The Omega Man

Segunda adaptación de la novela de Richard Matheson “I Am Legend” que, como la primera (con Vincent Price) o la tercera (con Will Smith), trata sobre el último superviviente (Charlton Heston) de una guerra bacteriológica que ha de luchar contra una plaga de seres mutantes que asolan la ciudad de Los Ángeles durante las noches. “The Omega Man” es un film muy simpático y por momentos entrañable en su inocente descripción de un futuro apocalíptico, aunque también está muy lastrado por elementos como una música que se ha quedado muy anticuada o por un mensaje que, de pura evidencia, es escenificado de manera demasiado explícita. Aún así continúa vigente por la siempre esforzada presencia de Heston, un actor curioso, cuyas películas siempre fueron mucho más abiertas que sus ideales políticos y sociales, así como por la curiosidad que supone ver un argumento de serie B en una producción de estudio.

El director de fotografía fue el muy veterano Russell Metty [ASC], el operador norteamericano famoso por su asociación con Douglas Sirk, por haber ganado el Oscar por “Spartacus” (1960) aún a pesar de sus famosos conflictos con Stanley Kubrick o por sus dos trabajos para Orson Welles (“The Stranger” y “Touch of Evil”). Heston, intérprete principal del segundo de estos títulos, precisamente siempre habló muy bien de Metty, cuya rapidez alababa, por lo que teniendo en cuenta su fuerza como estrella no sólo para elegir proyectos, sino para aprobar guiones, compañeros de reparto o incluso equipo técnico, es muy factible que Metty rodase películas como “The War Lord” (Franklin J. Schaffner, 1965) o la presente precisamente por recomendación del actor.

Lo que más destaca de “The Omega Man”, sin ningún género de dudas, son las escenas de apertura, en las que los cineastas recrearon el futuro apocalíptico y de desolación gracias a un rodaje en el downtown de Los Ángeles a horas muy tempranas de la mañana y durante los fines de semana, cuando apenas no había ningún coche ni personas por las calles, de manera que pudieron filmar varias escenas y tomas aisladas con Heston paseándose en coche por las calles en absoluta soledad. Metty, cuyo estilo databa de los comienzos del cine sonoro, era un hombre acostumbrado a utilizar niveles de iluminación muy altos y mucha luz artificial en toda circunstancia, pero sin embargo en dichas escenas se vio obligado a rodar en gran medida con la luz disponible al tratarse de grandes exteriores, en los que además tuvo que lidiar con la dificultad de compensar, mediante la exposición, las grandes diferencias de intensidad de la luz cuando el coche de Heston transita entre las zonas de sombra de los edificios y la luz del sol directa.

Los interiores, salvando aquéllas escenas en las que Metty utiliza fuertes claroscuros para sugerir atmósfera y penumbra, son bastante convencionales, con altos niveles de iluminación y siempre bajo luces directas y sin difuminar sobre los actores y el decorado. Uno de los grandes problemas de la película, especialmente en nuestros días, es que la realización de Boris Sagal es muy televisiva y no aprovecha especialmente el formato panorámico anamórfico. Pero sobre todo, lleva a cabo un gran abuso del zoom, como tantos films de aquélla época, con rápidos movimientos de acercamiento que hoy en día han quedado muy anticuados, además de que a buen seguro forzaron al operador a tener que iluminar casi todo el film como mínimo a T/5.6. Gran parte de los exteriores, una vez superadas las escenas de apertura, están rodados en estudio, lo cual supone una merma con respecto a éstas, ya que no es muy dificil darse cuenta del notable cambio que ello supone. Como curiosidad, hay que destacar que en la escena en que muestra a Heston atrapado por los seres de la noche y siendo enjuiciado, el film muestra lentes de aproximación partida en sentido horizontal, en lugar del habitual uso vertical de las mismas, con las líneas escondidas de forma magistral, lo que hace que el efecto únicamente sea percibible por la excesiva profundidad de campo de esos instantes para el formato panorámico anamórfico.

Por lo tanto, estéticamente, “The Omega Man” es un conjunto muy irregular, que alterna grandes momentos –sobre todo, durante su comienzo y presentación, parte que coincide también con lo mejor de la película- con otros en los que la realización televisiva y el anticuado estilo de Russell Metty o incluso las carencias de la producción juegan en su contra, con una constante interacción de buenos momentos con otros que, en el mejor de los casos, pueden considerarse fallidos.

 

Título en España: El Último Hombre… Vivo
Año de Producción: 1971
Director: Boris Sagal
Director de Fotografía: Russell Metty, ASC
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2013.