The Andromeda Strain
Brillante adaptación de una novela de Michael Crichton, escrita aún cuando era un joven estudiante de medicina, en la que un grupo de científicos son llevados a unas instalaciones secretas del gobierno de los EEUU en el estado de Nevada para investigar y aislar un virus llegado desde el espacio exterior, antes que se expanda y amenace con terminar con la vida en La Tierra. En manos de un cineasta metódico como Robert Wise, “The Andromeda Strain” es un film de ciencia-ficción científica, en la que los procedimientos médicos y los protocolos de seguridad centran gran parte del interés de los cineastas. No es por lo tanto un film de acción o suspense o ni siquiera uno de personajes (los actores no son rostros de excesivamente conocidos) sino un estudio metódico que, como tal, está fenomenalmente bien ejecutado por Wise y un equipo de primera línea.
El director de fotografía fue el norteamericano Richard H. Kline [ASC], quien trabajó aquí por primera vez con el director de “The Sound of Music”. Repetirían una vez más en “Star Trek: The Motion Picture” (1979), película que Wise le ofreció a Kline sobre la base de su exitosa colaboración en el presente título. Kline es un director de fotografía perteneciente a la misma generación de operadores que llevó a cabo el tránsito desde el estilo de fotografía clásico de Hollywood, heredado del blanco y negro y aún muy teatral en su uso del color en los años sesenta y primeros de los setenta, introduciendo el uso de la luz rebotada, reflejada o indirecta a fin de obtener un aspecto más natural o realista en sus trabajos. Pero al contrario que los más avanzados del grupo, como Owen Roizman, Conrad Hall o Gordon Willis, Richard Kline siempre alternó, en sus diferentes películas o incluso dentro de las mismas, el aspecto moderno con cierto estilo aún clásico, que en ocasiones las enriquece notablemente. Después de trabajar como operador para su padre, el también director de fotografía Benjamin H. Kline [ASC], o clásicos como Burnett Guffey o Philip Lathrop, debuta en televisión en los 60 y por su primera película como director de fotografía fue nominado al Óscar: “Camelot” (Joshua Logan, 1967). Obtendría una segunda nominación por “King Kong” (John Guillermin, 1976), así como un notable éxito de la mano de Richard Fleischer en películas como “The Boston Strangler” (1968) o “Soylent Green” (1973). Trabajó además con Brian de Palma en “The Fury” (1978) o en el debut de Lawrence Kasdan, “Body Heat” (1981).
La imagen de “The Andromeda Strain” destaca por muchos motivos, siendo quizá el principal de ellos la estupenda puesta en escena de Robert Wise. Antiguo montador, se dice que Wise se había enamorado del estilo de fotografía “deep focus” al editar “Citizen Kane” (Orson Welles, 1941). Por ello, a pesar que este film se rodó en formato panorámico anamórfico, Wise insistió en obtener la máxima profundidad de campo posible. A tal fin, gran parte de las tomas de la película hacen uso de lentes de aproximación partidas (“Split-Diopters”), unas dioptrías que, ubicadas estratégicamente en el encuadre, permiten a los cineastas enfocar simultáneamente dos planes focales diferentes, ampliando así la profundidad de campo de forma artificial. De este modo, en multitud de planos, Wise y Kline ubican un objeto o personaje en primer término y, usando este tipo de cristales delante de sus objetivos, logran que esté a foco al mismo tiempo que sus fondos también mantienen una nitidez adecuada. A veces el efecto en este film es algo exagerado (Wise llega a utilizarlas para enfocar escorzos de personajes, o enfocar fondos en los que no hay acción o información relevante), pero lo cierto es que a través de las lentes de aproximación partidas los cineastas consiguen crear una profundidad que, de no haber recurrido a las mismas, hubiera sido menor. Claro que este estilo requiere de una puesta en escena muy específica y la que usa Wise es la más adecuada: actores muy bien repartidos por el encuadre, muchas veces ubicados además en diferentes planos focales para crear profundidad, movimientos escasos pero muy medidos y, sobre todo, una fuerte tendencia al empleo de focales angulares (40mm y 50mm), que permiten precisamente que sean los actores y no la cámara los que se muevan durante muchos planos.
La luz de Kline en los estupendos decorados del diseñador Boris Leven (que fue candidato al Oscar por su trabajo de escenografía) deja notar la influencia del trabajo de Geoffrey Unsworth en “2001: A Space Odyssey”, ya que los laboratorios y pasillos, de aspecto futurista, están iluminados en gran medida a través de paneles de plexiglás (o similar) que permiten que el operador los use a modo de luz integrada en los mismos (en apariencia, ya que seguramente habría grandes aparatos de luz Fresnel detrás de los mismos para obtener una exposición suficiente en el decorado). Gracias a estos paneles semi-integrados, la luz de la película es mayoritariamente suave y no demasiado contrastada, dejando que en ocasiones el color de los decorados o del vestuario ofrezcan el contraste que le falta a la luz. Ocasionalmente, aunque por fortuna es en pocas ocasiones, Kline utiliza luz dura sobre los personajes, pero por lo general su fotografía de interiores es suave y difusa y, al contrario que lo que comenzaba a llevarse en la época, muy nítida, sin la menor introducción de filtros difusores o similares. Solo las escenas exteriores diurnas, como al comienzo del film, tienen cierto aspecto difuso, aunque el polvo que aparece en pantalla contribuye más a crear tal efecto que el propio Kline con sus filtros de cámara.
No debió resultar sencillo ejecutar un trabajo así en 1970, que fue cuando la película está rodada. De un lado porque las costumbres de Hollywood conllevaban todavía el estilo anterior, con mucha más luz directa hacia los actores y el propio decorado, que la luz suave propugnada por el director de fotografía siguiendo claramente la estela de la película de Stanley Kubrick. Y de otro porque es un film que contiene alguno de los tics de la época, como el uso del zoom, que obligaba a Kline a iluminar casi todos sus interiores a un diafragma mínimo de T/5.6. Aunque es cierto que ello también favorece la profundidad de campo e incluso que las líneas (entre el enfoque y el desenfoque) de las lentes de aproximación partida son más sencillas de esconder, alcanzar esos niveles de intensidad de luz con un negativo de 100 ASA y un estilo de luz suave no debió de resultar para nada fácil. Ello hace que el trabajo de Kline sea aún más meritorio y, aunque esté muy superado por las técnicas y aparatos de iluminación de los que gozamos en la actualidad, el estilo aquí empleado continúa siendo de lo más estimulante.
Título en España: La Amenaza de Andrómeda
Año de Producción: 1971
Director: Robert Wise
Director de Fotografía: Richard H. Kline, ASC
Ópticas: Panavision C-Series, Angenieux 50-500mm
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.35:1
Vista en HDTV
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