The World’s End

Tercera entrega de una especie de trilogía de películas del realizador británico Edgar Wright, formada inicialmente por «Shaun of the Dead» (2004) y «Hot Fuzz» (2007), en la que Simon Pegg y Nick Frost vuelven una vez más a los papeles protagonistas. En esta ocasión, lo que inicialmente parece una comedia sobre unos amigos que, rondando los cuarenta años de edad, se reunen de nuevo para realizar una loca gira por los bares del pueblo en el que vivían cuando eran adolescentes, toma un giro de ciento ochenta grados y se convierte rápidamente en una parodia del cine sci-fi del estilo de «The Invasion of the Body Snatchers» en sus diferentes versiones, cuando los amigos descubren que el pueblo está tomado por unos robots extraterrestres que han sustituido a los verdaderos habitantes del mismo. Los resultados son simpáticos, pero muy irregulares, ya que cuanto más estruendosa se vuelve la narrativa, peor funciona, siendo la química entre los intérpretes o algunos detalles de la puesta en escena de Wright lo mejor del film, y en dicho aspecto, funcionan mejor algunos de sus otros films.

A pesar que la película está ambientada y rodada en Inglaterra, Edgar Wright decidió mantener en su puesto su colaborador en la anterior «Scott Pilgrim Vs. The World», el norteamericano Bill Pope [ASC], conocido sobre todo por su labor en la trilogía de «Matrix» y otros espectáculos de integración de efectos visuales digitales con imágenes captadas en el set, su especialidad, como «Spiderman 2» o «The Jungle Book» (2016). Después de los vídeos musicales en los años 80, Pope apareció en cine de la mano de Sam Raimi, con «Darkman» (1990) y «Army of Darkness» (1992), uniéndose a los Wachowski en 1996 por vez primera en el thriller «Bound». Después, como indicábamos, se ha convertido en un referente del cine de acción con grandes complejidades por sus efectos digitales, incluyendo «Men in Black 3», o incluso un curioso reto como el cine de marionetas con «Team America: World Police». Su tercera colaboración con Edgar Wright tuvo lugar en el año 2017 con la estupenda «Baby Driver«.

La estética de «The World’s End» viene muy marcada por algunas decisiones previas del director y del director de fotografía, como la de mantener un rodaje en celuloide en una época en que la adquisición digital ya era prácticamente una norma establecida. Pero además, Wright y Pope rodaron el prólogo de la película -que describe las andanzas de los personajes en 1990- en formato 16mm, consiguiendo un marcado y granulado aspecto de celuloide para estas escenas. Para todas las escenas en las que el film parece una sencilla comedia de reunión de amigos, antes que comience la acción, Pope empleó el formato Super 35, con lentes esféricas Panavision Primo, pero cuando los protagonistas tienen que hacer frente a los invasores, el film cambia al formato anamórfico, a fin de conseguir un aspecto más tradicional del cine de acción y efectos digitales. En este aspecto, además, hay que mencionar que además de una mezcla de las series «C», «G» y «E» de Panavision, los cineastas y la propia compañía recuperaron un primitivo juego de lentes anamórficas de la compañía, denominada serie «B», del que Dan Sasaki pudo crear una serie completa (desde el 35mm al 100mm, incluyendo un nuevo 28mm como lente adicional) para aprovechar los tremendos flares que el tratamiento antirreflectante de estos objetivos ocasionaba cuando una fuente de luz incide sobre los mismos.

De la misma manera, la parte de comedia del film posee un aspecto diferente al de la parte de acción. Precisamente, el estilo más natural, al menos con respecto a las comedias norteamericanas, de «Hot Fuzz», parece la fuente de inspiración, ya que visualmente el comienzo de «The World’s End» es muy similar, solo que Bill Pope lo ejecuta mejor que Jess Hall en aquélla película. Sin embargo, una vez que los robots extraterrestres hacen acto de presencia en pantalla y el film cambia al formato anamórfico, el aspecto se vuelve más sofisticado y trata de llamar más la atención, con múltiples flares y efectos lumínicos para provocarlos, una profundidad de campo más estrecha, luz en los fondos de las calles, etc. El aspecto, eso sí, por mucho que integre bien los efectos digitales en las imágenes reales captadas en celuloide, nunca es nada especial ni resulta particularmente interesante. De hecho, lo mejor es, sin duda, cómo Edgar Wright mueve su cámara y ejecuta algunas composiciones de imagen, especialmente, cuantos más personajes tiene delante de la misma, circunstancia en la que parece que el director se crece.

Los resultados, por lo tanto, mejoran los de «Shaun of the Dead» y «Hot Fuzz«, lo cual tampoco era muy complicado dicho sea de paso, pero más allá de la interesante mezcla de formatos de adquisición (16mm, Super 35 y anamórfico, incluyendo lentes muy antiguas), el estilo que aplica Bill Pope posee mucho oficio pero no demasiado interés estético. Así que es loable que los cineastas no tengan inconveniente en «complicarse» la vida empleando diferentes medios de captación (cuando realmente podrían haber rodado todo el material en Super 35 y haber empleado el etalonaje digital para diferenciarlo), pero lo cierto es que ni aún con eso logran que el aspecto de «The World’s End» escape de los convencionalismos a los que está sometido.


Publicidad. Pincha sobre la imagen para conocer las últimas ofertas de Harmonica Rental.

Título en España: Bienvenidos al Fin del Mundo
Año de Producción: 2013
Director: Edgar Wright
Director de Fotografía: Bill Pope, ASC
Ópticas: Panavision Primo, «B», «C», «E», «G» Series, Angenieux Optimo, Zeiss Super Speed.
Emulsión: Kodak 5213 (200T) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 16mm + 3-Perf Super 35 + 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: Digital Intermediate

Vista en HDTV

¿Te ha gustado esta reseña? ¡Siguenos en Facebook!

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2021.