominación al Oscar, así como “Wild River” (Elia Kazan, 1960), rodada en CinemaScope y también en color en períodos de pausa de sus rodajes televisivos.

Como estos films de la primera etapa del realizador John Frankenheimer a los que hemos hecho referencia, “Seven Days in May” es una película rodada en blanco y negro y en la misma también destaca mucho la puesta en escena del realizador, muy sobria y concisa, además de siempre elegante, aunque quizá no tan expresiva como la de alguna de sus otras películas. Ni falta que le hace serlo: es una película rodada en brillantes decorados de estudio generalmente que simulan las dependencias de la Casa Blanca y el mismo Despacho Oval del Presidente, pero su fuerza radica en el texto, interpretaciones e incluso el frenético ritmo que proporciona el montaje de Ferris Webster, posteriomente habitual del cine de Clint Eastwood. Frankenheimer emplea una herramienta tan novedosa (por aquél entonces) como el zoom en alguna ocasión, pero su trabajo visual es relativamente austero, compartiendo con Sidney Lumet ese buen ojo para situar la cámara en el lugar oportuno y, a través de la angulación y de las focales, reforzar la fuerza o autoridad de los personajes, su sorpresa, sus miedos, etc. en uno de esos trabajos en los que la cámara y los actores van absolutamente de la mano. Además, gran parte de las composiciones, clásicas y con muchos personajes en el encuadre, destacan por la elevadísima profundidad de campo, que Frankenheimer emplea muy bien para situar puntos de interés tanto en primer como segundo término.

Pero por lo demás, el trabajo de Fredericks no es demasiado destacable, algo que no sorprende demasiado puesto que ni a Frankenheimer le interesó nunca la luz en demasía, ni la propia carrera del operador hacía presagiar tal cosa. Es cierto que el grueso de la película, iluminada como decíamos para diafragmas muy cerrados (entre T5.6 y T8, seguramente, aprovechando la mayor sensibilidad de las emulsiones de blanco y negro con respecto a las de color en aquélla época) y con focales amplias, luce de forma más que razonable, pero es un claro paso atrás con respecto a los anteriores trabajos de Burnett Guffey en “The Birdman of Alcatraz” o Lionel Lindon en “The Manchurian Candidate”; de hecho, parece ser que Frankenheimer le había ofrecido el film a Richard H. Kline, el futuro operador de “The Andromeda Strain”, que había llevado la cámara de Guffey en su única película para el director, pero que no consiguió promocionar al entonces joven operador para el puesto. La mayor parte de las escenas, como decíamos, lucen correctas, e incluso Fredericks consigue un buen aspecto de Ava Gardner con una omnipresente luz frontal para la actriz, pero ocasionalmente es una película que, en su conjunto, está demasiado iluminada e incluso, por qué no decirlo, sobreiluminada, con un aspecto que a veces es demasiado plano como consecuencia de los elevados niveles de luz y porque normalmente hay muchas fuentes de luz que inundan el decorado y evitan la presencia de sombras o claroscuros que podrían haber sido más interesantes.

A pesar de ello, como indicábamos, la abundante profundidad de campo es un plus cuando el director es John Frankenheimer; se trataba de un realizador al que le gustaba mucho emplearla (de hecho, es uno de los directores que más y mejor uso llevaron a cabo de los split-diopters o lentes de aproximación partida, o incluso de las lentes slant-focus, a fin de proporcionar la ilusión de una mayor profundidad en formatos como el anamórfico). Los diafragmas están a veces tan cerrados que incluso es complicado saber qué tipo de lentes emplearon los cineastas: además del zoom, que seguramente sería el Angenieux 25-250mm T3.9 que acababa de salir en 1962, es probable que las lentes fueran los viejos Bausch & Lomb Baltar, al final de su vida comercial y antes de ser sustituidos por los Super Baltar hacia 1965, pero es dificil saberlo puesto que a T8 es muy dificil encontrar defectos o personalidad en una lente. En cualquier caso, como indicábamos, no es “Seven Days of May” una película con una gran fotografía, primando en cualquier caso sobre la luz el buen trabajo de cámara de John Frankenheimer, algo habitual en este director, pero sí posee un trabajo lo suficientemente logrado como para no desentonar entre las grandes interpretaciones y el estupendo guión de Rod Serling.

Título en España: Siete Días de Mayo
Año de Producción: 1964
Director: John Frankenheimer
Director de Fotografía: Ellsworth Fredericks, ASC
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1

Vista en Blu-ray

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