The Warriors

Adaptación de una novela de Sol Yurick, con guión co-escrito por el propio realizador Walter Hill, que tiene como protagonista a una banda juvenil de Nueva York que, junto con otras muchas bandas, acuden a un encuentro que termina con el asesinato a tiros de uno de los líderes principales. Los miembros de esta banda protagonista, en medio del tumulto, son acusados del crimen, y perseguidos desde el Bronx hasta Coney Island no solo por la policía, sino también por los miembros del resto de bandas que quieren vengar al líder fallecido. El argumento de “The Warriors” no da para extenderse demasiado, pero es una película muy apreciable especialmente por la puesta en escena y el vigor que le imprime Walter Hill, que retrata muy bien pasajes nocturnos desolados y coreografía un buen número de escenas de acción que recogen incluso la influencia del cine de Sam Peckinpah, del que Hill fue guionista en “The Getaway”.

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El director de fotografía fue el húngaro Andrew Laszlo [ASC], que establecido en los EEUU, desarrolló allí toda su carrera cinematográfica. Hombre ya veterano cuando rodó el presente título, lo cierto es que la parte más conocida de su carrera fue la que desarrolló con posterioridad a este título, cuando encadenó trabajos como “Southern Confort” (1981) o “Streets of Fire” (1984) para el propio Hill, “Poltergeist II: The Other Side” (1986), “Innerspace” (Joe Dante, 1987) o incluso un título de la serie “Star Trek” (“The Final Frontier”, 1989), además de su título más famoso, “First Blood” (Ted Kotcheff, 1982), la primera de las entregas de la serie “Rambo” interpretada por Sylvester Stallone. Su carrera anterior, básicamente, se había desarrollado en televisión, como la serie “Shogun” (1980), aunque su aproximación al cine comercial de los 80, al borde ya de su retirada, es la que le hizo famoso. Es autor además de un par de apreciables libros publicados por la ASC: “It’s a Wrap” y “Every Frame a Rembrandt”.

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La fotografía de “The Warriors” es absolutamente destacable en casi todos sus aspectos. Y eso que quizá, desde un punto de vista contemporáneo, puede que no sea demasiado llamativa. Sin embargo, hay que tener en cuenta que excepto los últimos cinco minutos de la proyección, “The Warriors” es un film que transcurre íntegramente por la noche y en localizaciones repartidas por la ciudad de Nueva York. En aquélla época, el negativo cinematográfico de Kodak únicamente tenía una sensibilidad de 100 ASA y era muy frecuente forzarlo un stop hasta los 200 ASA. Pero aún recurriendo a lentes esféricas ultraluminosas como los preciosos Panavision Ultra Speed, Laszlo tenía ante sí la complicadísima labor de iluminar complicadas persecuciones y calles de Manhattan y sus alrededores a un diafragma razonable. Y sin ningún género de dudas, su mayor logro es que a pesar del empleo de mucha iluminación cinematográfica -la necesaria para poder exponer un rico negativo a la americana-, la película tiene un aspecto muy natural y en absoluto da la sensación, precisamente, de estar tan iluminada como necesitaba estarlo.

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Ello se debe a que Laszlo no rueda a máxima apertura de diafragma, sino que emplea sus ópticas en el entorno del T/2.8 o unas 50 candelas de intensidad de luz a 200 ASA. Por lo tanto, siguiendo la tradición Hollywoodense, posee el rango suficiente por encima y por debajo de ese T/2.8 para marcar áreas de sombra, donde pone poca luz y que son las predominantes, las zonas de gris medio, donde muchas veces sitúa a los personajes, y los contraluces de los fondos, que a veces –gracias a una secuencia de lluvia que pidió incluir en el guión al comienzo de la proyección- lucen sobreexpuestos y producen muy bonitos reflejos en el asfalto y aceras de las calles. Es decir, la película luce creíble porque las distinciones entre las zonas de luz y sombra están bien definidas, siempre en torno a las fuentes de luz que aparecen en escena, pero con transiciones entre luz y sombra muy atenuadas, como sucedería en la vida real, que esconden el corte entre la potente luz de los arcos o primitivos HMI utilizados por Laszlo, y las zonas en que o bien no hay o bien apenas hay luz cinematográfica. Por supuesto, Laszlo emplea alguna luz sobre los actores cuya justificación es imposible y sin la cual no se les vería, pero lo cierto es que estas luces siempre están bien integradas y son acordes a la luz de la localización. Muy interesantes, en la línea de Owen Roizman en “The French Connection” o “The Taking of Pelham 1, 2, 3” son las escenas en el metro, rodadas estas sí prácticamente con la luz allí disponible y a máxima apertura de las lentes.

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La puesta en escena de Hill es muy interesante. De un lado porque a priori, la temática hubiera pedido un formato panorámico para mostrar a los muchos personajes que integran las bandas y aprovechar el ancho de pantalla para rellenarla con los mismos. Pero quizá porque Hill nunca fue un fan del formato –casi todos sus films usaron el convencional 1.85:1- y también, porque en aquélla época el panorámico iba aparejado al uso de lentes anamórficas y el tipo de rodaje lo desaconsejaba por completo, los cineastas acabaron recurriendo a una relación de aspecto más convencional que Hill emplea para mostrar a los actores de cuerpo completo en muchas ocasiones, en lugar del típico plano americano, cortado a mitad de las piernas, que hubiera proporcionado el formato panorámico anamórfico. A pesar de las dificultades del rodaje nocturno, la cámara se mueve mucho y con mucho acierto, como por ejemplo durante las persecuciones. Pero donde brilla realmente es en la puesta en escena de las peleas, con excelentes barridos de cámara de un personaje a otro para hacer transiciones y un estilo clásico, con planos largos y montaje que permite ver las acciones, especialmente durante los planos a cámara lenta –tomados directamente de Peckinpah- que coinciden con los mayores estallidos de violencia.

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Los resultados son muy buenos, demostrando que Hill fue un cineasta mucho más interesante de lo que quizá se le recuerde (en ese mismo 1979 escribió –sin acreditar- y produjo “Alien”, ni más ni menos), no solo por su faceta de guionista, en la que se cimentó su carrera originalmente, sino porque poseía un excelente gusto en la puesta en escena y maneras clásicas aplicadas a un cine e historias contemporáneas, como la estimable “48 Hrs” (1982). Laszlo, como en el resto de los títulos citados, aunque ya pertenecientes a la década posterior, demostró con este título, además, un enorme oficio y capacidad técnica, porque resuelve con una nota altísima y ciertos atisbos de brillantez una película muy complicada sobre el papel, por más que su labor sea tan buena que por momentos también sea invisible. El Blu-ray, eso sí, posee una imagen con cierta apariencia de procesamiento y filtrado del grano cinematográfico que, por muy bien que expusiera Laszlo su negativo, es imposible que fuera tan fino con un rodaje en condiciones de luz relativamente bajas y forzado en el revelado.

Título en España: Los Amos de la Noche
Año de Producción: 1979
Director: Walter Hill
Director de Fotografía: Andrew Laszlo, ASC
Ópticas: Panavision Ultra Speed MKII
Emulsión: Kodak 5247 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2016.