Låt den Rätte Komma In (Let the Right One In)
Adaptación de una novela de John Ajvide Lindqvist, acerca de la relación que se establece entre un chico solitario y marginado por sus compañeros de colegio, que le agreden y se burlan de él, y una misteriosa chica, que únicamente sale a la calle por la noche y que es su vecina puerta con puerta junto a un hombre muchos años mayor que ella. De producción sueca, escrita para la pantalla por el propio Lindqvist, se trata de una interesante vuelta de tuerca al género vampírico, que pone un mayor énfasis en las relaciones entre personajes que en los propios elementos fantásticos de la historia, a través de una puesta en escena muy pausada, aunque también muy consciente de tener entre manos un material de culto, lo que conlleva cierta autocomplacencia y un excesivo estiramiento del metraje que juegan en contra de la propuesta, a pesar de los aciertos que contiene y del estupendo trabajo de los dos jóvenes protagonistas.
El director de fotografía fue Hoyte Van Hoytema [FSF, NSF], quien tras el éxito internacional del film iniciaría una prometedora carrera a ambos lados del atlántico, con trabajos para David O. Russell (“The Fighter”), Spike Jonze o el propio Alfredson (“Tinker Tailor Soldier Spy”), con nominación al premio de la American Society of Cinematographers incluida. “Låt den Rätte Komma In” no destaca precisamente por la solvencia de los medios con los que está rodada, es más, al contrario, si acaso por el partido que Alfredson y su operador obtienen de los mismos, pero aún así se trata de una fotografía dominada por los fríos y nevados paisajes (especialmente los nocturnos) que, en cierto modo, colaboran para transmitir al espectador la atmósfera de soledad en la que vive cada uno de los personajes protagonistas.
Van Hoytema parte de una estética realista, a pesar de los toques fantásticos de la historia, a la hora de ilustrarla en imágenes. No es un trabajo en el que existan las habituales mezclas de colores propias del género, sino que opta por una imagen más bien neutra, tanto en interiores como en exteriores, así como muchas fuentes cenitales en las escenas nocturnas, que permiten a los actores moverse con cierta soltura por los decorados. También recrea la suave luz nórdica en los interiores día, o incluye fuentes integradas en los interiores en que se desarrolla la historia, pero normalmente confía más en esa iluminación desde arriba con las luces fuera de campo. Los exteriores nocturnos están rodados, por lo general, a base de pinceladas de luz aquí y allá, demostrando así la falta de medios aunque también cierta solvencia artística, aunque algunas escenas, como las que transcurren en el exterior del edificio en el que viven los protagonistas, o aquélla en la que un perro frustra el intento de extraer la sangre de un cadáver, muestran un exceso de luz que evita en cierto modo la creación de una atmósfera bastante más dramática de la que se aprecia en pantalla.
El trabajo de cámara es bastante minimalista y conciso, favoreciendo en muchas ocasiones tomas estáticas con enfoque selectivo y en las que éste va modificándose a lo largo de la propia toma entre uno y otro punto de interés de la misma, con una interesante mezcla de focales que van desde el angular hasta el teleobjetivo. Pero en cualquier caso, precisamente la escasa profundidad de campo es uno de los elementos más llamativos de la puesta en escena, puesto que parece más una elección artística que técnica, puesto que los niveles de luz no aparentan ser tan bajos como para exigir en muchos momentos diafragmas a máxima apertura (T/1.3) o cercanos a la misma (T/2.0) con lentes Superspeed. En estas circunstancias, además, se aprecia claramente el menor rendimiento de las ópticas, con una mayor suavidad, o el diferente tratamiento que causan las mismas sobre los fondos desenfocados, especialmente si se las compara con diseños más modernos como las Zeiss Ultra o Master Prime o las Cooke S4. No obstante, también debe reseñarse que una gran parte de la película, y no sólo los exteriores nocturnos, posee una textura de grano muy prominente, algo especialmente visible en escenas de contraste reducido.
Por consiguiente, se trata de un trabajo visual adecuado, que destaca más por algunas elecciones de la puesta en escena (tomas fijas, enfoque selectivo, acciones fuera de campo), que por la brillantez de su atmósfera o estilo visual, que confía más en las localizaciones que en una iluminación más tétrica, oscura o contrastada, pues algunas partes de la película tienen un exceso de luz que les resta interés. Por ello, en éste y otros aspectos, la versión americana de la misma historia, rodada por Matt Reeves dos años después (“Let Me In”, con fotografía de Greig Fraser), resulta más satisfactoria que el original, aunque más por su diferente planteamiento visual que por los medios puestos a disposición de los cineastas.
Título en España: Déjame Entrar
Año de Producción: 2008
Director: Tomas Alfredson
Director de Fotografía: Hoyte Van Hoytema, FSF, NSF
Ópticas: Zeiss Superspeed T/1.3
Emulsión: Fuji Eterna 8553 (250T), 8563 (250D) y 8573 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: Super 35, 2.4:1
Otros: 2K Digital Intermediate
Vista en Blu-ray
© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2012.