Christine

Adaptación de la novela de terror de Stephen King, en la que el vehículo que da nombre tanto al libro como a la película (un Plymouth Fury de 1958) comienza a ejercer una peligrosa influencia sobre el joven alienado que lo compra al hermano de su antiguo dueño, que había fallecido en su interior. Se trata, por tanto, de la típica historia de King, con muchos trazos similares a “The Shining”, puesto que la misma influencia maligna que ejerce en aquélla el hotel sobre el personaje de Jack Nicholson es la que domina al protagonista de esta cinta, pero esta vez trasladándola al ambiente pre-universitario de un pueblo californiano. John Carpenter, que necesitaba un éxito comercial después del fracaso de “The Thing” (1982), hace todo lo que puede teniendo en cuenta que tiene entre manos un material de segunda clase y es especialmente por su oficio por lo que este pequeño clásico se mantiene vigente hoy en día.

El director de fotografía fue Donald M. Morgan [ASC], quien ya había trabajado a las órdenes de Carpenter en su película televisiva “Elvis” (1979) y repetiría funciones al año siguiente con “Starman”. Operador de carrera principalmente televisiva, así como especialista en fotografía aérea en sus inicios, lo cierto es que Morgan parece que fue un operador de una gran solvencia técnica, que desde luego hace olvidar sin ningún problema a Dean Cundey [ASC], el que por aquélla época fuera operador habitual de John Carpenter en célebres títulos como “Halloween”, “The Fog” o “Escape from New York”.

“Christine”, como la vasta mayoría de la filmografía de su realizador, está rodada en un vistoso formato panorámico anamórfico, que es aprovechado en su plenitud por los cineastas. La escena de apertura, ambientada en una cadena de ensamblaje de Detroit durante los años 50, está rodada con tonos dorados y ligeros filtros de niebla por Morgan, de modo que captura de forma inmediata un estilo retro que encaja a la perfección con el tema musical “Bad To The Bone” que suena en pantalla. Adicionalmente puede mencionarse que, según Carpenter, Morgan rodó dicha escena en material Fuji (seguramente en la emulsión 8518, 250T), para separarla aún más del resto de la película. Pero el grueso de la acción se sitúa en 1978, es decir, unos años antes del rodaje de la película a comienzos de 1983, sin que ello suponga que los cineastas realizaran algún proceso especial en la imagen. Lo que sorprende de la película es que gran parte de la misma está rodada por la noche, lo que a buen seguro incluyó el revelado forzado de la emulsión habitual de la época (Kodak 5247, 125T) o la utilización de la por aquél entonces novedosa 5293 (250T), de modo que además de emplear con cierta frecuencia ópticas anamórficas a máxima apertura de diafragma, los cineastas pudieran trabajar con niveles de intensidad de luz algo más bajos (alrededor de T/2.0), lo que también supone que la profundidad de campo muchas veces es muy reducida, además de una estructura de grano bastante visible como consecuencia de la utilización del forzado o aquélla temprana emulsión de alta sensibilidad.

El estilo utilizado por Morgan es muy sobrio, muy en la línea de lo que hubiera hecho Cundey, con el empleo de grandes unidades de iluminación en los exteriores nocturnos, generalmente a contraluz con un suave relleno sobre los personajes, así como una buena utilización de la luz disponible en los fondos, mientras que los interiores diurnos tratan de emular el aspecto de la luz natural (véase al respecto las escenas que discurren en los interiores del instituto) y los nocturnos están resueltos a través de una combinación de fuentes integradas en los decorados, para dotarlos de una apariencia de realidad, con luz rebotada para elevar los niveles y/o luz dirigida fuertemente difuminada sobre los actores, es decir, algo muy del estilo de lo que se hacía por aquélla época, pero con una enorme solvencia técnica incluso en dificiles escenas como las que tienen lugar en la cadena de fabricación o en la nave donde el protagonista estaciona su coche, resueltas a través de lámparas PAR integradas y colgando de los techos. En general, como las de su época, “Christine” es una película en la que los cineastas no tienen miedo de la oscuridad, en pos de obtener una imagen realista con el atractivo justo para resultar creíble, con un uso muy interesante de los flares anamórficos para trasladar a la pantalla la agresividad de los faros del vehículo y como éstos ciegan a sus víctimas.

Sin embargo, sin duda, lo mejor es el sabio manejo que hace Carpenter de los medios puestos a su disposición, desde su utilización de la Steadicam en contadas pero muy acertadas ocasiones, la utilización de grúas para dotar a la película de cierta elegancia (véase al respecto el prólogo de los años 50), sus planos secuencia o sus composiciones en formato anamórfico, generalmente con focales tendentes al angular, mediante las que consigue un aire eminentemente clásico y una solvencia en la realización que elevan el producto a cotas superiores a las que su historia le permitiría aspirar. Así pues, sin que se trate de uno de sus grandes títulos, su trabajo con la cámara, junto con el notable hacer de Morgan con la iluminación, hacen que “Christine” sea una estupenda muestra del estilo de su época, arrastrando aún las influencias estilísticas de la gran generación de operadores que despuntó en los 70 (Willis, Alonzo, Roizman, Zsigmond, Hall, Fraker, Cronenweth, etc) antes que el esteticismo procedente de ámbitos publicitarios y del videoclip se convirtiera en la norma para el cine destinado a un público adolescente.

Título en España: Christine
Año de Producción: 1983
Director: John Carpenter
Director de Fotografía: Donald M. Morgan, ASC
Ópticas: C-Series y Super High Speed de Panavision
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1

Vista en HDTV

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