Our Mother’s House

Adaptación de una novela de Julian Cloag, escrita por Jeremy Brooks y la actriz Haya Harareet (“Ben-Hur”) en su único crédito como guionista, que tiene como protagonistas a los siete hijos de una mujer que, a su fallecimiento, deciden ocultar el hecho y tratan de continuar viviendo en su casa como si su madre siguiera vivia. Sin embargo, se produce un giro radical de los acontecimientos cuando el padre de los jóvenes (Dirk Bogarde), que los había abandonado, vuelve a la casa tras conocer el fallecimiento de su esposa. El director y productor británico Jack Clayton demostró una vez más (fue autor del clásico “The Innocents”) su pericia a la hora de trabajar con jóvenes actores en un film que comienza como un drama familiar y, conforme avanza, muestra algunos elementos de suspense y de thriller que lo hacen muy interesante. Pero más allá de eso, sobre todo es una película en la que los jóvenes personajes son muy creíbles y veraces en pantalla, sobresaliendo por encima de cualquier otra consideración argumental, quizá más previsibles una vez se produce el giro de la narrativa. Destaca también la notable banda sonora del colaborador habitual de Clayton en este apartado, Georges Delerue.

El director de fotografía fue el desconocido (al menos para quien escribe estas líneas) Larry Pizer, un operador británico que comenzó su carrera en el mundo de los documentales y que, según algunas fuentes, fue en cierto modo un pionero en cine al llevar ese estilo a los largometrajes en los que trabajó. Cuando Clayton le contrató para este film, de presupuesto modesto, apenas tenía cuatro o cinco créditos en cine, aunque dos de ellos fueran para cineastas como Guy Hamilton y Karel Reisz. De su carrera posterior destaca sobre todo “The Phantom of the Paradise” (Brian de Palma, 1974), así como tres películas con James Ivory (“Jane Austen in Manhattan”, “The Europeans” y “Mr. And Mrs. Bridge”) y colaboraciones con Anthony Harvey (“Grace Quigley”, 1984) e Ismail Merchant (“In Custody”, 1994). Falleció en 2008, a los 82 años de edad, en Nueva York.

A pesar de ser un deconocido, lo cierto es que el trabajo de Pizer en “Our Mother’s House” no desmerece en absoluto, si más bien al contrario: en cierto modo es sorprendente que fuera realizado por un director de fotografía cuya carrera, al menos en cine, no fue demasiado larga. Teniendo en cuenta que las emulsiones de la época únicamente alcanzaban la sensibilidad de 50 ASA (Kodak 5251), realmente debió de ser complicado iluminar la casa en la que transcurre gran parte de la acción para además utilizar siempre en la misma, incluso en los interiores nocturnos, el zoom Angenieux 25-250mm T3.9. Zoom que no solo no era especialmente luminoso, sino que además, para mejorar su pobre rendimiento a máxima apertura, requería al menos cerrarlo uno o dos diafragmas. Aún con esta circunstancia, que no solo le obligaría a utilizar altos niveles de iluminación, sino también, seguramente, unidades muy grandes, Pizer consigue crear una fotografía de interiores bastante interesante y, en ocasiones, incluso contrastada y oscura, como lo es en todos los planos que muestran a los muchachos “hablando” con su madre o la forma en que está tratada la habitación de ésta.

Pizer además tiene tiempo de lucirse en la secuencia crucial de la película, casi al final de la proyección, cuando todos los personajes principales están sentados en los alrededores de la chimenea y el director de fotografía aprovecha para justificar en la misma una fuente de luz que imita muy bien las llamas de ésta, dejando que el resto de la estancia quede oscura y casi en penumbra, creando un efecto que, al tiempo que es estético, funciona muy bien dramáticamente. Quizá no le funcionan tan bien a Pizer algunos exteriores noche, como aquéllos en el jardín de la casa o incluso la toma final, con los muchachos saliendo de la misma. En ambos casos, por ser demasiado oscuras y carentes de detalle, aunque es justo reconocer que la copia que ha llegado hasta nosotros presenta tantos problemas de color, defectos de celuloide y contraste, que es posible que todo ello se deba a la misma y no a una exposición corta del director de fotografía.

Quizá el uso del zoom, aún combinado a veces con movimientos de cámara, ha quedado muy anticuado, pero sin ser una película que destaque especialmente en este apartado de puesta en escena, sí que resultan interesantes los pocos exteriores día del film, ya que están rodados con cámara al hombro y una profundidad de campo muy escasa (seguramente los cineastas recurrieron a lentes fijas para los mismas), algo que es muy poco habitual para esta época. Los resultados globales del film son notables y, aunque la base de su éxito desde luego que es la sensibilidad con la que Clayton trata el material (sin caer en la sensiblería), es decir, que no es un film que se apoye demasiado en su parte estética, lo cierto es que ésta es muy sólida y está muy lograda, lo cual representa una sorpresa cuando la misma la firma un operador que, por un motivo u otro, apenas es conocido en cine.

Título en España: A Las Nueve Cada Noche
Año de Producción: 1967
Director: Jack Clayton
Director de Fotografía: Larry Pizer, BSC
Ópticas: Angenieux 25-250mm T3.9
Emulsión: Kodak 5251 (50T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.66:1

Vista en HDTV

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