The Goonies

Producción de Steven Spielberg, inspirada en una historia propia del realizador de “Close Encounters of the Third Kind” y escrita para la pantalla por Chris Columbus, en aquél entonces un joven guionista que ya había sido autor de los libretos de títulos como “Gremlins” y “Young Sherlock Holmes”. La historia gira en torno a un grupo de amigos del estado de Oregón, cuyas familias van a perder sus casas por la futura construcción de un campo de golf, a menos que sus padres puedan pagar una importante cantidad de dinero antes que los desahucien. Justo antes que esto ocurra, encuentran un mapa de un tesoro y deciden ir a buscarlo, momento en el que se encuentran con una extraña familia de ladrones, que les perseguirán para hacerse con el botín. “The Goonies” es un entretenimiento de aventuras exclusivamente juvenil y como tal, constituye un clásico de este tipo de cine, aunque su historia y humor no se puedan tomar demasiado en serio desde una visión adulta. Richard Donner estuvo detrás de las cámaras y dirigiendo a un reparto de jóvenes actores como Josh Brolin, Sean Astin o Corey Feldman, mientras que el trío formado por Robert Davi, Joe Pantoliano y Anne Ramsey intepreta a los villanos de la función.

El director de fotografía fue Nick McLean, un operador que en aquél momento estaba comenzando una prometedora filmografía en el cine comercial estadounidense tras haber formado parte de los equipos de cámara (primero como auxiliar, luego como ayudante, y después, como segundo operador) de directores de fotografía tan importantes como Vilmos Zsigmond, Jordan Cronenweth, Donald Peterman, Conrad Hall, William Fraker, Caleb Deschanel o John Bailey. Su primera oportunidad como director de fotografía se la dio Burt Reynolds en una de sus películas con Hal Needham y después de una serie de trabajos para Sylvester Stallone (“Staying Alive”), Richard Benjamin (“City Heat”), John Badham (“Short Circuit”) o Mel Brooks (“Spaceballs”), desgraciadamente prefirió dejar de lado el cine por las comedias televisivas de situación, de modo que su nombre es poco conocido en la actualidad.

Richard Donner era un director muy acostumbrado a trabajar con operadores de primera línea (sus películas anteriores las habían rodado Gilbert Taylor, Geoffrey Unsworth, Laszlo Kovacs y Vittorio Storaro) y a dar una especial importancia a la imagen de sus proyectos. Y en una producción solvente como esta, en la que Spielberg contrató a colaboradores suyos como el montador Michael Kahn o el diseñador J. Michael Riva (“The Color Purple”), la presencia de un operador que estaba comenzando como McLean es un poco sorprendente, aunque lo cierto es que su trabajo no desentona en absoluto y mantiene muy bien la coherencia y el mismo estilo a lo largo de una proyección que, como es habitual en este tipo de cine de amplio presupuesto, tiene como principal objetivo obtener un producto de un buen acabado visual.

La película, a nivel estético, prácticamente está dividida en dos segmentos: la primera parte, en los exteriores de Oregón, siempre rodados bajo cielos nublados y con un aspecto muy natural a la vez que frío, y la segunda parte, en el interior de las cuevas en las que se encuentra el tesoro, en las que el aspecto es mucho más cálido –al basarse la luz en gran medida en los farolillos integrados o fuera de cuadro que se supone que portan los protagonistas- y estético, ya que numerosas escenas hacen uso de contraluces para crear bonitos efectos que a veces incluyen algo de humo. Hay algunas escenas adicionales –como la de la buhardilla, el interior del restaurante, la presentación de Sloth, el barco pirata o el beso a contraluz en la cueva- que buscan especialmente los efectos estéticos; todos ellos están muy bien integrados y sin que la película pierda su relativo aspecto realista, añaden una capa adicional de elaboración que le sienta muy bien al producto. Y como es habitual también en este tipo de cine con muchos medios, McLean jamás se ve obligado a comprometer su negativo; todo el film está rodado con diafragmas en torno a T/4, incluyendo los exteriores nocturnos, lo que evidencia que se utilizaron muchos medios a la hora de iluminar.

Lo mejor, sin embargo, a pesar de que el trabajo de McLean evidencia que los años de trabajo junto a aquéllos grandes maestros habían sido provechosos, es el –como casi siempre- brillante trabajo de cámara de Richard Donner, un director que no siempre ha manejado grandes textos, pero que siempre ha sido un hombre muy notable manejando los recursos de la puesta en escena. Toda la película está plagada de composiciones de imagen muy notables en formato panorámico anamórfico, frecuentemente con múltiples actores muy bien repartidos a lo largo del encuadre, y movimientos muy bien coreografiados que demuestran un gran oficio y gusto por las formas tradicionales, al emplear casi siempre focales tendentes al angular y coreografías de actores, cámara y montaje, en lugar del moderno estilo fragmentado. Unido a que el aspecto global también es muy artesano y orgánico, aunque el film no resulte demasiado destacable como conjunto, a día de hoy es disfrutable visualmente por los múltiples valores clásicos que atesora.

Título en España: Los Goonies
Año de Producción: 1985
Director: Richard Donner
Director de Fotografía: Nick McLean
Ópticas: Panavision C-Series
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: fotografía de segunda unidad de Robert Stevens, ASC

Vista en HDTV

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