Avatar: The Way of Water

Tardía secuela de la película original de 2009, la más taquillera de la historia, que además ha sido rodada al mismo tiempo que una tercera parte todavía pendiente de estreno. James Cameron lleva al espectador de nuevo a la luna de Pandora, el mundo habitado por los Na’vi en el que Jake Sully (Sam Worthington) vive junto a Neytiri (Zoe Saldana) y sus hijos años después de que los “hombres del cielo” tratasen de destruir su mundo. Sin embargo, el malvado Coronel Quaritch (Stephen Lang) ha sido clonado y ahora es un poderoso Na’vi que busca venganza (con la ayuda de RDA, la empresa que monopoliza los recursos de Pandora) contra Sully y su familia, de manera que estos se ven obligados a esconderse junto a los Metkayina, una tribu de Na’vi que viven en un idílico entorno marino. Con un reparto en el que también repite Sigourney Weaver y al que se suma Kate Winslet, “Avatar: The Way of Water” justifica plenamente el tiempo que ha empleado James Cameron en su concepción, desarrollo, filmación y post-producción, ya que a pesar de sus algo más de tres horas de proyección, su versión cinematográfica tridimensional y en el sistema “High Frame Rate” (HFR) es un espectáculo inmersivo que, cuando menos, va un paso más allá de lo hasta ahora conocido, situando al espectador dentro de Pandora y muy cercano a sus personajes, que son más reales que nunca, dentro de un maravilloso (y precioso) entorno que combina las más modernas técnicas para su creación. Su mayor hándicap, además del exceso de metraje, es la escasa originalidad y cuestionable calidad del texto, algo típico en James Cameron, que reutiliza múltiples elementos de la primera película, o de otras propias como “The Abyss” (1989) y “Titanic” (1997). Pero el espectáculo es de una inabarcable magnitud, además de más emocional y familiar, superando dichos inconvenientes con creces, además de recuperar el concepto de película que únicamente se puede ver y disfrutar plenamente en el lugar para el que fue concebida: la sala de cine.

El director de fotografía de “Avatar: The Way of Water” (y de la futura tercera parte, actualmente en post-producción) es Russell Carpenter [ASC], veterano de la industria, con 72 años cumplidos en el momento del estreno, así como veterano de los rodajes de James Cameron: juntos rodaron ya “True Lies” (1994) y, posteriormente, tuvieron una primera aventura con las tres dimensiones (y en 65mm) con la extraordinaria pieza “T2 3D: Battle Across Time” (1996), diseñada para ser una atracción en los Estudios Universal, con imágenes que interactuaban con actores en directo en proyecciones de veinte minutos de duración. Sin embargo, a pesar de su fructífera colaboración, James Cameron contrató a Caleb Deschanel para que al año siguiente se hiciera cargo de “Titanic” (1997), aunque los roces entre ambos cineastas hicieron que Carpenter fuera el sustituto de Deschanel después que este rodase las escenas modernas de la película en Halifax. Y entonces, aunque Russell Carpenter obtuvo el premio Oscar por “Titanic”, llega un lapso de veinticinco años en el que Cameron y Carpenter no trabajan juntos, ni siquiera en “Avatar” (2009), de la que se hizo cargo Mauro Fiore, en palabras de Cameron, porque conocía tan bien a Carpenter que buscaba alguien que le aportase una nueva visión. Fuera de su relación con James Cameron, Russell Carpenter es conocido sobre todo por “Solar Crisis” (Richard C. Sarafian, 1990), “Hard Target” (John Woo, 1993), “The Negotiator” (F. Gary Gray, 1998), “Charlie’s Angels” y su secuela (McG, 2000 y 2003), “21” (Robert Luketic, 2008), “This Means War” (McG, 2012) o “Ant-Man” (Peyton Reed, 2015).

“Avatar: The Way of Water” retoma los elementos técnicos de la primera parte, solo que aprovecha de manera extraordinaria los avances que se han producido en los trece años entre el estreno de una y otra parte para conseguir refinar (y de qué manera) la estética de la película. Los efectos visuales vuelven a ser obra de Weta Digital, la empresa de Peter Jackson, mientras que el film está rodado haciendo de nuevo uso de la técnica “Motion Capture” o “Mocap”, en la que los actores que intepretan a los Na’vi son rodados interpretando todas y cada una de sus escenas físicamente, con cámaras que captan cada uno de sus movimientos corporales y expresiones faciales, hasta el menor de los detalles, para posteriormente mantener sus rasgos y todos esos movimientos una vez son convertidos en Na’vi por obra y gracia de los CGI. El resultado en este caso es asombroso: viendo el film, muy pronto deja de sentirse (como espectador) que las creaciones de Weta no sean personajes reales. Y ello es un pilar fundamental del éxito de la propuesta. James Cameron y su equipo no solo han creado o recreado un mundo (el de Pandora), sino los personajes que lo habitan, que están ahora más cercanos a sus actores que a la tecnología para crear los seres que interpretan. La tercera técnica es el uso de las 3D, que no es novedosa porque ya estaba presente en “Avatar” y en muchas películas que vinieron después de la de James Cameron, pero que aquí se ha refinado notablemente. En el film original, la captura mediante los rigs 3D desarrollados por Vince Pace se hizo en HDCAM SR, principalmente con la cámara Sony F950 y la Sony F23, ambas equipadas con sensores 2/3 y con una calidad de imagen que cumplía muy justa con los estándares de la HD.

En “Avatar: The Way of Water”, James Cameron y Russell Carpenter han rodado con la Sony Venice (curiosamente, aunque fueran una de las primeras producciones en usarla, cuando por fin han estrenado, ya se encuentra disponible el modelo “Venice 2”). Y para reducir pesos, han empleado el módulo Rialto, así como zooms Fujinon (el 18-55mm, 50-135mm y 19-90mm) en modo 4K Super 35 en el sensor de la Venice (es decir, renunciaron a rodar en Full Frame). La Venice, además del 4K, aporta el RAW y un flujo de datos mucho mayor, que se traduce por consiguiente en una calidad de imagen muy superior a la de la primera parte que, en este sentido, era ya muy justa en el momento de su estreno y lo es mucho más en la actualidad, tras más de diez años de cámaras digitales que superan ampliamente la calidad del HDCAM SR. El 3D de “Avatar: The Way of Water” quizá no es tan agresivo como cabría esperar: no es una película en la que se lancen objetos o personajes a la cara del espectador, sino que lo que busca James Cameron es abrir una “ventana” tridimensional en la que uno se mete dentro de la película por completo. Cuando vemos a los personajes en el bosque, nosotros mismos sentimos que estamos en ese bosque, en la playa, volando o bajo el agua, como los propios personajes, porque las fugas, las perspectivas, la profundidad, se asemejan extraordinariamente a las de la visión real humana.

Puede que, en parte, el efecto global (es decir, la fusión de “Mocap” más 3D) sea más exitoso aún porque determinados planos, generalmente los más amplios o aquéllos en los que aparece un mayor número de elementos en movimiento están rodados a 48 fps, en lugar de los 24 fps habituales. En proyección HFR, dichos momentos también se ven a 48 fps, es decir, se alternan los 24 fps del grueso de la película con los 48 fps. La alta tasa de fotogramas crea un efecto muy parecido al temido obturador abierto o a 360 grados, pues el movimiento se vuelve absolutamente fluido y puede llegar a asociarse con un efecto de vídeo, al que desde luego se parece mucho. Pero los 48 fotogramas están rodados con un obturador alrededor de 180 grados, de manera que, a diferencia de un obturador a 360 grados, en “Avatar: The Way of Water” no han las temidas estelas o “motion blur” que es lo que realmente se cataloga como artefacto de vídeo. Es decir, tenemos la fluidez, pero sin dicho “blur”. Y al menos con las gafas Real 3D, lo que se percibe en pantalla es muy realista, casi, tanto, que asusta, pero colabora decididamente a que la película, los personajes, el “Mocap” y todos los CGI fotorrealistas sean tan creíbles que el espectador termine creyendo que, de hecho, lo son. Para poder rodar a 48 fps, así como con el espejo del rig 3D, con las dos cámaras Venice a la vez, Russell Carpenter confirma en “American Cinematographer” que tuvo que emplear la cámara de Sony habitualmente en modo “High ISO”, es decir, a 2500 ASA, puesto que duplicando los fotogramas se pierde un diafragma, lo mismo que con el espejo del rig de Pace.

Los resultados visuales/estéticos son apabullantes y deslumbrantes ya que, sin ninguna duda, “Avatar: The Way of Water” es una de esas películas que hacen que el cine avance de golpe un camino que, en circunstancias normales, tardaría años en recorrer. Pero no solo por su técnica, que puede ser tan romperadora como lo fue la de “Avatar”, sino porque además, el mundo diseñado por James Cameron y su equipo es un verdadero alarde visual y una auténtica preciosidad. Es un deleite visual incomparable, pues no solo hay que tener la capacidad para idearlo, sino también, aunque sea en gran parte el trabajo de cientos de artistas CGI de Weta, para plasmarlo en la pantalla. Es casi imposible saber dónde comienza el trabajo de estos y dónde termina el de Russell Carpenter (que sí que es evidente que ilumina muy bien, con sus clásicos haces de luz solar, las escenas con humanos en las dependencias de RDA). Hay muchas fotos de rodaje que muestran decorados parciales (rodeados de cromas para realizar sets extensions) con los actores en “motion capture”, con la luz que, más o menos, aparece en la película terminada. Así que aunque sea dificil saber con exactitud, parece que hay un trabajo de rodaje, cuando menos parcial, que incluiría esos efectos de luz que vemos en pantalla (como por ejemplo los fuegos en la batalla final, que son pantallas LED que proyectan, precisamente, fuego), aunque luego dichos efectos de luz estén retocados, ampliados, modificados o creados, de manera parcial o incluso total, durante el proceso de post-producción. Desde luego, lo que sí es un añadido son los esporádicos «flares» anamórficos (líneas azules horizontales) que muestra la película, que resultan curiosos de ver, ya que James Cameron siempre ha aborrecido este formato, que nunca ha usado como director.


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Pero viendo las inolvidables imágenes -que no son varias, sino decenas, puede que cientos de ellas-, lo que menos importa es el cómo se han logrado y lo que más, desde luego, es que las mismas están ahí ante nosotros, existen y podemos contemplarlas. Y de la misma manera en que, por ejemplo, una vez creímos que un hombre podía volar, o que luchamos contra el Imperio en una galaxia lejana, muy lejana, o que contra un ser de cristal líquido que venía del futuro, con “Avatar: The Way of Water”, si nos relajamos ante su guión, podemos volver a ser niños, viajar a Pandora y contemplar un maravilloso mundo que nos recuerda durante tres horas por qué amamos el cine y, más y mejor aún, en pantalla grande.

Título en España: Avatar, El Sentido del Agua
Año de Producción: 2022
Director: James Cameron
Director de Fotografía: Russell Carpenter, ASC
Ópticas: Fujinon
Formato y Relación de Aspecto: Sony Venice (4K RAW, Dual Strip 3D), 1.85:1

Vista en DCP HFR 3D

© Ignacio Aguilar, 2022.