In Cold Blood

Adaptación de la novela de Truman Capote, basada en un suceso real en el que dos hombres asesinaron a una familia en su granja del estado de Kansas a finales de los años 50. Muy bien interpretada por el dúo formado por Robert Blake y Scott Wilson, la que posiblemente sea la obra cumbre de un cineasta del calibre de Richard Brooks también es un inolvidable el retrato de la personalidad de los asesinos y sobre todo es inolvidable el dilema moral que plantea en su último acto, una vez éstos son atrapados y condenados a muerte. 

Brooks contó en la dirección de fotografía con Conrad L. Hall [ASC], en el segundo de sus tres trabajos conjuntos. El film fue rodado en blanco y negro en formato panorámico anamórfico y siempre con el objetivo de lograr el mayor realismo posible, de ahí que en muchas ocasiones la narración adopte un aproximamiento de docudrama y que los cineastas rodaran la escena en que se comete el crimen en el verdadero lugar del mismo y e incluso algunos planos en el verdadero penal en que fueron encerrados los dos criminales. Debido al diferente aproximamiento, la fotografía de “In Cold Blood” es casi opuesta al del anterior film conjunto de los cineastas, el Western “The Professionals”, cuya imagen y puesta en escena era la tradicional del género y en casi todos los términos podría considerarse como clásica.

Por consiguiente, en este caso la apuesta de Hall, desde el inicio, es por imágenes de textura granulada y altos contrastes, así como por un trabajo de cámara que incluye numerosos y rápidos zooms. A su vez, con gran frecuencia se ilumina a los actores únicamente con reflectores (en exteriores) o a través de las fuentes naturales de los decorados, principalmente las ventanas, aunque tratándose de una época de transición tampoco resulta extraño o sorprendente apreciar algunas luces duras dirigidas hacia los actores o efectos lumínicos teatrales en las abundantes secuencias en el interior de coches, especialmente las nocturnas. Sin embargo, donde el director de fotografía se muestra más valiente y triunfa de manera absoluta es en la visualización final de la noche del crimen –cuya aparición en la narración no sigue el orden lineal de la historia, lo que constituye un acierto por parte de Brooks-, ya que principalmente está iluminada a través de las linternas que portan los asaltantes, de manera que se mantiene una oscuridad general en la casa, rota únicamente por el despliegue de violencia con que éstos irrumpen.

En cualquier caso, el cénit de la puesta en escena se produce en la secuencia en que uno de los asesinos recuerda su pasado justo al final del film; colocado junto a una ventana, se ve a través de esta la lluvia en el exterior. Las luces de Hall penetraban a través de la ventana, y al resbalar el agua por la misma, se produjo involuntariamente la ilusión visual –imitada después infinidad de veces- del llanto del personaje debido a la sombra del agua resbalando sobre su rostro, de ahí que el director de fotografía decidiera utilizar ese “happy accident” a su favor, obteniendo uno de los mejores momentos de la historia de la fotografía cinematográfica.

Un trabajo poderosísimo, del que tampoco debe olvidarse su plano final a cámara lenta con el posterior fundido a negro, y una película que rezuma cine en estado puro, gracias al perfecto engranaje de todos sus elementos a fin de presentar el dilema moral de la historia. El futuro director de fotografía Jordan Cronenweth [ASC] fue el operador de cámara.

Título en España: A Sangre Fría
Año de Producción: 1967
Director: Richard Brooks
Director de Fotografía: Conrad L. Hall, ASC
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.35:1
Premios: Oscar a la Mejor Fotografía (nom)

Vista en DVD

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2012.