Papillon

Adaptación de la famosa novela autobiográfica de Henri Charrière (Steve McQueen), el cual, en 1931, fue enviado al penal situado en la Guayana Francesa condenado por el asesinato de un proxeneta, hecho que siempre negó. Por ello, con el apoyo económico de otro preso (Dustin Hoffman) al que ha salvado la vida, decide fugarse a toda costa, sufriendo las brutales represiones de la cárcel a cada intento fallido, pero también breves e intensos momentos de libertad. El guión de Dalton Trumbo y Lorenzo Semple Jr. difiere mucho del texto original para comprimirlo en un metraje de dos horas y media, pero aún así, las grandes interpretaciones del duo protagonista, algunas de las localizaciones (en Jamaica, Maui y España) y la música de Jerry Goldsmith justifican la existencia de un film disfrutable y de grandes momentos, pero que está lejos de ser redondo como conjunto.

El director de fotografía fue Fred Koenekamp [ASC], en su segunda colaboración junto al realizador Franklin J. Schaffner, el autor de “Planet of the Apes” (1968). Llegarían a trabajar juntos en un total de cinco ocasiones, siendo “Patton” (1970), el título que nos ocupa y “Islands In The Stream” (1977) los más interesantes de ellos (los otros dos films proporcionaron al operador sendas nominaciones al Oscar). Koenekamp, hijo de un famoso especialista en efectos visuales, inició su carrera desde abajo, hasta alcanzar el puesto de primer operador en televisión durante los años 60, medio en el que también comenzó Schaffner. Formado bajo la batuta de operadores clásicos como Robert Surtees (“Ben-Hur”), Milton Krasner (“All About Eve”) o especialmente Frank Phillips (“The Black Hole”), fue un operador muy demandado hasta que el estilo que había heredado de éstos quedó completamente caduco a finales de los años 70, puesto que nunca supo variar su forma de usar la luz dura y dirigida hacia los intérpretes, ni siquiera en la época de su último film, “The Flight of the Intruder” (John Milius, 1991). Por ello, a pesar de su Oscar compartido con Joseph Biroc por “The Towering Inferno” (1974), hacia 1980 pasó a trabajar en películas de menor interés y se refugió sobre todo en su medio inicial, la televisión, hasta su retiro definitivo.

Seguramente fueron los problemas presupuestarios de la producción los que hicieron que los cineastas ni siquiera se planteasen utilizar el sistema de 65mm que habían usado en “Patton”, sustituyéndolo por el más económico formato anamórfico en 35mm. Aunque los diseños de Anthony Masters (“2001”) recreaban a la perfección los escenarios originales y ofrecían muchas posibilidades, Koenekamp demuestra sus limitaciones casi desde el primer momento, al ser incapaz de ofrecer otra cosa en todo momento más que luces puntuales, directas y sin difuminar, sobre los actores y el decorado, obviando por supuesto cualquier atisbo de naturalismo o pretensión de captar la realidad, ni siquiera en las múltiples ocasiones en que filma interiores en los que se ven simultáneamente exteriores. Su anticuada luz, dentro de un estilo que podría haber sido el mismo utilizado veinte años atrás, ni siquiera es particularmente brillante dentro de su estilo, pues casi siempre parece muy preocupada en utilizar altos niveles para poder rodar con el zoom (T/4.5) y exponer correctamente a los actores para que se los vea. Y cuando asume ciertos riesgos mediante la supresión de la luz de relleno (como en la escena inicial en el interior del barco, con luces puntuales dirigidas, o durante el confinamiento de “Papillon”), el aspecto es tan artificial y poco creíble que rompe cualquier tipo de atmósfera (de hecho, si la escena de la celda funciona es por la interpretación de McQueen y el ritmo que le da Schaffner).

Incluso en escenas exteriores, en las que podría haber hecho uso de la luz disponible, Koenekamp se empeña en eliminar todas las sombras son una incesante luz de relleno artificial, que en muchos casos hubiera sido innecesaria, especialmente cuando la usa en conjunción con filtros coral y de bajo contraste o niebla para sugerir el aspecto húmedo y cálido del clima tropical. No es que el suyo fuera un trabajo fácil, que no lo era (con varias escenas en junglas, o en una isla sin luz artificial por la noche, etc), pero en manos del operador adecuado, podría habérsele sacado un gran partido, cosa que desde luego Koenekamp no hace, por lo que cuando el film luce realmente bien, es más por la fuerza de sus localizaciones –como el acantilado final- que por la (nula) brillantez de su operador, que está especialmente mal en una escena en noche americana con unos nativos y unas antorchas absolutamente subexpuestas. En casi todo momento cuesta creer, desde luego, que el hombre que había filmado «Patton» de forma casi íntegra en localizaciones sólo tres o cuatro años atrás, fuera a defenderse tan mal en un film en el que tuvo el lujo de disponer de decorados específicos cinematográficos creados en las propias localizaciones; precisamente, quizá fuera la libertad de posibilidades su principal problema, pues en «Patton» había tenido que usar unidades pequeñas y desde el suelo ante la imposibilidad de emplear arcos y grandes aparatos en muchos de los interiores palaciegos.

Con respecto a su anterior título (“Nicholas And Alexandra”), Schaffner no sólo había perdido a Freddie Young, sino también a su extraordinario operador Ernest Day, cuyas magníficas composiciones de imagen se echan aquí en falta y en su lugar aparece un uso excesivo del zoom, algo tan común en aquélla época. Además, especialmente en los momentos de gran intensidad interpretativa, parece que Schaffner cubrió las acciones con multicámaras, de modo que las composiciones a veces parecen algo improvisadas. Lo bueno es que siendo un film clásico, gran parte del mismo está rodado con angulares, mostrando muy bien las localizaciones o los decorados, con algunos instantes en que las composiciones de imagen sí resultan convincentes (por ejemplo, cuando los presos son obligados a mostrar sus caras en las celdas de aislamiento, con lentes de aproximación partidas incluidas). Schaffner también demuestra un buen uso del lenguaje cinematográfico, sabiendo muy bien cuando usar una grúa, un travelling, una toma amplia u otra al hombro (ver al respecto su mejor secuencia, la del aislamiento), pero rara vez su gran oficio deja paso a la inspiración. Como curiosidad, cabe mencionar que en alguna entrevista, Koenekamp mencionó que «Papillon» fue el primer film en hacer uso de la cámara Panaflex de Panavision, versión mucho más reducida de las típicas PSR, aunque según Vilmos Zsigmond, fue él en «The Sugarland Express» quien hizo uso de la nueva cámara en primer lugar.

“Papillon” es, por lo tanto, un film algo frustrante en el apartado visual, pues el trabajo de Fred Koenekamp es mediocre -muy inferior al de «Patton», por ejemplo- y ya estaba anticuado incluso en su momento, con una renuncia total y absoluta a las nuevas tendencias, a cualquier atisbo de realismo o tendencia moderna más allá del uso del zoom y posiblemente algún forzado en situaciones críticas que hacen que el aspecto, más que clásico, sea tirando a mediocre y la película, con la dejadez que evidencia en este apartado, rara vez luzca como debiera una producción de entre 10 y 15 millones de dólares de la época.

 

Título en España: Papillon
Año de Producción: 1973
Director: Frankin J. Schaffner
Director de Fotografía: Fred Koenekamp, ASC
Ópticas: “C Series” de Panavision y Super Panazoom Cooke
Emulsión: Kodak 5254 (100T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1

Vista en Blu-ray

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2013.