Last Night in Soho

Una joven estudiante de diseño de moda (Thomasin McKenzie) se traslada a Londres a vivir. Sin embargo, no termina de encajar con sus compañeras de residencia, de manera que se traslada a un viejo edificio regentado por una anciana (Diana Rigg). Muy pronto, comienza a soñar que se transporta cada noche al mismo barrio en el que vive, solo que en la década de los años 60. Muy pronto, su sueño comienza a transformarse en una pesadilla de la que no puede escapar, y en la que aparecen una joven aspirante a cantante (Anya Taylor-Joy), un hombre que quiere obligarla a prostituirse (Matt Smith) e incluso un misterioso octagenario que aparece frecuentemente por el pub donde la protagonista trabaja (Terence Stamp). A pesar que se trata de una película que cuenta con la característica energía que caracteriza el cine de su director, el británico Edgar Wright, “Last Night in Soho” mezcla demasiadas influencias y fluctúa entre diferentes géneros de manera demasiado altisonante como para resultar exitosa como propuesta, de manera que a pesar de resultar moderadamente entretenida, está lejos de sus mejores o más simpáticas películas, como pueda ser por ejemplo la anterior “Baby Driver” (2017).

El director de fotografía es el surcoreano Chung-Hoon Chung, quien de este modo sustituye a Bill Pope, el afamado director de fotografía por ejemplo de la trilogía original de “Matrix”, que había rodado las tres películas anteriores del director Edgar Wright (“Scott Pilgrim Vs. The World”, “The World’s End” y la citada “Baby Driver”, además, incluso, de algún videoclip). Chung-hoon Chung es, por supuesto, el director de fotografía de la afamada “Oldboy” (2003), de “Lady Vengeance” (2005) y de “The Handmaiden” (2016), todas ellas dirigidas por Park Chan-Wook. Dio el salto a los Estados Unidos sobre todo de la mano de Andy Muschietti con la adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King (ya adaptada previamente para la televisión), “It” (2017). Posteriormente ha rodado “Hotel Artemis” (Drew Pierce, 2018), la secuela de “Zombieland”, “Zombieland: Double Tap” (Ruben Fleischer, 2019) o “Earthquake Bird” (Wash Westmoreland, 2019), poniendo de manifiesto su consolidación en la industria americana el hecho de que se esté encargando de la fotografía del spin-off televisivo de Disney sobre “Obi Wan Kenobi” que en estos momentos aún se encuentra pendiente de estreno).

“Last Night in Soho” acude a lo largo de su metraje (que, por lo tanto, alterna presente y pasado) a una combinación de lentes y de formatos, algo a lo que el propio Edgar Wright no es ajeno, ya que lo había empleado por ejemplo en “The World’s End”. De esta manera, la mayor parte de la película está rodada en 35mm, dejando eso sí para la adquisición digital los exteriores nocturnos en las calles del Soho, en los que Chung emplea la Arri Alexa, seguramente con por su fabuloso rendimiento en escenas de baja luminosidad al tiempo que la misma mantiene una apariencia fílmica. Pero dejando de lado la mezcla de formatos de adquisición (celuloide y digital), quizá lo que llame más la atención y sea más perceptible es la alternancia de ópticas esféricas y de anamórficas. El film comienza en 35mm esférico, con lentes Panavision Primo, que son empleadas para toda la parte del arranque que tiene lugar en “el mundo real”. En un principio, en cambio, las escenas ambientadas en la década de los 60 son las que están rodadas en anamórfico (con lentes Panavision Serie G y la antigua serie B); sin embargo, llega un punto, quizá algo más allá de la mitad de la proyección, en que dicha alternancia cesa y lo que comienza es una proyección exclusivamente en formato anamórfico, tanto para el mundo real como para los sueños/pesadillas del personaje principal.

Lo que más destaca de la película, además de lo ya expuesto, es probablemente la manera en que el director de fotografía surcoreano abraza la iluminación LED y como la emplea de forma muy expresiva en todas las secuencias de sueños: el mundo de los años 60 está representado por frecuentes mezclas de color, a veces variaciones sobre rosas, azules y generalmente, magentas, que muchas veces aparecen muy ricos y saturados. Incluso la habitación en la que vive la protagonista, que viene a ser algo así como su puerta hacia el sueño y el pasado, es una habitación en la que los colores de la bandera de Francia (blanco, azul, rojo) se alternan como dominantes en el interior justificándolo en que hay un restaurante francés con neones justo en el exterior de su ventana. Los colores son siempre muy intensos y saturados, pero rara vez permanecen fijos, ofreciendo de alguna manera una sensación de que los mismos están vivos porque siempre varían en intensidad e incluso van mutando sus tonalidades. Los exteriores nocturnos, en cambio, están fotografiados de manera algo más clásica: emplean grandes fuentes de iluminación a contraluz como regla general.

Pero en lugar de recurrir a los tonos azulados que durante muchos años han tenido este tipo de escenas, Chung imita en sus noches la luz de sodio. El aspecto es bueno, aunque también hay que reconocer que el director de fotografía se facilita así mismo la existencia introduciendo sus propios aparatos de cine en los fondos del fotograma en numerosas ocasiones, suponemos que similando que se trata de farolas, aunque realmente se trata de iluminación cinematográfica de manera bastante evidente. En las escenas “fuera del sueño” o de la realidad, en cambio, la fotografía se muestra más comedida y realista, dentro de un naturalismo debidamente sofisticado como marcan el presupuesto y el tipo de film.

La recreación de las pesadillas de la protagonista también incluye numerosos planos de efectos visuales que simulan fantasmas que ve la misma. Esa integración es quizá de lo más flojo de la película a nivel visual, ya que además de coincidir con momentos de la narrativa en que ésta quizá vaya demasiado lejos y se salga del tono marcado, los VFX resultan algo evidentes en dichos momentos. Aunque el trabajo en general es claramente identificable con Edgar Wright, incluyendo cómo no muchos momentos captados a través de la Steadicam y coreografías elaboradas que incluyen sustituciones en plano entre Thomasin McKenzie y Anya Taylor Joy (bien físicas, bien mediante efectos), lo cierto es que quizá la menor inspiración del film como conjunto hace que la fotografía también se resienta un poco, por lo menos, sin se la compara con “Baby Driver”, que lucía más elaborada y probablemente, más atinada en todos y cada uno de sus planteamientos. “Last Night in Soho” es, por el contrario, un film que plantea e intenta más cosas (como las diferentes líneas temporales, o momentos relativos a la cordura de la protagonista), pero no todas de manera tan acertada, de manera que, aunque el aspecto visual y especialmente la ejecución es buena, no está a la altura de los mejores trabajos de su director.


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Título en España: Última Noche en el Soho
Año de Producción: 2021
Director: Edgar Wright
Director de Fotografía: Chung-hoon Chung
Ópticas: Panavision Primo, G-Series, B-Series, Angenieux Optimo 24-290 T2.8
Emulsión: Kodak 5207 (250D) & 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico + Super 35 + Alexa XT (Arriraw), 2.4:1
Otros: Digital Intermediate

Vista en DCP

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