Don’t Look Now

Estupendo thriller –basado en una historia de Daphne Du Maurier- dirigido por el que fuera unos de los directores de fotografía más alabados de los años 60 (con trabajos para prestigiosos cineastas como David Lean, François Truffaut, John Schlesinger e incluso Roger Corman), que tiene como protagonistas a Julie Christie y Donald Sutherland, interpretando a un matrimonio que, tras la muerte de su hija, se traslada a Venecia, en donde el marido trabaja como director de la restauración de una iglesia. En un restaurante, casualmente, la esposa conoce a dos mujeres, una de las cuales, ciega, le asegura que su hija fallecida está intentando contactar con el matrimonio para advertirles del peligro que les acecha. Con estos elementos, Roeg narra la historia con muy buen pulso, recogiendo elementos o influencias del cine anterior de Roman Polanski («Repulsion», «Rosemary’s Baby»), del suspense Hitchcockiano («Vertigo», también basada en una historia de la misma autora) e incluso podría ser que Brian de Palma hubiera tomado nota de este film para su particular versión del film del británico («Obsession»). Roeg incluso contó aquí con el que se convertiría en uno de los compositores predilectos de De Palma, Pino Donaggio.

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El director de fotografía, por primera vez en la carrera de Roeg como director, no fue él mismo, sino su compatriota Anthony B. Richmond [ASC, BSC], el cual ya había trabajado en los equipos del aquí director cuando este aún era operador. Lógicamente, debido al antiguo oficio de Roeg, es absolutamente lógico pensar que su implicación en el aspecto visual de «Don’t Look Now» fuera total. De su carrera posterior, destacan «The Man Who Fell To Earth» y «Bad Timing», también junto a Roeg, o «The Eagle Has Landed» (John Sturges, 1976) y «The Indian Runner» (Sean Penn, 1991).

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El aspecto por el que más destaca el film, incluso en términos globales, es por la atmósfera malsana que crea el director a través de su puesta en escena. Por ejemplo, durante la escena inicial, crea asociaciones de imágenes entre lo que está sucediendo dentro de una casa (en la que está el matrimonio) y lo que sucede fuera (donde están los hijos), dando a entender que lo segundo tiene un reflejo en lo primero, de modo que llega a hacer creíble el momento en el que el padre se percata de que su hija se está ahogando. A través del montaje (obra del futuro director Graeme Clifford), Roeg introduce breves insertos en determinados momentos de la película que nos recuerdan determinados detalles que han sucedido o se han comentado con anterioridad que, lejos de parecer reiterativos, incrementan la tensión de las escenas. Aunque en gran parte de las escenas se utiliza el zoom de forma que ha quedado muy anticuada (generalmente con acercamientos muy rápidos a rostros u objetos), Roeg consigue trasladar el nervio e inquietud al espectador con un notabilísimo trabajo de cámara, generalmente con esta sobre un trípode, pero que en determinados momentos se sitúa al hombro, muy cerca de los personajes, prácticamente como si fuera el punto de vista de un fantasma que los observa. De esta forma, o con el empleo de distintos ángulos, e incluso un uso prodigioso del color rojo, durante prácticamente la totalidad del metraje se tiene la sensación de que algo malo está a punto de ocurrir, manteniendo constantemente el interés.

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La iluminación, asimismo, también está a la altura del resto del conjunto, resultando moderna, natural y atmosférica cuando es necesario. Gran parte de los exteriores, tanto en Inglaterra como en Venecia, donde se sitúa el grueso de la acción, están rodados con el sol incidiendo de forma lateral y muy suavizado, posiblemente por la humedad del clima inglés o el de la ciudad de los canales, por lo que su calidad es magnífica y produce imágenes de gran calidad y belleza, como las de apertura. Los interiores diurnos hacen uso de luz rebotada o directa fuertemente difuminada para simular los efectos de la suave luz natural entrando por las ventanas, mientras que los interiores nocturnos son los que quizá no sean tan satisfactorios, con un mayor uso de fuentes puntuales -aunque también se integran en el decorado- para conseguir adecuados niveles de exposición, pues únicamente parece que recurrieron a objetivos ultraluminosos a máxima apertura en la escena en que la pareja acude a una iglesia a poner velas a su hija fallecida. Sin embargo, Roeg y Richmond consiguen salvar bien casi todas estas situaciones a través del empleo de un buen nivel de contraste. Y por supuesto, donde realmente lucen su talento es en la tenebrosa descripción de la noche veneciana, también a través de luz puntual dirigida sobre los edificios, consiguiendo un aspecto muy creíble a la par que amenazador, destacando sin duda entre todas ellas la escena final, con los canales llenos de niebla, que es bella, onírica y terrorífica a partes iguales.

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Por consiguiente, se trata de un trabajo muy bueno en todos los niveles, en el que únicamente no encaja el abuso del zoom, muy pasado de moda, que además conlleva la necesidad de forzar el negativo en determinadas situaciones, produciendo elevados niveles de grano, así como una leve inconsistencia producida por la difusión empleada en algunos primeros planos de Julie Christe. Pero «Don’t Look Now», como otra obra de Roeg como «Walkabout», es una película que, en su conjunto, funciona muy bien gracias a la estupenda narrativa visual de la que hace gala.

Título en España: Amenaza en la Sombra
Año de Producción: 1973
Director: Nicolas Roeg
Director de Fotografía: Anthony B. Richmond, ASC, BSC
Ópticas: Panavision esféricas
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Premios: BAFTA a la mejor fotografía

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2015.