The Three Musketeers / The Four Musketeers

Adaptación de la novela de Alejandro Dumas, producida la familia Salkind y cuyas dos partes fueron rodadas de forma simultánea en España mediante un famoso engaño a los actores que derivó en un proceso judicial, debido a que éstos desconocían que el material se estrenaría como dos películas en lugar de una y, por lo tanto, sus honorarios no se ajustaban a lo que deberían de haber sido en tal caso. Lo cierto es que ambas son películas muy irregulares en casi todos los aspectos, porque el guión de George MacDonald Fraser tiene un tono extraordinariamente ligero y plagado de los elementos cómicos habituales en el cine de Richard Lester, pero también, hay un reparto y unos medios de producción a disposición de los cineastas que con frecuencia elevan mucho los resultados. Michael York interpretó a D’Artagnan, Oliver Reed, Richard Chamberlain y Frank Finlay a los mosqueteros, Raquel Welch fue Constance, Charlton Heston el malvado Cardenal Richelieu, Faye Dunaway como Milady, Christopher Lee como Rochefort, Roy Kinner como Planchet y Jean-Pierre Cassel y Geraldine Chaplin como los Reyes de Francia formaron un atractivo casting.

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El director de fotografía fue el británico David Watkin [BSC], quien por aquél entonces era el habitual del cine de Richard Lester. La carrera de Watkin es clave para conocer la evolución de la fotografía cinematográfica en la segunda mitad del siglo XX, ya que tras iniciarse en el documental en la British Transport Films, dio el salto a la publicidad y el cine haciendo uso de un estilo y una personalidad muy particulares. Como persona, por su carácter despreocupado (dormía entre tomas en el decorado y no asistía a las proyecciones diarias) y en cuanto a su estilo, porque fue un pionero de la luz difusa y rebotada, que utilizaba siempre que le era posible como su seña de identidad. Con la luz rebotada conseguía un resultado mucho más natural que el del cine en color anterior a la década de los 70, aunque sus métodos para conseguirla, unidos a su personalidad y, encima, su declarada homosexualidad en una época en que no era nada frecuente que esto fuera público hacían de él un director de fotografía venerado por unos pocos y rechazado por la mayoría. Fue ganador del Oscar en 1985 por su trabajo en «Out of Africa», de Sydney Pollack.

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Las dos películas fueron rodadas íntegramente en España, en su mayor parte en Toledo y su provincia, así como en Aranjuez (Madrid), La Granja (Segovia) y la provincia de Almería, así como en numerosos edificios pertenecientes al Patrimonio Nacional español. La decisión es curiosa, puesto que estos lugares poco o nada se parecen a Francia, en donde transcurre la historia, pero como contraposición lo que los cineastas obtuvieron fue un clima mucho más benévolo, que permitía un rodaje mucho más tranquilo en los exteriores y una luminosidad mucho mayor, acorde al tono ligero de la propuesta. Además de técnicos españoles, fueron contratados británicos afincados en España como la diseñadora de vestuario Yvonne Blake (ganadora el Oscar por “Nicholas & Alexandra”) y la mano derecha de David Lean en cuestiones de atrezzo y trucos especiales, Eddie Fowlie.

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La fotografía de “The Three Musketeers” y “The Four Musketeers” es una muestra en estado puro del estilo de David Watkin, que compartía además muchos gustos estéticos en común con el realizador Richard Lester. Se trata de dos películas muy luminosas y con muchos exteriores, que siempre están resueltos de la misma forma: mediante un rodaje a contraluz, sin necesidad expresa de renunciar a rodar en las horas centrales del día, con una fuerte sobreexposición del negativo. Es decir, Watkin situaba a los personajes con el sol detrás de ellos y exponía para las sombras, de modo que las altas luces, con mucha frecuencia, están al límite de la capacidad de registro de la emulsión. Con ello consegue esa luminosidad extrema de la que hablábamos, pero también evita la necesidad de utilizar habitualmente aparatos de iluminación en exteriores, por lo que el resultado es una película de aspecto muy natural en todo momento, con un sol abrasador.

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Los interiores también son muy curiosos, porque Watkin utiliza un enorme despliegue de medios para obtener lo que a priori parece una imagen sencilla y natural. Y ello se debe a que para reproducir el efecto de la luz solar en los interiores, el director de fotografía británico utilizaba decenas de arcos o luces de tungsteno de 10KW rebotadas sobre paneles reflectores que rodeaban los decorados o se situaban estratégicamente en sus techos, para conseguir una luz muy suave y uniforme, pero a costa de emplear muchos aparatos. Además, en bastantes escenas complementa esa luz uniforme con luces directas y dirigidas a través de ventanas o rosetones de iglesia, para crear una luz más direccional que imitaría el efecto de un rayo de sol directo entrando a través de las mismas. Y en sus interiores nocturnos, a pesar de que Watkin reduce la temperatura de color hacia tonos más cálidos, para acomodarse un poco más al fuego que iluminaría las estancias en una época previa a la aparición de la luz eléctrica, no varía en exceso su planteamiento, aunque sí reduce la uniformidad y busca algo más de contraste, dejando algunas zonas del decorado en penumbra para crear el efecto nocturno.

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Sin embargo, la propuesta, a nivel visual, también es irregular, porque Watkin utiliza la sobreexposición de forma que a veces es muy excesiva. De hecho, las dos películas lucen por completo sobreexpuestas en todo momento, con unos niveles de claridad excesivos, incluso teniendo en cuenta sus pretensiones cómicas. Ello hace que en varios exteriores –como por ejemplo los del juego de ajedrez con animales frente al Palacio de Aranjuez, en la primera película- los fondos estén absolutamente quemados, sin apenas detalle en los mismos, circunstancia que desgraciadamente se repite en más de una ocasión en la proyección. En los interiores o exteriores nocturnos (como por ejemplo en el Palacio de la Granja, con las ventanas reventadas a luz) la cantidad de luz también es excesiva en muchas ocasiones. Y, por supuesto, aunque gran parte de los interiores diurnos contienen grandes cualidades pictóricas y un buen aspecto, lo cierto es que no son pocos los que muestran ventanas sobreexpuestas y un exceso de luz de relleno en el interior, que hacen que el aspecto sea demasiado plano y poco interesante. Particularmente mal ejecutada está también, en la primera parte, la escena en noche americana por las calles de Toledo, con Michael York siguiendo a Raquel Welch en su encuentro con el Duque de Buckingham, tanto por continuidad como por el propio efecto nocturno.

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La puesta en escena de Lester es la habitual de su cine, con multicámaras y zooms para captar muchas acciones simultáneas, desde el angular al teleobjetivo o, dicho de otra forma, desde el plano amplio al detalle. No es una puesta en escena particularmente cinematográfica, aunque en la época era novedosa (venía haciéndolo desde “A Hard Day’s Night” en 1964, para captar la anárquica actuación de los Beatles), pero desgraciadamente se parece demasiado a la moderna realización televisiva y ello reduce un poco la calidad visual del conjunto. En general, como decíamos, éste es muy interesante, en tanto que contiene grandes virtudes y grandes defectos, pero precisamente porque éstos son fruto de la experimentación y de la búsqueda de un aspecto moderno y diferente al que hasta entonces había sido habitual, estas dos películas se pueden seguir viendo con interés, apreciando cómo Watkin continuaba con la búsqueda de su particular e influencial estilo.

Título en España: “Los Tres Mosqueteros” / “Los Cuatro Mosqueteros”
Año de Producción: 1973, 1974
Director: Richard Lester
Director de Fotografía: David Watkin, BSC
Ópticas: Panavision esféricas
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Otros: fotografia adicional de Paul Wilson, BSC (2ª parte)
Premios: BAFTA a la mejor fotografía (nom) (1ª parte)

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2014.