J’Accuse

Adaptación de una novela de Robert Harris, autor con el que el director Roman Polanski ya trabajó en “The Ghost Writer”, que a su vez está basada en la historia real de Alfred Dreyfus (Louis Garrel), un militar francés, judío, que fue erróneamente acusado y considerado culpable de un delito de alta traición, por el que fue enviado a la Isla del Diablo en la Guayana Francesa. Sin embargo, cuando es ascendido en los servicios secretos del ejército francés, el capitán Picquart (Jean Dujardin) tiene conocimiento de una serie de documentos que podrían significar que Dreyfus era inocente, así como que el procedimiento en que fue culpabilizado, habría sido un fraude en colaboración con el ejército, la justicia y el gobierno francés. Se trata de una sobria película de Polanski, lejos de sus mayores logros como cineasta, pero interesante y bien llevada, que como cabría esperar, sugiere determinados paralelismos con la vida del propio director, además de un crítico retrato del antisemitismo imperante en la Francia de finales del siglo XIX. Emmanuelle Seigner, Grégory Gadebois, Hervé Pierre, Vincent Perez y Mathieu Amalric, entre otros, completan el reparto del film.

El director de fotografía, una vez más en la carrera de Roman Polanski, es el polaco Pawel Edelman [PSC], con quien coincidió por vez primera en “The Pianist” (2002) y con quien ha repetido siempre desde entonces: “Oliver Twist” (2005), “The Ghost Writer” (2010), “Carnage” (2011), “Venus in Fur” (2013) y “D’Après une Historie Vraie” (2017) llevan su firma. Es decir, todos los largometrajes que ha rodado Polanski desde entonces. Después de “The Pianist”, por la que obtuvo nominaciones al Oscar, premio BAFTA, así como a los premios de la British y la American Society of Cinematographers (BSC y ASC), Edelman se estableció temporalmente en Hollywood, en donde parecía que iba a hacer carrera después de “Ray” (Taylor Hackford, 2004), por la que obtuvo una nueva candidatura al premio de la ASC, “All The King’s Men” (Steven Zaillan, 2006) y “The Life Before Her Eyes” (Vadim Perelman 2007). Pero por el motivo que fuera, Edelman dejó Hollywood y volvió a Polonia y allí ha permanecido desde entonces, siendo ya un veterano de 62 años de edad en el momento de escribir estas líneas y siendo también las películas que ha rodado para Roman Polanski las más destacables de su carrera.

“J’Accuse”, a pesar de su ambientación de época, recurre a la adquisición digital, nada más y nada menos que en gran formato, al estar rodada con la cámara Sony Venice y con lentes Cooke S7/i. La combinación de ambas ofrece imágenes de tremenda resolución y definición y un aspecto muy limpio y alejado del “look” típico de la adquisición en celuloide. Para algunos puristas de la imagen, este lienzo puede plantear determinados problemas que pueden además agravarse debido a que determinadas escenas -como la de apertura, así como algunos exteriores del París de la época, y en especial una escena entre Dujardin y Seigner en una terraza hacia el final de la proyección- poseen fondos de efectos visuales de forma evidente, lo cual tampoco favorece precisamente un aspecto orgánico. Por otro lado, Roman Polanski siempre ha sido un cineasta conocido y reconocido por su utilización de focales gran angular, que están presentes en “J’Accuse”, pero el formato full frame de la Sony Venice los enmascara en gran medida. Ello se debe a que el mismo emplea focales algo más largas para capturar el mismo ángulo de visión que en el tradicional formato Super 35, de modo que se produce un cierto aplanamiento de la perspectiva (o bien, una ausencia de la distorsión de barril que se asocia habitualmente a los angulares) que los hace más invisibles.

Por otro lado, la iluminación de Pawel Edelman es la típica que ha ido empleando este director de fotografía en sus películas con Roman Polanski, de modo que no sorprende demasiado. Parece ser que la idea visual de la película era la de darle continuidad al aspecto de la secuencia de apertura, fría y nublada, a lo largo de toda la proyección. Y el film, rodado principalmente en localizaciones reales, es lo que hace en gran medida. Edelman normalmente justifica sus luces fuera de las estancias y a través de las ventanas, tratando de crear un aspecto de luz desde una única fuente que está más o menos conseguido, pero que el director de fotografía polaco matiza en todo momento. Matiza por ejemplo en los rostros de los personajes que se encuentran frente a esa luz, a los cuales les introduce contraste simulando que la luz es más lateral que frontal, pero el efecto es especialmente perceptible cuando se trata de los personajes que se encuentran a contraluz, pues Edelman los modela con una luz de relleno a unos treinta grados que hace que uno de los dos lados de cada rostro (y algo del otro) siempre sea perfectamente visible. El aspecto, complementado por algunas escenas nocturnas con luz suave, cálida y cenital imitando la luz de lámparas de aceite, es bueno, pero su principal problema es que está ejecutado con tal precisión y consistencia que no deja ningún margen a la aleatoriedad que se produciría en la realidad, lo cual termina ocasionando que el trabajo de Edelman resulte demasiado pulido y aburrido.

Por consiguiente, se trata de una película de época pero de aspecto moderno, por su combinación de una cámara digital de última generación con lentes nítidas y contrastadas, que no termina de casar del todo bien con las imágenes que ilustra, por la textura de las mismas -lo cual evidentemente es subjetivo, pero representa la opinión del autor de estas líneas- y por el tipo de iluminación de Pawel Edelman. Eso mismo ya estaba presente en sus anteriores colaboraciones con Roman Polanski, en las que todas las escenas están demasiado medidas, demasiado controladas e incluso demasiado pulidas. Es cierto que a día de hoy, con los pequeños aparatos portátiles LED que están a disposición de los directores de fotografía, es dificil en ocasiones huir de la tentación de emplearlos casi en exclusiva, pero en esta ocasión es de esas en las que se echa en falta la magia de los grandes aparatos de luz de tungsteno y HMI, que parecen empleados nada más que de forma esporádica, pues a ese aspecto tan consistente como para ser natural, Edelman le añade ese aspecto de fuentes pequeñas, pero cercanas, que hace que su labor, como conjunto, parezca más televisiva de lo que debiera -de hecho, renuncia al formato panorámico- e incluso algo anodina, por la mera repetición de esquemas de luz, exposiciones y relaciones de contraste, en contra de una realidad que se pretende imitar pero en la cual las imágenes nunca jamás gozarían de este tipo de consistencia.

Título en España: El Oficial y El Espía
Año de Producción: 2019
Director: Roman Polanski
Director de Fotografía: Pawel Edelman, PSC
Ópticas: Cooke S7/i
Formato y Relación de Aspecto: Sony Venice, 1.85:1

Vista en HDTV

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