The Karate Kid, Part II

Continuación directa del superéxito de 1984, que consiguió también excelentes números en taquilla, aunque sus resultados, si cabe, sean aún más flojos que los de la película original. En esta ocasión la historia está ambientada en Okinawa (Japón), lugar al que acuden los dos protagonistas (Ralph Macchio y “Pat” Morita) cuando reciben una carta que indica que el padre del maestro de kárate está muy enfermo. Una vez allí, una vieja enemistad entre el maestro y el dueño del pueblo en que vive su familia, hace que los protagonistas vuelvan a ser molestados y retados a nuevos combates. Los resultados son sorprendentemente pobres incluso para los estándares marcados por la primera película, con una historia que no se sostiene y que carece de interés al intentar profundizar en el personaje de “Pat” Norita y sus orígenes en lugar de mostrar los avances del personaje de Macchio en el kárate.

El director de fotografía nuevamente fue James Crabe [ASC], colaborador habitual de John G. Avildsen incluso ya antes de “Rocky” (1976). Obtuvo una nominación al Oscar por “The Formula” (1980), film protagonizado por Marlon Brando y George C. Scott que sin embargo posee una mala reputación, colaborando otra vez con Avildsen en la primera entrega de esta saga. Seguramente se hubiera hecho cargo de la tercera de no haber sufrido las series consecuencias del sida, enfermedad que le hizo fallecer en 1989, justo en el mismo año que en Avildsen, Macchio y Norita estrenaban la tercera entrega. Todo ello no impidió que Crabe fuera siempre un operador muy respetado por sus colegas de profesión, como lo prueba el hecho de que en este mismo 1986, durante la primera edición de los premios de la American Society of Cinematographers (ASC), Crabe fuera uno de los candidatos por su trabajo en este film, aunque no consiguiera colarse finalmente entre los cinco nominados al Oscar a la mejor fotografía.

El film comienza con un montaje de secuencias de la primera película que recuerdan al espectador lo que sucedió en la misma, así como con una escena que, sin serlo, parece un descarte del primer film: aquélla en que los protagonistas de la película se encuentran y se enfrentan a la salida del campeonato en el que resultaba ganador el personaje de Ralph Macchio. El hecho de que parezca un descarte habla bien de Crabe, ya que consigue dos años después que el aspecto sea exactamente el mismo que el del primer film. Pero más allá de eso, esta segunda parte, que está rodada en Hawaii en lugar de en Japón por necesidades de la producción, contiene una fotografía que no es demasiado destacable. Al igual que la primera parte evidenciaba que el director de fotografía no era precisamente un vanguardista, en esta ocasión las confusiones de estilo se hacen aún más patentes si cabe, ya que la década de los 70 era ya muy lejana y no digamos ya el estilo de fotografía en color de los años 60 cuyos ramalazos aparecen en James Crabe de cuando en cuando.

Aunque el grueso del film obtiene un buen partido de las localizaciones, e incluso se evidencia cierto esfuerzo por parte de los cineastas en hacer un (buen) uso de cada una de las mismas en el momento en que la luz natural disponible es de mejor calidad, al director de fotografía todavía le sigue venciendo su tendencia a rellenar a los personajes con luz dura en exteriores, a veces como luz excesivamente puntual o “spot”, que resulta absolutamente evidente. Quizá si esos rellenos los hubiera empleado Crabe como luz suave y con un mejor equilibrio de color con respecto a la luz natural, los mismos hubieran pasado más desaparecibidos. Pero lo que hace es que dentro de una fotografía que pretende ser más o menos realista, es introducir esos puntos de luz dura como relleno, que siempre le delatan y quedan demasiado obvios. Sin ellos, su fotografía quizá hubiera pasado por algo más moderno de lo que es, pero con ese defecto quedaba ya anticuada casi en el momento de su estreno, haciendo incomprensible que su trabajo fuera seleccionado por sus compañeros de la ASC.

Sin embargo hay una cosa, dentro de lo anticuado del aproximamiento, que le beneficia, aunque sea de rebote: puesto que la luz en localizaciones es muy contrastada, el hecho de rodar toda la película (excepto cuando no le quedaba más remedio) con lentes zoom tanto como focal variable tanto como para hacer pequeñas modificaciones en el encuadre en mitad de las tomas, le favorece porque hace que el contraste de la imagen sea bastante reducido, siendo así capaz de capturar esa diferencia (a veces extrema) entre las altas luces y las sombras de sus exteriores. Pero por lo demás es una película iluminada para diafragmas más o menos altos para ser un formato esférico (T4.0) y poder emplear casi siempre los zooms 5 a 1 y 10 a 1 que tanto le gustaban a este operador, sin que consiga siquiera que algunas de las escenas rodadas en estudio simulando ser calles o exteriores reales, consigan pasar el corte y engañar al espectador como si fueran localizaciones reales en Japón. Por todo ello, es una fotografía que no destaca en absoluto y que hace que parezca que su entrada –como candidata- en la primera edición de los premios otorgados por los compañeros de Crabe obedeciera a motivos más extracinematográficos que puramente cinematográficos.

Título en España: Karate Kid II, La Historia Continúa
Año de Producción: 1986
Director: John G. Avildsen
Director de Fotografía: James Crabe, ASC
Ópticas: Panavision Ultraspeed MK2, Cooke Varotal
Emulsión: Kodak 5247 (100T) & 5294 (400T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.85:1
Premios: American Society of Cinematographers (nom)

Vista en HDTV

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