Blancanieves

Versión libre del cuento de los hermanos Grimm, ambientada en la ciudad de Sevilla en la época de la Exposición Universal de 1928, rodada en blanco y negro y, como elemento más llamativo, renunciando al uso del sonido, como si de una película de la época se tratase. En esta ocasión, Blancanieves (Macarena García) es hija de un torero (Daniel Giménez Cacho) que, al mismo tiempo que su madre (Inma Cuesta) fallece al dar a luz, sufre una tremenda cogida que le deja postrado en una silla de ruedas. Entre tanto, en el hospital, una avispada enfermera (Maribel Verdú), consigue casarse con él por dinero, convirtiéndose por tanto en la madrasta de la niña. Josep María Pou, Ramón Barea, Pere Ponce y Ángela Molina completan el reparto de una producción que, dentro del panorama cinematográfico español, resulta un oasis en mitad del desierto, por lo interesante de la propuesta, el evidente riesgo que conlleva y, lo que es mejor, por la gran solvencia narrativa y estupendo acabado técnico de la película, que a pesar de su reducido presupuesto (tres millones y medio de euros) consigue rivalizar con cualquier producción internacional.

El director de fotografía es Kiko de la Rica [AEC], el cual ya había firmado la anterior incursión de Pablo Berger en el mundo del cine (“Torremolinos 73”, 2003). De la Rica es un operador cuyo nombre se asocia inmediatamente al cine de Alex de la Iglesia, puesto que es su director de fotografía habitual, con permiso de Flavio Labiano, desde hace más de una década, con películas como “La Comunidad”, “The Oxford Murders” o “Balada Triste de Trompeta”, además del famoso cortometraje “Mirindas Asesinas”. En “Blancanieves”, de la Rica seguramente firme el mejor trabajo de su carrera.

Por haber coincidido prácticamente en el tiempo, separadas por menos de un año en las carteleras, el film de Berger seguramente será comparado para siempre con “The Artist”, el film francés de Michel Hazanavicius que rendía homenaje a la época final del cine mudo y la aparición del sonoro. Pero sin embargo, “Blancanieves”, que por cierto era un proyecto anterior, es una película muda en sentido más estricto que “The Artist”, ya que ni siquiera emplea efectos de sonido ni pretende crear empatía con el espectador con la ausencia del mismo, al contrario que la cinta francesa. Por tanto, “Blancanieves” es una película muda como lo hubiera sido en caso de haberse rodado en la época del cine mudo, a pesar que en su realización se dejen notar multitud de técnicas e influencias muy posteriores a la aparición del cine sonoro.

Con el fin de obtener una imagen más anticuada, que hiciera posible que el espectador creyese estar viendo una película ambientada en los años 20, los cineastas renunciaron a la adquisición digital o, incluso, en formato 35mm, sustituyéndolo por un rodaje en Super 16mm con el objetivo de proyectarlo digitalmente en el centro de las pantallas de cine con una relación de aspecto clásica de 1.33:1. Esta decisión, a la postre muy acertada, permite un excelente equilibrio entre el citado fin narrativo y la obtención de una imagen con la suficiente calidad, negros profundos cuando se requieren, nitidez más que adecuada y una textura de prominente grano que añade ese aspecto añejo a la imagen sin resultar intrusiva en ningún momento.

Pero como mencionábamos, parece como si los cineastas hubieran decidido –una vez fijado el aspecto visual global a través de la elección técnica del formato- rodar de manera libre, adaptándose tanto a las circunstancias como a sus propios gustos, sin necesidad de referenciar de forma constante la estética del cine mudo, algo que el operador Guillaume Schiffman sí que realizó (y muy bien, por cierto) en “The Artist”. Lógicamente, “Blancanieves” incluye algunos viñeteos de post-producción en la imagen, o un leve flicker en la misma para realzar el aspecto de cine antiguo, pero más allá de esto, lo que contiene es una fotografía estupenda, pero no necesariamente en la línea de la del cine silente.

De la Rica, con mucha frecuencia, utiliza una única fuente de luz –generalmente suave- justificada en alguna de las ventanas o puertas de sus interiores para iluminar sus interiores, de forma que crea un gran contraste e imágenes de apariencia muy natural que sólo tamiza con el uso de una leve luz de relleno sobre los personajes para evitar que sus rostros queden en penumbra. Los rostros, a través de los primeros planos que les regala el operador, son otro de los puntos fuertes de la propuesta, con un trabajo maravilloso especialmente con Sofía Oria y Macarena García, que lucen y resplandecen interpretando el papel de Blancanieves como niña y adolescente. Pero también hay tiempo para una iluminación más glamourosa y recargada, como la utilizada para resaltar la vanidad del personaje de Maribel Verdú como la madrastra, empleando luz más dura y frontal y diferentes ángulos para captar las facciones de su rostro o, también, directamente, haces de luz dura entrando por las ventanas de las estancias o luces puntuales sobre el decorado, generando sombras mucho más definidas y profundas.

En general, por tanto, existe una gran variedad estética que, de alguna forma, a pesar de no ser siempre coherente, funciona muy bien a lo largo de la proyección, adaptándose muy bien en todo momento a los giros de la trama o las necesidades de la misma, aunque siempre ofreciendo unas imágenes de una extraordinaria estética y una calidad visual que, dentro de la pretensión de obtener un aspecto anticuado, resulta más que aceptable. Unida a un trabajo de cámara y puesta en escena muy sobrio, con la excepción de los momentos en que el realizador pretende anticipar al espectador alguna de las desgracias que ocurrirán a continuación, en los que la cámara y el montaje se muestran mucho más frenéticos, la fotografía de “Blancanieves” muestra un excelente nivel global, que demuestra que a pesar del reducido presupuesto, en España también pueden obtenerse imágenes de un enorme interés. Únicamente la integración de algunos efectos visuales durante las corridas de toros o algunos cielos creados o modificados en post-producción detraen algo de un conjunto que por otro lado es extremadamente orgánico y supone un enorme triunfo de sus creadores.

Año de Producción: 2012
Director: Pablo Berger
Director de Fotografía: Kiko de la Rica, AEC
Ópticas: Zeiss Superspeed 16mm, Optex
Emulsión: Kodak 7213 (200T) y 7219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: Super 16mm, 1.33:1
Otros: 2K Digital Intermediate

Vista en DCP

© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2012.