Furtivos

La obra maestra de José Luis Borau, escrita por el propio director en colaboración con Manuel Gutiérrez Aragón, que entre otras muchas cuestiones, destaca por ser uno de los títulos puente entre el cine tardofranquista y la democracia, con un triunfo en el Festival de Cine de San Sebastián que sirvió además para que su estreno, eludiendo en gran medida a la censura de los últimos momentos del régimen de Franco, se convirtiera en un gran éxito de público. Ovidi Montllor interpreta a Ángel, un joven que vive en una casa del bosque junto a su dominante madre (una enorme Lola Gaos). Un día, cuando baja al pueblo, conoce a Milagros (Alicia Sánchez), una chica que se ha escapado de un reformatorio y que es novia de un conocido delincuente (Felipe Solano). Todo se complica cuando el gobernador (el propio Borau) acude a la casa familiar -en la que se crió junto a Ángel y su madre- para una cacería y todos estos personajes se juntan en el bosque. Se trata de una película que puede interpretarse tanto como un thriller más o menos directo (que lo es) como también de forma simbólica, siguiendo el camino labrado por Víctor Erice y Ángel Fernández Santos en “El Espíritu de la Colmena” (1973), o varios films de la época de Carlos Saura, resultando cien por cien exitosa en cualquiera de sus posibles lecturas, gracias a su sequedad y excepcional narrativa, que incluye una gloriosa elipsis del giro final de la historia.

El director de fotografía fue Luis Cuadrado, quien gracias a sus trabajos desde la segunda mitad de la década anterior y hasta muy poco después de esta película se convirtió en el operador que mejor representa el cine español de la época, tanto por la temática de las películas en las que participó (generalmente el cine de directores jóvenes opuestos al régimen, como los propios Carlos Saura, Víctor Erice o Borau, pero también, Jaime de Armiñán, Manuel Summers, Iván Zulueta, Jaime Chávarri, Pedro Olea, Ricardo Franco o Francisco Regueiro, entre otros) como incluso también porque fue de los primeros directores de fotografía españoles, cuando no el primero, en recoger la influencia de las imágenes propugnadas en Francia por la Nouvelle Vague, o de la luz reflejada de Gianni di Venanzo en Italia o de David Watkin en Gran Bretaña. Como consecuencia, su estilo era muy moderno para la época, al prescindir en gran medida de la luz dura que venía imperando en el cine desde hacía décadas y haberla sustituido por varios sistemas propios para generar luz suave, que además se ajustaban mejor a los reducidos presupuestos de nuestro cine, o adoptar técnicas como el rodaje a contraluz en exteriores para evitar el empleo de luz de relleno artificial. Sin embargo, Cuadrado, nacido en Toro (Zamora) en 1934, tuvo que retirarse a mitad de los 70, ya que una enfermedad fue dejándole ciego de manera paulatina hasta que perdió la vista por completo, teniendo que apoyarse mucho en su segundo operador, Teo Escamilla, en sus últimas películas hasta que le fue imposible trabajar. Cuadrado, desgraciadamente, se suicidó en Madrid en enero de 1980.

La fotografía de “Furtivos” es un trabajo muy típico de la última etapa de Luis Cuadrado, en la que su citado estilo de emplear medios reducidos y tratar de dar una apariencia muy natural a sus imágenes a través del empleo de la luz suave, el contraluz o cielos nublados en exteriores ya era absolutamente maduro. Rodada en el norte de la Comunidad de Madrid y en un pueblo de Segovia, al igual que “El Espíritu de la Colmena”, “Furtivos” también se beneficia de unas cuentas escenas exteriores en las que el clima nublado juega absolutamente a favor de la atmósfera de la historia, que poco a poco va cargándose hasta un final absolutamente desgarrador para el destino de los personajes. En estos exteriores, según la teoría de Cuadrado de que era mejor no iluminarlos por los escasos medios de nuestro cine, el director de fotografía no emplea ningún tipo de luz artificial, valiéndose de una cuidada selección de las horas del día y de la dirección del sol para no tener que rellenar siquiera las sombras, o si acaso, hacerlo de forma que el efecto de dicha luz de relleno es completamente imperceptible. Destaca también que gran parte de dichos exteriores, incluyendo las secuencias de caza o aquéllas que transcurren entre la naturaleza del propio bosque en que se desarrolla el grueso de la historia, están rodadas con teleobjetivos y/o lentes zoom, de forma que además la perspectiva se muestra más aplanada y rehuye por completo de cualquier atisbo crear efectos estéticos.

Son por tanto escenas muy crudas, con un aspecto duro porque no está embellecido, sino que la propia naturaleza y acciones de los personajes son mostradas tal y como son, hasta el polémico punto de que parece ser (tanto por lo que se ha comentado siempre como por lo que desde luego parece apreciarse en pantalla) que varias de las muertes de animales son absolutamente reales, por triste que sea. Los interiores siguen absolutamente el mismo patrón: Cuadrado introduce luz a través de las ventanas, a veces generando bastante contraste puesto que éstas son reducidas, aunque emplea casi siempre la suficiente luz de relleno como para que las sombras no sean negras y se pueda seguir percibiendo detalle en las mismas. Los interiores noche parten también de las fuentes integradas en el decorado, a veces lámparas o incluso bombillas desnudas que cuelgan del techo, que son empleadas como fuente de luz principal de forma directa o, a veces, bien disimulada, siguiendo los pasos del cine norteamericano que había puesto de moda la denominada “luz de ataud” para simular este tipo de escenas.

Los resultados no son vistosos, como decíamos, ni pretenden serlo. Lo que pretenden y de hecho consiguen es ser creíbles, veraces y cercanos, circunstancia que al lograrlo hacen que gran parte de la proyección sea muy cruda e incómoda para el espectador. Solamente algunas escenas nocturnas, entre la dificultad para iluminar a 100 ASA y la carencia de lentes ultraluminosas (además de los zoom en exteriores, parece que Cuadrado tuvo acceso a algún juego de lentes fijas tipo Cooke Speed Panchro o Schneider Xenon, que no admitían bien rodajes más abiertas de T2.8), bajan un poco la calidad del conjunto, si bien están perfectamente realizadas dentro de los medios y gustos de la época. Pero por lo demás, se trata de una pequeña película tan sencilla como efectiva, que demuestra una vez más que muchas veces los grandes resultados no parten de grandes medios, sino que generalmente son fruto de un grupo de cineastas que los obtienen a través de sus decisiones y su talento. Lástima que el film, como muchos otros de su época, no fuera rodado con sonido directo, pues su post-sincronización deja mucho que desear y aparentemente nos priva de las voces verdaderas de varios de los personajes principales.

Año de Producción: 1975
Director: José Luis Borau
Director de Fotografía: Luis Cuadrado
Formato y Relación de Aspecto: 35mm esférico, 1.66:1
Otros: operador de cámara Teo Escamilla

Vista en SDTV

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