Interstellar
Aparatosa superproducción escrita por Jonathan y Christopher Nolan y dirigida por este último, ambientada en un futuro próximo en el que la Tierra no puede alimentar a sus habitantes y una plaga amenaza con extinguir la vida humana. En ese momento, la NASA decide enviar una misión en búsqueda de otro planeta en el que se den las condiciones adecuadas para la supervivencia de la especie humana, aunque ello supone separar a un padre (Matthew McConaughey) de su familia. Nolan, con una ambición desmedida, propone un viaje metafísico al espectador que referencia sobre todo “Close Encounters of the Third Kind”, “2001: A Space Odyssey” y “Solaris”, pero sus resultados distan mucho de los de Spielberg, Kubrick o Tarkovsky. Ello se debe a que su narrativa es muy atropellada -especialmente evidente en el tercio final- y contiene giros que hacen que la película se contemple con estupor y perplejidad. Antes, por el camino, un buen número de secuencias lacrimógenas y mucho estruendo no pueden evitar que el sopor se apodere de la proyección entre diálogos de supuesta profundidad científica, en una trama que siempre requiere de una excesiva exposición para que el espectador pueda seguirla. Se trata, por lo tanto, de la peor película del director de “Memento”, porque a todos los defectos de su cine anterior ahora le ha unido la pretenciosidad de quien se cree uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos. Jessica Chastain, Anne Hathaway, Matt Damon, John Lithgow, Michael Caine, Casey Affleck, Wes Bentley, Ellen Burstyn y hasta William Devane aparecen en algún momento en pantalla, aunque ninguno de ellos consigue crear un personaje interesante en mitad del caos.
El director de fotografía es el holandés Hoyte Van Hoytema [FSF, NSC], el cual con este trabajo confirma su salto a la “lista A” de operadores que trabajaban en Hollywood. Se dio a conocer con “Let The Right One In” (Tomas Alfredson, 2008), la cinta sueca de terror cuyo éxito comercial y crítico llegó a propiciar incluso un remake norteamericano. A este título le seguiría su primer trabajo norteamericano (“The Fighter”, David O. Russell, 2010) y sobre todo la estupenda “Tinker Tailor Soldier Spy”, con la que Van Hoytema obtuvo sendas nominaciones al BAFTA y al premio de la ASC. Después de un notable film rodado nuevamente en Suecia, país en el que estuvo afincado (“Call Girl”, Mikael Marcimain, 2012), Van Hoytema se asoció con Spike Jonze en la aclamada “Her” (2013), antes de sustituir a Wally Pfister como operador de Nolan en el presente título, después que el hombre que había acompañado al realizador en “Memento”, “Insomnia”, “Batman Begins”, “The Prestige”, “The Dark Knight”, “Inception” –por la que ganó el Oscar- y “The Dark Knight Rises” decidiera dar el salto a la dirección con “Trascendence”, un sonoro fracaso crítico y comercial. Ahora está por ver si Pfister retoma su antigua profesión y qué decisión tomará Nolan al respecto, pero entre tanto, la carrera de Van Hoytema continúa con paso firme como demuestra el hecho de que va a ser el sustituto de Roger Deakins en “Bond 24”, de nuevo a cargo de Sam Mendes.
Si bien hasta la fecha los trabajos de Van Hoytema se han caracterizado por su sencillez y aproximamiento natural (un poco en la línea de Lance Acord, pero con una capa más de sensibilidad europea), por su habilidad para recrear épocas pasadas (“Tinker Tailor Soldier Spy”, “Call Girl”), o por su gusto por utilizar ópticas esféricas antiguas, a grandes aperturas de diafragma (las Zeiss Superspeed de “Let The Right One In” ó “Her”), en “Interstellar” el operador ha tenido que amoldarse a las exigencias técnicas de una superproducción de Hollywood, con un importantísimo número de tomas de efectos visuales. Pero eso no es todo, sino que además, como es sabido, Christopher Nolan es un director que defiende a ciegas el celuloide como medio de adquisición, así como el formato anamórfico. Y desde “The Dark Knight”, ha venido mezclándolo con formatos de alta resolución, sobre todo el IMAX. Éste posee un área de negativo de 15-perf 65mm, es decir, aproximadamente, siete veces y media más grande que el 35mm anamórfico, además de que emplea lentes esféricas específicas de la máxima calidad. El IMAX está utilizado en “Interstellar” sobre todo para las secuencias de acción física o de efectos más espectaculares, mientras que el formato 35mm anamórfico se reserva para los diálogos, muchos interiores y momentos íntimos, por lo que la proyección, como en la segunda y tercera entrega de Batman, alterna dos relaciones de aspecto: 1.44:1 y 2.4:1 para las exhibiciones en IMAX 15-perf 70mm, o bien 1.90:1 y 2.4:1 para el IMAX digital (en cines convencionales todo el material se muestra en formato 2.4:1).
Mucho se ha elucubrado sobre los cambios o novedades que podría introducir Van Hoytema en el estilo visual del cine de Christopher Nolan y el resultado no podría ser más decepcionante. Ello se debe –principalmente- a que Van Hoytema está tan encorsetado por los medios técnicos y por el propio concepto del film (dejando de lado las tomas de efectos, la mitad del mismo transcurre en anodinos interiores de naves espaciales). Es decir, de un lado, el operador holandés está forzado a recurrir a los mismos formatos (incluyendo lentes y emulsiones) de Pfister. Y por otro, no es “Interstellar” una película que le ofrezca una variedad de localizaciones físicas suficientes para apreciar la diferencia entre estos dos operadores, que en circunstancias normales están entre los mejores de su profesión. Así pues, lo mejor o más destacable del trabajo de Van Hoytema son por supuesto las escenas que transcurren en la Tierra, especialmente durante la primera media hora de proyección, durante la cual, la delicada sensibilidad naturalista del holandés trata de realizar los citados juegos malabares con las circunstancias técnicas de la producción, e incluso tiene oportunidades aisladas de lucimiento, como en la toma que muestra a Matthew McConaughey durmiendo en su cama al amanecer, y se levanta a mirar por la ventana, todo ello rodado en la hora mágica. Pero una vez la película se mueve a las dependencias de la NASA, o los interiores de la nave, la estética de fluorescenes o LEDs integrados en el diseño de producción es muy aburrida y muy plana, tanto, que ni siquiera se salva cuando se trata de introducir luz dura procedente del espacio tratando de imitar los efectos de la luz solar. Además, Van Hoytema, valiente en otros trabajos, está absolutamente cohibido, quién sabe si voluntariamente o forzado, pero utiliza luz de relleno cuando no viene a cuento (sobre McConaghey y sus hijos cuando bajan de su coche, tras perseguir al dron indio en las escenas iniciales) o sobre los astronautas en casi todo momento, por lo que no hay apariencia alguna de profundidad y contraste.
Sin embargo, lo peor es su adaptación a los medios de rodaje. Como decíamos, la diferencia del área de negativo del 35mm anamórfico y el IMAX es muy grande, por lo que ya en “The Dark Knight” y “The Dark Knight Rises” la diferencia de calidad entre ambos formatos, en proyección en IMAX analógico o digital, era muy grande. Curiosamente, más que percibirse la extraordinaria calidad del IMAX, que se percibía, resultaba significativo lo degradado que lucía el formato 35mm anamórfico en términos comparativos. En “Interstellar” las diferencias son aún más grandes. El holandés es un operador acostumbrado a rodar con menos medios, lentes esféricas y grandes aperturas de diafragma. Aplicado ello a un rodaje en anamórfico con series antiguas de Panavision, lo que ocurre es que la profundidad de campo es mínima y que la nitidez escasea peligrosísimamente, además de que las aberraciones típicas del formato se muestran en todo su esplendor. Y el resultado es que una vez comienza a aparecer mucho material IMAX a partir de la media hora de proyección (aproximadamente), el material 35mm anamórfico parece estar absolutamente desenfocado, sin nitidez alguna, sin contraste, con un color mucho más pobre y negros empastados, absolutamente inexistentes y un grano muy evidente… no es que ello empiece a ocurrir a partir de ese punto, sino que es cuando se hace tan visible, por la simple mezcla de formatos. Comparativamente, el IMAX tampoco tiene profundidad de campo alguna, mucha menos de hecho, pero donde está enfocado, luce tremendamente nítido, con una resolución superlativa y enorme fidelidad, además de con colores mucho más saturados, ricos y sin nada de grano, lo que curiosamente hace que ¡parezca metraje digital de alta resolución!. Así pues, a partir de cierto punto, “Interstellar” parece una superproducción que alterna un rodaje en 65mm o un super-formato HD de alta resolución, con una fotografía principal rodada en Super 16mm, solo por el brutal salto de calidad entre el IMAX y un 35mm anamórfico muy maltratado a nivel óptico, en el que también ha ocurrido algo extraño con el color (atención a la secuencia nocturna entre McConaughey y John Lithgow en el porche de su casa, con patéticos tonos de piel…y no es la única ocasión en que aparece este problema).
Por si fuera poco, con el cambio de operador no se ha modificado ninguno de los males habituales del cine de Christopher Nolan, como su tendencia al montaje fragmentado o su abuso de planos cerrados con frenéticas cámaras al hombro. Aquí parece que homenajea al Michael Bay de “Armageddon”, solo que en IMAX y en una pantalla gigantesca en la que el movimiento se hace más insoportable. Por lo demás, este formato se utiliza para muchas tomas de efectos o aéreas muy amplias, en las que sí se nota el dinero invertido en la producción, pero gran parte de la puesta en escena del realizador británico se reduce a un incesante goteo de primeros planos (muchos de ellos sin escorzo siquiera), con los actores situados muy cerca de la cámara, a foco mínimo, mientras teorizan sobre agujeros negros, el tiempo y la relatividad de su existencia. Con el IMAX sucede algo parecido: en las películas de “Batman” se usaba generalmente para tomas aéreas o planos en exteriores, porque su profundidad de campo es superreducida ya de por sí y solo cerrando el diafragma lo máximo posible se consigue con él un enfoque razonable. Aquí, empleado en interiores a casi máxima apertura, no hay foco por ningún lado, todo es desenfoque y blur excepto en un punto concreto, por lo que ¿de qué sirve tener tanta calidad y resolución si no se pueden mantener enfocados a la vez los dos ojos de los actores? En algunas tomas exteriores la cosa mejora un poco en este aspecto, pero en conjunto se aprecia una vez más que este formato y la ficción o narrativa no se llevan demasiado bien, especialmente si no se es David Lean o John Ford.
Los resultados, al menos proyectados y visionados en IMAX digital, son un desastre de proprociones cósmicas, tanto por la inconsistencia de la proyección con su mezcla de formatos, como por los múltiples planos cuyo enfoque es inexistente o manifiestamente insuficiente en una pantalla gigante (que es para la que se supone que está diseñado el film). El estilo de luz de Van Hoytema está enterrado entre todo este desastre y apenas queda un ápice del mismo, mientras que los habituales problemas de Christopher Nolan con la narrativa visual -a través de la cámara- quedan una vez más al descubierto con una interminable serie de monólogos en primer plano fijo en los que los actores le exponen al espectador lo que está sucediendo. Más le hubiera valido a Nolan, en aras a la coherencia estética, rodar toda la película en 5-perf 65mm, o bien en con una cámara digital de alta resolución como la Red Epic Dragon o la Sony F-65, porque su cruzada tecnológica no sólo no tiene sentido, sino que además va en contra de la estética de su película, que seguramente luzca mejor en 2K/4K en salas convencionales o en los futuros Blu-ray, porque es imposible que lo haga peor que en IMAX.
Título en España: Interstellar
Año de Producción: 2014
Director: Christopher Nolan
Director de Fotografía: Hoyte Van Hoytema, FSF, NSC
Ópticas: C-Series y E-Series de Panavision, Hasselblad
Emulsión: Kodak 5207 (250D) y 5219 (500T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision) + IMAX; 1.44:1 & 2.4:1 (IMAX 70mm), 1.90:1 & 2.4:1 (IMAX Digital), 2.4:1 (DCP)
Vista en IMAX Digital
© Harmonica Rental & Cinema/Ignacio Aguilar, 2014.