Wyatt Earp

Superproducción a cargo del director y guionista Lawrence Kasdan (“Body Heat”, “The Accidental Tourist”, “Grand Canyon”) y del actor Kevin Costner, quien tras los éxitos consecutivos de “Dances With Wolves” y “JFK”, entre otros proyectos, era uno de los nombres más importantes de la industria Hollywoodense a comienzos de la década de los 90. Solo ello explica cómo es posible que Costner consiguiera levantar un proyecto tan grande como este, en presupuesto y ambiciones, para un estreno apenas seis meses después del de otro film que narraba los mismos hechos, “Tombstone” (George P. Cosmatos, 1993). Pero a pesar de las más de tres horas de duración, la narrativa de “Wyatt Earp”, que cubre la mayor parte de la vida del personaje central, quien junto con su familia intentó hacer valer la Ley en la época del salvaje oeste, no tiene demasiado interés ni profundiza demasiado en ninguno de los personajes que aparecen en pantalla, sean históricos o ficticios, de modo que resulta un film en el fondo ligero, pero fallido porque sus pretensiones eran mucho más altas. Dennis Quaid, Michael Madsen, Gene Hackman, Bill Pullman, JoBeth Williams, Mark Harmon, Isabella Rossellini o Catherine O’Hara son algunos de los rostros populares del reparto.

El director de fotografía fue uno de los grandes de la industria de Hollywood, el norteamericano Owen Roizman [ASC], quien lastrado por unos problemas físicos, trágicamente, se retiraría del cine muy poco después, a los 59 años de edad, después del rodaje del siguiente film de Kasdan, la comedia romántica “French Kiss” (1995). Roizman, que estuvo nominado cinco veces al Oscar (“The French Connection”, “The Exorcist”, “Network”, “Tootsie” y el presente título) pero que nunca lo ganó hasta que recibió en 2018 el premio honorífico, fue quizá junto a Gordon Willis uno de los operadores más importantes de su generación, con una carrera de apenas veinte películas, pero con numerosos anuncios publicitarios a sus espaldas. En sus veinticinco años en cine, que incluyeron casi diez años de inactividad, protagonizó una emocionante evolución desde el estilo realista y directo de sus primeros trabajos, los que le hicieron famoso, hasta la belleza, estilización y refinamiento de los últimos, entre los que lógicamente se encuentra “Wyatt Earp”.

La película, de sesenta y cinco millones de dólares de la época, fue rodada con todo lujo de detalles, como muestra el hecho de que Roizman tuviera acceso por ejemplo a las entonces muy cotizadas y codiciadas lentes Panavision Primo, en su versión anamórfica. Hoy en día tienen menos uso que entonces, a pesar del auge del formato, quizá porque su peso (seis o siete kilos por lente) y tamaño son desproporcionados, aunque partiendo de la base del mismo cristal Leica que los Primo esféricos, continúan siendo unas lentes de rendimiento ejemplar. Y más aún en una época en que todos los anamórficos aún eran lentes esféricas convertidas, generalmente con un rendimiento mucho más pobre. Aunque en el film hay algunos exteriores rodados con zooms Cooke convertidos a formato anamórfico, el grueso del mismo está rodado con los Primo, cuya definición, claridad y excelente calidad global de la imagen representaba el más alto estándar de calidad en la época del estreno del film.

En el mismo, Roizman busca un aspecto que, según él mismo definía, ni pretendía ser un documental ni pretendía ser por otro lado una imagen totalmente teatral o estilizada, quedándose en un medio camino muy interesante, pero siempre con unas raíces naturalistas en su trabajo, en la línea del citado Willis, Conrad Hall, Jordan Cronenweth, Caleb Deschanel y, en menor medida, John Toll. El film, en todo momento pretende ser sobre todo bonito, a pesar que a veces el Western es un género que no se presta demasiado a ello. Por ello, aunque los cineastas tuvieron que rodar en un calendario de rodaje apretado y a veces con dos cámaras de manera simultánea (algo de lo que Roizman se quejaba amargamente a Stephen Pizzello en “American Cinematographer”), el director de fotografía se las ingenia de manera maravillosa no solo para que su material, a veces rodado a diferentes horas del día, monte perfectamente, sino que además en mucho momentos consigue que su empleo de la luz natural sea muy notable. Roizman rueda siempre que puede a contraluz, lo cual favorece ese tipo de continuidad del producto final cuando se rueda en circunstancias de luz tan cambiantes. Su técnica en general consiste, aún empleando diafragmas muy cerrados en exteriores, en sobreexponer fuertemente el negativo, de manera que los rostros se vean correctamente, contra cielos que apenas conservan color azul, sin necesidad –por lo general- de acudir a la luz de relleno. En otras circunstancias, el operador incluso se ve obligado a emplear luz artificial sobre los actores para mantener la continuidad, pero como generalmente lo hace también a contraluz, el efecto es menos visible que cuando se hace sobre sus rostros.

Sorprende viendo el film, en cierto modo, que Roizman acuda bastante a un recurso como la noche americana, ya que el mismo ya en esta época estaba bastante denostado; puede que fuera por el apretado calendario de rodaje (y es que es más rápido planificar bien lo que aparece en cuadro, evitando cielos, etc. y filtrar en cámara que iluminar grandes espacios nocturnos) o por gusto, pero el caso es que el film tiene algunas noches americanas muy logradas y estéticas, aunque las mismas no sean tan poderosas como el material nocturno (“night-for-night”) de Roizman, que emplea sobre los fondos enormes aparatos de luz HMI con gelatinas azules para reforzar el efecto nocturno, un poco a la manera de Caleb Deschanel, Stephen H. Burum, Conrad Hall o incluso William Fraker. De esta manera Roizman obtiene mucha profundidad, aunque sus escenas nocturnas están rodadas a diafragmas mucho más abiertos (T2.8) y los fondos queden bastante desenfocados. Y al mismo tiempo, no por casualidad, el azul nocturno marca un fuerte y bonito contraste con el tono cálido de las fuentes de iluminación de los interiores noche, que además de algunos farolillos integrados en pantalla, incluyen mucha luz cenital suave y cálidad, filtrada a través de sedas, en casi todos los decorados.

Los resultados son, en la mayor parte del metraje, espectaculares, ya que el film, más que realista o esteticista, es sobre todo bonito y muy agradable a la vista, con algunos momentos en que o bien la luz natural o los grandes montajes de iluminación de Owen Roizman producen momentos extraordinariamente bellos. En esta, su última etapa, Roizman demuestra además que era un operador absolutamente moderno, de la misma manera que hizo Conrad Hall hasta su fallecimiento, o actualmente hace Roger Deakins –cuyos exteriores en “No Country for Old Men” son muy similares- a punto de cumplir los 70 años de edad. Ello en cierto modo le sitúa no ya en el elenco de los grandes, sino de los más grandes, porque a pesar que su carrera en cine fue corta (aunque extraordinariamente fructífera) sobre todo siempre fue un director de fotografía valiente, arriesgado, con personalidad y que se situaba a la vanguardia de la técnica y los estilos, hasta tal punto que lo que hizo aquí hace ya casi veinticinco años continúa plenamente vigente en la actualidad.

Título en España: Wyatt Earp
Año de Producción: 1994
Director: Lawrence Kasdan
Director de Fotografía: Owen Roizman, ASC
Ópticas: Panavision Primo Anamórfico & Cooke Varotal
Emulsión: Kodak 5293 (200T) & 5296 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Premios: Oscar a la mejor fotografía (nom), American Society of Cinematographers (nom)

Vista en Blu-ray

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